“… los gallegos han ido, generación tras generación, dejando atrás el idioma de sus padres y abuelos: porque juzgan que así se alejan también de la miseria, real o fingida, de sus antepasados. Sabemos todos que esto es así y no hay que darle más vueltas.
El hecho es que ese proceso de sustitución está ya muy avanzado, sobre todo en las clases medias urbanas, hasta el punto de que en muchas familias el gallego es ya marginal. El estigma, esa marca infame que la lengua gallega representó para sus hablantes, y que llevó a Celso Emilio Ferreiro a reivindicarlo como una lengua proletaria (en los tiempos en los que la clase obrera todavía tenía prestigio) parece haber quedado atrás por la vía de su supresión… Y también es cierto que existen clases medias de una indiscutible voluntad de galleguidad, gentes que querrían que sus hijos y nietos continuasen hablando el idioma del país. No en número suficiente para evitar que el gallego pierda hablantes a manos llenas, pero tal vez sí lo bastante como para que aguante en un determinado umbral de población.
El gallego podría sobrevivir como idioma colectivo sólo en la medida en que tuviese una presencia significativa como idioma urbano. Pero, ¿cómo generar esa cultura urbana en gallego? Esta cuestión no ha sido ni apenas planteada como cuestión teórica, y, desde luego, está ligada a la aparición de medios de comunicación en gallego, que es lo que constituye su presupuesto básico… El Gobierno no es la respuesta a todos los problemas.” (ANTÓN BAAMONDE: Algo más sobre el gallego; El País, ed. Galicia, Galicia, 14/11/2007, pp. 7)
Y se muere porque se ha muerto hace tiempo la cultura campesina y marinera, la de los pobres... por culpa de la emigración, por culpa de la pobreza. Y porque todos, sobre todo los nacionalistas, le echaron una mano al cuello... para ayudarle.
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