‘Muy pocas lenguas hoy tienen un horizonte laboral seguro: el inglés, por supuesto, y el chino casi en la misma media; el español, después; escasas otras. Y da casi pudor que un partido político, el PP, tenga que reivindicar la enseñanza del español en España. Y da algo que es muy corto llamar bochorno, constatar que eso le sea reprochado por el partido gobernante como una refinada variante de fascismo. Catalán y gallego son formas geográficamente restringidas de evolución del latín. Su área de uso e influencia es muy limitada. Su rentabilidad laboral, nula. El vascuence es una bella reliquia. Que debemos mimar como se mima a las Cuevas de Altamira.

Empecinarse en hacer de su uso instrumento comercial cosmopolita es como armar un F18 con hachas de sílex. En una economía global, desterritorializada, todo aquel que renuncie a la posesión de una lengua vehicular universal está ya muerto antes de entrar en el duro combate del mercado. Una enseñanza monolingüe en catalán o en gallego o menorquín o valenciano -del vascuence, mejor ni hablo- es un deliberado suicidio’." (lavozdebarcelona.com, 31/12/2009)