Al cabo de tres décadas la izquierda abertzale opina sobre la violencia lo mismo que el Estado. Y no ha sido el Estado el que ha cambiado. Insisto: una victoria. Hay el que subraya que Batasuna no ha condenado la violencia del pasado, de la que fue parte activa. Es cierto. Pero no es un asunto de este momento. Ese arrepentimiento implícito no es necesario para legalizar a un partido.
Es probable, en cambio, que la sociedad democrática determine que el arrepentimiento es condición inexorable para que los presos etarras puedan salir antes de tiempo de la cárcel. El arrepentimiento y la disolución de la sociedad del crimen, obviamente. La disolución aún no se ha producido porque ETA tiene que reconocer que el Estado no ha variado sus posiciones respecto a las de hace, tan solo, un puñado de meses.
Y que deja de matar, simplemente, porque ha perdido. El Estado, por su parte, debe ablandar las condiciones penitenciarias sólo si media arrepentimiento. Sacar los presos porque la violencia ha acabado sería, en el fondo, una forma de legitimarla.
Algo como decir que no hay motivo para el crimen, pero sí lo hubo. O sea, poner la democracia a la altura del franquismo. Además, la sociedad democrática necesita la abjuración por otro motivo.
La violencia etarra ha prestigiado el nacionalismo. Lo ha convertido en una causa noble, merecedora de un oblicuo respeto: ¡y es que había quien mataba y moría por ella! La sociedad española necesita liberarse de esa tóxica ficción y colocar el crimen terrorista al mismo nivel, digamos, que el crimen de pareja: ni la patria ni el amor pueden ennoblecer el asesinato.
Aunque no puedo interpretarlas con total fiabilidad, creo que ése es el sentido de las palabras del hijo de Fernando Múgica cuando el domingo pidió que en el escenario del fin de la violencia terrorista hubiese vencedores y vencidos. Naturlamente: nadie razonable pensaría que al final de su lucha contra la Mafia el Estado italiano debería proclamar con la boca gorda: «Ni vencedores ni vencidos».
Las palabras de Múgica suenan mal, porque se oponen al mantra anidado y convencional de la reconciliación. Pero lo cierto es que cualquier abrazo de Vergara presupondría que aquí hubo una guerra. Cuando sólo hubo crimen." (Diarios de Arcadi Espada: Vencedores y vencidos, 08/02/2011)
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