"He visto un agujero en el asfalto, delante de mi casa, como si un
meteorito hubiera caído del cielo y se hubiera deshecho allí, justo
allí, en el medio de la calle.
He visto seis helicópteros sobrevolar mi
patio, como si persiguieran en serio a un asesino en serie. He oído esos
helicópteros durante noches y más noches (y ahora mismo están ahí). He
visto a turistas haciéndose selfies delante de hogueras y a chicas, a muchas chicas, haciéndose selfies y gritando consignas y haciéndose más selfies.
He visto mensajes que ponen los pelos de punta. He
visto a personas que me conocen vagamente cruzar rápidamente la calle
para no encontrarse conmigo, para que no las vieran saludándome
(mi desconcierto al darme cuenta, vago malestar, pena y, sí, algo
parecido a la rabia).
He visto a gente haciéndose de Telegram de repente
y he sabido por qué (gente que no creeríais). He visto a una mujer con
el pelo rubio impecable llevando un bolso de la última colección de
Loewe, gritando sola a punto de desgañitarse: «Mossos, gossos» (‘Mossos,
perros’).
He olido a quemado muchas noches de octubre. He visto a mujeres mayores que yo reunirse en una plaza para
discutir a qué manifestación se unían y dónde irían a cenar luego;
mientras unas abogaban por un bocadillo en una barra, otras defendían la
idea de algo más sólido, menos informal (ganaban las segundas cuando me
fui).
He visto a una ciudad devastada levantarse y salir a la calle y
pretender que aquí no ha pasado nada (y eso me ha dado más miedo que la
noche antes, cuando los fuegos y los cánticos y los gritos).
He visto a
chicos con la boca tapada dirigirme miradas amenazadoras y desviar la
mirada cuando yo no me achantaba. He visto una fotografía de un hámster
con una banderita atada al cuello diminuto.
He visto el desconcierto de
los que no se imaginaban que esto iba a ser así, pero han seguido, como
las novias camino del altar que, de repente, se dan cuenta de que no
aman al hombre con el que van a casarse, pero siguen a pesar de todo
hasta el «sí, quiero», el beso, el banquete, todo el lote, porque así lo
quiso el destino, mami.
He visto libros de reservas vacíos. He visto
buena fe. Y mucha mucha mala fe. He visto la pura ignorancia en acción.
He visto el triunfo de «cuanto peor, mejor». He visto a hombres y
mujeres quejarse amargamente (y he pensado: «No es ahora el momento de
quejarse, llegas tarde, ¿por qué no hablaste cuando debías?») y me he
callado y he agotado las pocas reservas de empatía que me quedan y me he
agotado y ahí sigo mientras los helicópteros continúan surcando el
cielo, atronadores, y me aguarda otra noche en blanco y sólo me salva el
último libro de Patrick Modiano, Encre sympathique, porque me recuerda que hay vida y mundo y melancolía más allá del ruido y del fuego y de los gritos y del silencio" (Isabel Coixet, Mi hermosa lavandería, XL Semanal, 12/11/19)
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