5/2/21

La “desbandada” de las izquierdas españolas, de su renuncia a construir alternativas a los nacionalismos supremacistas y xenófobos... de una deserción de sus obligaciones morales y políticas frente a los nacionalismos

"No va a resultar fácil que los electores de izquierda acepten los pactos con EH Bildu. A la coalición de Gobierno se le ha ido la mano. Lo que las encuestas demuestran es que los seguidores de las izquierdas, en su mayoría, por ahí no pasan. Interesa preguntarse qué pensarán cuando ven cómo PSOE y UP negocian presos por presupuestos.

En el pasado festival de cine de Valladolid se presentó Traidores, un documental del joven cineasta vasco Jon Viar. Narra la historia de su padre, Iñaki Viar, un histórico militante de ETA que, al abandonar la banda y condenar sus crímenes, sabía que pasaba a la consideración de traidor. Lo que impresiona de esta historia es comprobar cómo hoy al conjunto del nacionalismo vasco, el de HB Bildu y el del PNV, con sus matices, les siguen incomodando, irritando, estos “traidores”.

Cuando el 6 de diciembre de 1977 sale en libertad Fran Aldanondo, Ondarra, el nacionalismo proclamó “no queda ningún preso vasco en prisión”, es decir, ningún militante de ETA. Con la Ley de Amnistía de aquel año la democracia española que se estaba construyendo puso en libertad incluso a los que días antes habían asesinado al empresario Javier de Ybarra. Después de las celebraciones –“Hator, hator mutil etxera”: “Venid, venid muchachos a casa”-, el conglomerado terrorista mostraría su peor cara.

Desde las sacristías de muchas iglesias vascas y desde el “santuario francés”, convencidos de la debilidad del “Estado español”, prepararon y ejecutaron su peor carnicería. Si en 1977 “sólo” mataron a 11 personas, en 1978 la cuenta subió a 68, y a 80 en 1979. De cada 100 asesinados por la banda en su historia, 5 corresponden a la época de la dictadura y 95 a la de nuestra democracia. No mataban contra Franco, mataban contra España, contra la democracia española, como demuestra en sus investigaciones el historiador Santos Juliá.

En su documental Jon Viar expone magistralmente el calvario que vivieron quienes como su padre rompieron con ETA y con el mundo del nacionalismo del que procedían, el que apoyaba o justificaba los crímenes. Son considerados “traidores” en el sentido que le da al término Amos Oz (Contra el fanatismo): “traidor es quien cambia a ojos de aquellos que no pueden cambiar”.

Como la exdirigente etarra arrepentida María Dolores González, Yoyes, que por orden de Mújika Garmendia, Pakito, fue asesinada por López Ruiz, Kubati, el 10 de septiembre de 1986. “Soy un miembro de ETA y vengo a ejecutarte”, le dijo el terrorista antes de dispararle delante de su hijo de tres años, la última imagen en su retina al desplomarse. Hoy su asesino protagoniza homenajes a los terroristas que salen de la cárcel.

A los “traidores” no se les homenajea con aurreskus, se les tapa la boca, se les oculta. Como dice Jon Viar sobre su documental, “es una cinta incómoda para el nacionalismo vasco porque lo critica desde dentro”, y censurado en la televisión vasca de PNV y PSOE. Odiados por el independentismo, llevan décadas en la diana: “cuando rompes con el nacionalismo, rompes con la tribu y te conviertes en un apestado social y en un traidor”. Lo padecieron Yoyes e Iñaki Viar, entre otros muchos, como Mario Onandía y Teo Uriarte. “Traidores”.

Lo tienen aún peor si, como denuncian, “los partidos de la izquierda española firman documentos con un partido fascista vinculado al terrorismo”. Me imagino qué habrán pensado al ver a Arnaldo Otegui haciendo un llamamiento a “la fuerza de las celdas” para que los presos apoyen a EH Bildu, para que como bilkides sean los pilares de “la memoria y el relato”. Con la colaboración del Gobierno están logrando que los presos vascos no tengan ningún incentivo para el arrepentimiento y la cooperación con la justicia, para dar satisfacción a las víctimas. Todo lo contrario.

A esa izquierda española hace referencia Santos Juliá cuando denuncia su “desbandada”, una deserción de sus obligaciones morales y políticas frente a los nacionalismos. Se ha contaminado hasta el punto de comprar su relato sobre ETA: ya no matan, ahora pueden hacer política, sus parlamentarios son legítimos… Sánchez e Iglesias refuerzan así la narrativa bildutarra de una ETA antifranquista, de los terroristas que salen de la cárcel como héroes que lucharon contra el “Estado opresor”. Son los “traidores” de ETA quienes deben ser marginados.

Iñaki Arteta es un documentalista que bucea en las tinieblas morales, identitarias, históricas, del nacionalismo vasco. Es experto en “daños colaterales” de ETA, por expresarlo con palabras del cura de Lemona, como se puede oír en Bajo el silencio, su último documental. De uno de sus trabajos me impactó la historia de un empresario al que los terroristas secuestraron y dieron un tiro en la pierna. Él mismo se pregunta por qué a sus dos hermanos, con los que compartía la empresa, “no les pasó nada y a mí, sí”. Su respuesta: “Ellos se habían afiliado al PNV para protegerse”.

Una lección sobre “el conflicto vasco” para los que se hacen los tontos, los que banalizan en el sentido utilizado por Hanna Arendt para entender el Holocausto. La tesis la resume bien Arteta: “Se les ha derrotado policialmente, no políticamente”. El euskobarometro lo certifica: en una sociedad en la que apenas un 20% se declara independentista, los parlamentarios vascos que se confiesan secesionistas son más del 60%. Es la cosecha de nueces de la que hablaba Xabier Arzalluz.

Como en Cataluña y otras comunidades autónomas, este es el resultado de la “desbandada” de las izquierdas españolas, de su renuncia a construir alternativas a los nacionalismos supremacistas y xenófobos. Se han especializado en pedir votos de izquierda y utilizarlos al servicio de políticas soberanistas. Es como si dijeran “la izquierda sólo puede gobernar si va de la mano de los secesionistas”.                   (Jesús Cuadrado, Cuarto Poder, 03/02/21)

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