“El proceso "constituyente" no tiene como objetivo principal hacer una Constitución consensuada. Es más un proceso destinado a implementar nuevas políticas públicas y organizar la vida política mediante el reforzamiento del Estado, y ello sin poder contar inicialmente con unos partidos muy débiles y desprestigiados. (…)
Se ha substituido la "descentralización" por la "regionalización", pero ésta por parte del Gobierno es considerada como un reforzamiento del Estado, una estructura extraordinariamente débil, y se da primacía al poder central. Se reconoce la "plurinacionalidad" del Estado, pero no el "autogobierno" de los pueblos indígenas, por lo menos en lo que se refiere al control de los recursos naturales de sus tierras.
Lógicamente, los sectores opositores, especialmente la derecha económica, defienden la recién descubierta "autonomía" de territorios más chicos, las 25 provincias, en los que impera aún un fuerte poder caciquil. Unos y otros interpretan el modelo español a su conveniencia. Probablemente es un conflicto que se agravará, que nadie podrá ganar, pero que sí pueden perder todos. (…)
ocas horas antes de regresar, tuve una larga conversación sobre el tema más delicado, la "regionalización", con el subsecretario responsable de la "Reforma democrática del Estado". Me pareció muy consciente de los peligros que comporta; Bolivia está cerca. Sólo pude sugerirle algo tan elemental como esto: no hay modelo transferible de un país a otro. El Estado de las autonomías de España no puede copiarse en Ecuador.” (JORDI BORJA: Ecuador: el mismo idioma no es suficiente. El País, 21/07/2008, p. 27/8)
Y por el mismo motivo que fracasa en Ecuador, podría fracasar en España (ya empieza a hacerlo). Porque los ricos utilizan la autonomía basada en derechos históricos de hace mil años, redescubiertos cuando convenía, por los capitalistas locales (más o menos, a principios del S. XX), para enrocarse en su “industrial” caciquismo de aranceles y subvenciones (llevado a su esplendor durante el franquismo). Aquí y ahora, en el del ladrillo, en el de “sus” Cajas de Ahorros.
Las élites económicas ecuatorianas, o “santacruceñas” bolivianas (y “sus” partidos provinciales), tienen mucho que ganar con una organización política autonómica “a la española”. Seguir siendo los más ricos, como los vascos.
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