27/6/08

" ¡¡ Ésa es la actitud !! ¡¡ Ése es el lenguaje !! " Dirían maravillados Franco o Mussolini. Si lo vieran...

Los síntomas del fanático:

“Hay un hombre en la cama de la habitación de un hospital. Es un viejo luchador por la libertades al que una terrorista de ETA le acaba de disparar un tiro en plena cara, en la puerta de su casa, al anochecer, en uno de los montes que se asoman a la ciudad de San Sebastián. (…)

El hombre está rodeado por su esposa y sus tres hijos cuando en la habitación entra Juan José Ibarretxe, el presidente del Gobierno vasco. Pregunta por el herido y luego charlan. Uno de los hijos, Andrés, que vive fuera de Euskadi, le traslada al político nacionalista su disgusto por el ambiente opresivo que se respira en su tierra.

-Lehendakari, yo no puedo soportar que, cuando invito a amigos míos a visitar el país -Lequeitio, Elorrio, Bergara, Hernani...-, encontremos siempre una presencia agresiva, con pintadas en favor de ETA y con amenazas a los que no piensan como ellos.

-Mira, Andrés, no te lleves esa imagen de nosotros, que aquí, en el País Vasco, se vive muy bien.

La frase de Ibarretxe es escuchada desde la cama por José Ramón Recalde, encarcelado y torturado por el régimen de Franco, durante siete años consejero socialista en el Gobierno del lehendakari Ardanza y dueño de una librería (Lagun) atacada una y otra vez por ETA y su entorno, hasta el punto de que todavía hoy abre y cierra sus puertas bajo la atenta mirada de los guardaespaldas.

La escena tiene lugar en septiembre del año 2000, y cualquiera puede pensar que un desliz así -hablar de un país idílico en presencia de un hombre al que acaban de intentar asesinar- sólo puede ser fruto de una tarde aciaga, de un momento de nerviosismo...

Un año y medio después, en septiembre de 2002, vuelve a haber un hombre tendido en la cama de un hospital. (…)

Tras cinco horas en el quirófano, los médicos han tenido que amputarle una pierna. Unos días después, alguien toca a la puerta de la habitación. Es el lehendakari, que viene a visitarle. Le pregunta cómo se encuentra, le da ánimos -todo el mundo resalta que Ibarretxe es un tipo afable que gana en las distancias cortas-, pero no pasan muchos minutos antes de que el jefe del Gobierno vasco le hable con orgullo al herido -también socialista, como Recalde; también sin escolta, como a ETA le gusta escoger a sus víctimas- de la buena situación de la economía vasca.

-No sabes cómo está creciendo el producto interior bruto... (…)

La distancia entre el PNV y socialistas y populares es cada vez más grande. Pero la ruptura tiene una fecha: martes 22 de febrero de 2000. Y una circunstancia: el comportamiento de Ibarretxe tras el asesinato del dirigente socialista Fernando Buesa, de 53 años, y su escolta, Jorge Díez, de 26.

Buesa y Díez caminaban por el campus de la Universidad de Vitoria. A las 16.38, un terrorista de ETA accionó un mando a distancia que provocó la explosión de una furgoneta cargada con 20 kilos de explosivos. El dirigente socialista murió en el acto y su escolta expiró minutos después. La tremenda explosión sacudió el campus y se oyó en toda la ciudad. Ibarretxe estaba reunido a 200 metros de allí, en el palacio de Ajuria Enea, donde estaba reunido con su Consejo de Gobierno. Ibarretxe no va al lugar del atentado y, hasta cinco horas más tarde, no hace pública su condena. Tampoco llama a la viuda de Buesa, Natividad Rodríguez. Ni visita la sede socialista. Ni acude a la concentración de rechazo del atentado, que se celebra en Vitoria, unas horas después. Sí lo hace, sin embargo, su antecesor, José Antonio Ardanza, que es ovacionado por los asistentes. Al día siguiente, en el funeral celebrado en la catedral de Vitoria, Ibarretxe sale por la puerta de atrás para evitar el clima de rechazo que ya se está generando contra él. (…)

Ibarretxe intenta enmendar su actuación tras el asesinato de Buesa y, un año después, pone en marcha la dirección de atención a las víctimas del terrorismo. La viuda del socialista Jáuregui, Maixabel Lasa, se hace cargo de la dirección y emprende con ahínco la tarea de apoyo y reconocimiento a las víctimas. Pero actúa casi de forma autónoma. Lo explica un alto dirigente del Gobierno vasco: "Ibarretxe tolera a Lasa sus iniciativas, como los actos de reconocimiento público a las víctimas, pero no incorpora ese espíritu a su propio discurso". El lehendakari, pese a su dominio de las distancias cortas, no consigue quitarse el estigma de corazón de hielo que adquirió aquel 22 de febrero en que mataron a Buesa.” (“La fe de Ibarretxe”. El País, Domingo, 22/06/2008, p. 2/5)

No hay comentarios: