"(...) Un vuelo desde Santa Cruz de la Sierra al aeropuerto de La Paz –ciudad colindante con El Alto, capital de las comunidades indígenas de etnia aimara y feudo de Evo Morales– permite comprobar las dos realidades políticas de Bolivia cuatro días después de la renuncia del ex presidente indígena.
En Santa Cruz, la ciudad entera –al parecer desde los más
pobres hasta los más ricos– celebra esta semana con banderas nacionales
ondeando en cada fiesta callejera la salida de Morales. Hay un respaldo
incondicional al nuevo gobierno nombrado por la senadora conservadora Jeanine Áñez,
expresentadora de televisión oriunda de la misma ciudad y estrechamente
relacionada con el ultraconservador Luis Fernando Camacho, que lideró
las movilizaciones contra Morales y ha logrado colocar a políticos de su
confianza en el nuevo gabinete boliviano.
Pero en El Alto –una ciudad de casi un millón de
habitantes, 600 metros más alto que la capital en la cordillera andina y
accesible por teleférico– se respira miedo y rabia. Cientos de
indígenas asistieron ayer a mítines convocados espontáneamente en cada
esquina de la ciudad, que hace veinte años era una barriada de
infraviviendas de La Paz y ahora es un municipio con su propia
arquitectura, los llamado cholets –chalés de chola– de arquitectura rococó diseñados por sus dueños aimara.
“Esta señora no quiere a los campesinos; toda la gente en
su gobierno tiene la cara blanca”, dijo una aimara que asistía a un
mitin en el centro El Alto refiriéndose a los 11 ministros que integran
el nuevo gobierno interino. (...)
“Los periodistas están ignorando nuestras protestas y la violencia
contra nosotros en El Alto, no dan información sobre lo que pasa aquí,
mientras la policía ha cerrado los medios locales”, decía otra indígena.
Todo indicaba que la marcha de los campesino pro Morales se enfrentaría
una vez mas con los policías antidisturbios en el centro. (...)
La policía y el gobierno acusan a los militantes del Movimiento al
Socialismo (MAS) de fomentar violencia y saqueos, pero los aimara
denuncian que hay delincuentes que se cuelan en las filas de las
protesta anti golpe. “Son infiltrados, y si paseas por El Alto verás que
los que más han sufrido saqueos somos nosotros”, dijo José Luis Quispe,
uno de los líderes de la comunidad que se identifican por sus bastones
dorados. “Aquí la policía ha prendido fuego a casas”, añadió. “Nos
disparan y nos gasifican y los periodistas no lo ponen en la
televisión”, dijo otra aimara. (...)
Mientras la caída de Evo Morales se celebra con la bandera tricolor
nacional –rojo, amarillo y verde– en Santa Cruz y otras ciudades, en El
Alto las banderas colgadas de los balcones es la wiphala, una insignia
multicolor que representa a los pueblos indígenas –el 60% de la
población de Bolivia– y simboliza la plurinacionalidad del estado
boliviano desde que Morales ganó su primera elección en el 2006.
Entonces, el movimiento indígena, que el expresidente lideraba, quiso
borrar los iconos colonialistas y racistas de la simbología nacional.
Pero desde la renuncia del presidente indígena, se han producido varias
escenas en las que la wiphala ha sido destruida por representantes de lo
que los indígenas califican como un golpe de Estado. Aimaras
entrevistadas en El Alto se mostraron asustadas por las escenas en las
que policías de Santa Cruz han arrancado la wiphala de sus uniformes.
“Es nuestra bandera y la insultan”, dijo una mujer aimara que paseaba
delante de puestos en una calle de El Alto donde se vendían telas con
los colores de la wiphala. Áñez, que en el pasado había rechazado el
estado plurinacional encarnado en al constitución boliviana, apareció
ayer flanqueada por las dos banderas." (Andy Robinson, La Vanguardia, 15/11/19)
"(...) El discurso racista y la quema de whipalas —la bandera de las nacionalidades indígenas de Bolivia—, por parte de los seguidores del líder cívico cruceño Luis Fernando Camacho y del candidato opositor Carlos Mesa, encendió a los campesinos aymaras del altiplano, que entraron en El Alto como una riada arrasando puestos policiales y provocando la retirada de los efectivos, según relata el medio digital Bolpress.
La retirada de la whipala del palacio de Gobierno por parte de los policías amotinados o la sustitución de la bandera indígena de los uniformes de los agentes caldearon los ánimos.
(...) frente al “caudillismo evista” (...) el
proyecto cruceño “enfrentó otro caudillo aparentemente antagónico, pero
al mismo tiempo complementario: un hombre blanco, empresario, presidente
de un ente ‘cívico’, que usó el fanatismo religioso y un discurso
abiertamente misógino y que entre líneas promete a los hombres de la
sociedad la recuperación del control sobre las mujeres”. (...)
“La Wiphala no es del Evo Morales ni
del MAS, es nuestro símbolo de los aymaras, quechuas y otras naciones
indígenas y originarias. El temblor vendrá desde abajo. Carajo”,
escribió el histórico dirigente campesino Felipe Quispe. (...)" (Martín Cúneo, El Salto, 12/11/19)
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