“En Euskadi, tres personas de cada cuatro nacen en un hogar castellanoparlante y una de cada dos muestra indiferencia, incluso rechazo, hacia el euskera. No dispongo de datos de cuántos lo sienten hacia el castellano. Pero está claro que es fundamental incidir sobre ese nivel y que no es suficiente el voluntarismo, ni confundir nuestros ideologizados deseos con la realidad. (…)
Y nuestro bilingüismo acumula especiales dificultades, ya sea por la distancia que hay entre euskera y castellano, por tratarse de lenguas con estructura lingüística muy diferente, lo que dificulta su aprendizaje recíproco, bien porque en el caso del euskera para una gran parte de la población castellanohablante, fuera de las escuelas y euskaltegis, no existen referentes lingüísticos, como pueden existir en mayor medida en Cataluña o Galicia, y además escasean los medios de comunicación.
Ni la escuela ni la mejor reforma de los modelos van a traer por sí solas la normalización del euskera. Sólo el uso hace viva una lengua. Pero sólo dos personas de cada diez afirman que hablan en su vida tanto o más euskera que castellano. ¿Estamos en condiciones de extender el modelo D universalmente o faltan bases sociales? (…)
Hoy día la investigación lingüística está en condiciones de afirmar que el aprendizaje en una lengua distinta de la materna, realizada en unas determinadas condiciones, entre las que está la consideración de la lengua materna, no sólo no produce perjuicios cognitivos, sino que mejora las competencias lingüísticas generales del alumnado.
Por otro lado el actual sistema ha inducido una clasificación social también, con paradojas como ésta: el modelo A, menos marginal de lo que se piensa y creciente a medida que se avanza en los niveles superiores de la enseñanza, se concentra en pequeños centros de la red pública con alumnado de baja extracción socieconómica, pero sobre todo en centros privados grandes compuestos de alumnado de nivel socioeconómico alto o medio alto. ¿Podemos seguir manteniendo segregado al alumnado por identidades culturales y lingüísticas, además de la clasificación socioeconómica que encubre el actual sistema?” (Gonzalo Larruzea (representante de CC OO en
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