17/7/20

No fue un error de diseño que la República esbozada por las leyes de desconexión fuese un régimen autoritario. Ni tampoco que quienes trataban de pensar su viabilidad como Estado lo entreviesen como un paraíso fiscal.

"(...) no habría que perder de vista que las tendencias de la globalización que actúan sobre la sociedad catalana – y explican en gran medida la deriva de estos años – lo hacen también sobre la sociedad española. No hay una Catalunya agitada por las pulsiones mundiales frente a una España inmóvil y aferrada al pasado.

 Las tendencias centralizadoras y las lecturas restrictivas de la Constitución – que han impulsado en particular los gobiernos de PP – expresan igualmente el influjo de la globalización. Madrid, entendida como un potente entramado de élites económicas y políticas, constituye un potente nodo global, con la fuerza de atracción que confiere la capitalidad de un Estado. Puede que su retórica contra el procés se nos antoje rancia – del mismo modo que el relato independentista parece impregnado de romanticismo. Pero, en realidad, estamos ante un enfrentamiento de intereses y futuras ubicaciones en disputa muy actual… por no decir posmoderno. 

(...) no acaba de explicar por qué el independentismo escogió precisamente el que escogió. Y por qué, sólo a través de ese camino, ha conseguido convertirse en un movimiento de masas capaz de desafiar al Estado e incluso ponerlo en crisis. No fue un error de diseño que la República esbozada por las leyes de desconexión fuese un régimen autoritario. Ni tampoco que quienes trataban de pensar su viabilidad como Estado lo entreviesen como un paraíso fiscal. 

En una sociedad mestiza como la catalana, la afirmación de un demos incapaz de coexistir con España conlleva la exclusión de otras identidades. Y la supervivencia de un pequeño Estado de nuevo cuño, dejado de la mano de Europa, de llegar a emerger, no podría mantener su carácter de democracia social. 

(...)   a pesar de no caer en ningún momento en la pretensión de que el independentismo pudiera representar al conjunto de la sociedad catalana, es perceptible en Bayona una cierta consideración de “la otra Catalunya” como algo inerte y pasivo. Reconoce la fractura social, pero tiende a ver a esa otra mitad del país como la que aún no  han sabido convencer los independentistas – al fin y al cabo, los únicos que tienen un proyecto político. El problema no es que el procés no la convenciera, sino que la expulsó de la catalanidad.

 En ese sentido, no deja de ser curioso que Bayona se refiera a la tradición catalanista como una derivada del nacionalismo moderado, soslayando un hecho histórico: el catalanismo moderno – voluntad de recuperación de una lengua y una cultura maltrechas, de integración de la diversidad de orígenes e identidades que conviven en la sociedad catalana y de compromiso democrático con España – existió y triunfó gracias a la izquierda, a la determinación de socialistas y comunistas. (...)

Desde la cultura federal añadiríamos, sin embargo, algo que la pandemia ha puesto de relieve y que se revelará más cierto aún ante los estragos sociales y económicos que deja a su paso: la imprescindible cooperación institucional a todos los niveles, no sólo no disminuye al autogobierno, sino que le confiere su verdadero potencial de actuación en la proximidad. Nosotros diríamos que, si bien no hay mayorías para una reforma federal de la Constitución, sí es posible y necesario avanzar en la cultura y las prácticas federales. 

No sé si Antoni Bayona estaría del todo de acuerdo. Evocando su estancia en Canadá, dice haber quedado maravillado por los federalistas que deseaban mantener unido un Estado plurinacional. Esperemos que no sea víctima de ese frecuente espejismo que consiste en ver con buenos ojos a los lejanos representantes de una corriente de pensamiento y considerar que, por el contrario, su expresión autóctona resulta insufrible. Admitamos que nuestro federalismo tiene un semblante un tanto rústico. Nos han dado muchos palos y eso endurece la piel. Pero, si alguien ha de sentarse a discutir fraternalmente con gente como Antoni Bayona, será muy probablemente un federalista."           (Lluís Rabell,  blog, 10/07/20)

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