26/5/08

Nacionalismo madrileño ¡Algún día tenía que ser!

“Podemos imaginarnos a los profesionales escénicos de París recogiendo firmas para protestar por el exceso de marselleses, vascos o catalanes en sus teatros? Es difícil de concebir porque, a pesar de todo, tenemos a Francia por una nación de ciudadanos con sentido común. En España, el buen sentido ha dejado de ser común y la implantación del disparate nos va sumiendo en el sálvese quien pueda. Lo planteo así porque hace unos días aparecieron en este mismo periódico unas noticias referidas al mundo de la farándula madrileña en las cuales se daba conocimiento del manifiesto firmado por numerosos profesionales de la escena que protestaban ante la invasión de catalanes en las artes escénicas de la capital. La condición grosera y cerril del asunto se desacreditaría por sí sola si no fuera por que en nuestro país están ocurriendo algunos sucesos de apariencia intrascendente que vienen demostrando cómo la epidemia paranoica y reaccionaria que parecía acotada sólo en algunas de las antiguas provincias periféricas se halla actualmente fuera de control y empieza a extenderse por el epicentro del territorio español.

Uno de los problemas que plantea la exaltación del localismo, el rasgo diferencial y la mojiganga étnica, es que acaba irradiando un efecto contaminante en todo aquel que intenta enfrentarse a estos adherentes parásitos de la más auténtica España negra. Conozco de primera mano lo que estas veleidades han significado en la tierra que nací, y precisamente sus consecuencias me llevaron a la decisión de cortar amarras de forma radical a fin de no ser alcanzado por la emanación de tales delirios. No obstante, vengo comprobando que la distancia física resulta inútil, la plaga se ha extendido en todos los territorios del Estado y hay muy pocos habitantes en este país que actualmente se conformen con ser solamente ciudadanos españoles. (…)

Siempre que España ha vivido breves tiempos de libertad e impulso modernizador ha surgido la estrategia de demolición del Estado alentada por la alternativa de un poder político territorial que se erige en representante único del sentimiento atávico y en el que la lealtad a las reglas de juego generales viene condicionada por los pretextos de singularidades étnicas y culturales.

A estas alturas de nuestra reciente historia me voy volviendo pesimista en lo que respecta a recomponer una idea moderna y global de España, pero también debo admitir que no esperaba, con semejante celeridad, un triunfo tan espectacular del nacionalismo catalán en la capital del reino. (…)

Como Cataluña no es receptiva con el teatro madrileño, tenemos la excusa para reforzar los límites territoriales y cada uno en su casa y a su negocio. Si en el gremio de comediantes se ha conseguido que prevalezca el lugar de nacimiento en vez del talento artístico, ciertamente, la España de la igualdad es hoy una quimera literaria. La reivindicación de la partida de nacimiento adquiere un insólito valor de limpieza de sangre que sirve para convertirse en ciudadano de primera dentro del clan y un foráneo en el resto del territorio nacional. (…)

En el fondo de la cuestión, mis colegas comediantes pretenden introducir fronteras al libre mercado para beneficiarse bajo el proteccionismo de los monopolios políticos que se han venido estableciendo en los reinos de Taifas… yo sólo me permito añadirle que, cuando ahora en España escucho la palabras patria, identidad o rasgos diferenciales, me protejo la cartera.” ALBERT BOADELLA: Cuando el buen sentido deja paso al disparate. (Publicado en el diario El Mundo el jueves 22 de mayo de 2008. Fuente: Soldado Iván Chonquin: Nuestro moderno sistema feudal, jueves, mayo 22, 2008)

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