21/7/08

No hay nada como un buen vocabulario para aclarar las cosas. Hay lenguas comunes y lenguas hipercentrales. Cada una con su función... de comunicación

“Abram de Swaan en Words of the World (Polity Press 2001), insiste en que el contacto y la interacción entre las lenguas depende de que su ubicación en el universo lingüístico sea periférica o central. Los lenguajes periféricos recurren casi siempre a la intermediación de una lengua común con fuerte capacidad conectiva como el quechua en América del Sur, o el wolof, lingala y bambara en África, que se constituyen y funcionan como lenguas centrales.

En Europa, todas las lenguas nacional-estatales asumen una función de centralidad conectora, obviamente con muy distintas modalidades respecto de las lenguas regionales: como sucede… con el francés para el alsaciano, bretón, corso, euskera, occitano. En la perspectiva mundial en la que es hoy inevitable situarse tanto Swann como Jean-Louis Calvet (Por una ecología de las lenguas del mundo, Plon 1999) proponen la figura de lenguas hipercentrales que reducen a 10: árabe, chino, inglés, español, francés, hindi, malayo, portugués, ruso y suajili, a las que confían la responsabilidad de asegurar una mínima comunicabilidad dentro de cada macroárea lingüística y entre ellas.

La gran dificultad en este tema es la de distinguir en el tratamiento de las lenguas entre la dimensión de su uso cotidiano predominantemente privado y la utilización política, eminentemente pública, de las mismas porque está ligada a la indisociabilidad de identidad colectiva y lengua en todas las comunidades.

Es evidente que lo que no es ni legítimo ni deseable es que los líderes de cualquier comunidad, histórica o reciente, impongan la utilización de su lengua o lenguas a los miembros de otros ámbitos lingüísticos con fines políticos nacionalistas. Lo que sí es, en cambio, deseable e incluso necesario es impedirles que se sirvan de su política lingüística como dispositivo para, con pretexto de promover su patrimonio lingüístico, agredir a las otras lenguas. Quiere decirse que es absolutamente inaceptable recurrir a la fuerza de la ley para imponer o vetar un comportamiento lingüístico. Lo optativo y lo promotor son las modalidades que deben privilegiarse en la difícil práctica de la integración lingüística que en nuestro caso debe favorecerse, aunque reitero una vez más no imponerse, tanto a los no catalanes en Cataluña, como a los no hispano-parlantes, en particular a los no europeos en el resto de España. Pues es inevitable que a éstos, en particular a los africanos no lingüísticamente integrados, se les confine en los niveles últimos de la escala laboral, es decir, se les destine a constituir un subproletariado oprimido y explotado. (…)

Porque no es discutible que el conocimiento de dos lenguas del universo lingüístico latino nos permitiría circular por él con seguridad y provecho a la par que confirmaría la potencia del espacio cultural con sus modos y sus usos. Pluralismo, pues, de las lenguas e integración lingüística, pero con diversidad cultural.” (JOSÉ VIDAL-BENEYTO: Una lengua con otras lenguas / 1. el País, ed. Galicia, Internacional, 12/07/2008, p. 6)

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