21/11/19

Indicios que dan miedo... en las pasadas elecciones municipales del 26 de mayo, en 380 municipios de Cataluña sólo se presentaron candidaturas independentistas... un porcentaje de los votantes que votaron a fuerzas políticas contrarias a la secesión de Cataluña en las generales no pudieron plasmar ese voto en las municipales, porque no había una candidatura que les representara...

"Es sabido que, en las pasadas elecciones municipales del 26 de mayo, en 380 municipios de Cataluña sólo se presentaron candidaturas de fuerzas políticas que defendían la secesión de Cataluña del conjunto de España. Esos municipios totalizaban 266.111 electores, de los que votaron 214.185.

Hasta aquí nada extraño; que existan municipios en que una mayoría aplastante de votantes estén a favor de la secesión de Cataluña es algo que sólo cabe respetar en cualquier sistema político mínimamente democrático. 

El conflicto surge cuando, en parte de esos municipios, el contraste entre los resultados de las municipales del 26 de mayo y los de las generales del 28 de abril de 2019, celebradas apenas un mes antes, muestra que un porcentaje de los votantes que votaron a fuerzas políticas contrarias a la secesión de Cataluña en las generales no pudieron plasmar ese voto en las municipales, porque no había una candidatura que les representara; y que dicho porcentaje era suficiente para que hubiesen obtenido representación municipal en caso de haber presentado candidatura.

Aquí intentamos una aproximación con más detalle a algo que se considera asumido; semanas antes de las elecciones municipales, diversos medios informativos publicaban listas de municipios cuyo ayuntamiento (y cuya alcaldía independentista) ya estaba decidido por incomparecencia de fuerzas políticas de oposición. Se plantea una cuestión de fondo: ¿existe presión social en esos municipios para que las ciudadanas y los ciudadanos, no alineados con el secesionismo, se abstengan de presentar una candidatura local?

Esta hipótesis desemboca en variables sobre si hay diferencias entre el nivel de abstención en las generales y las municipales. Una presión social para impedir que fuerzas políticas que discrepen del patriotismo imperante se presenten a las municipales podría llevar a que las personas que votarían a las fuerzas discrepantes reaccionen quedándose en casa como forma de protesta por no tener partidos a los que votar. 

O bien podría darse un fenómeno cruzado de abstención: personas que ya han desconectado políticamente de España pueden quedarse en casa en las generales, pero acudir en masa a las municipales, sería lo contrario del caso anterior. O bien una homogeneidad en la abstención en las municipales y las generales podría indicar indiferencia y rechazo general de la política en el municipio.  (...)

La cantidad de municipios en que se presentaron una o varias candidaturas, pero todas alineadas con posturas políticas partidarias de la secesión de Cataluña, fue de 111, sobre un total de 311 municipios en la provincia de Barcelona (69.767 votos válidos); de 100, sobre un total de 221, en Girona (63.308 votos válidos); de 99, sobre 231 municipios, en Lleida (50.981 votos válidos), y de 69, sobre 184, en Tarragona (28.735 votos válidos).  (...)

El análisis de la abstención muestra signos de rechazo al voto en las elecciones municipales por parte de un sector que no se siente representado por las candidaturas únicas secesionistas en los casos de Barcelona y Girona, donde los descensos de la participación son significativos.

En cambio, en Lleida y Tarragona no es posible descubrir un significado claro de la abstención. Es imposible confirmar o descartar la hipótesis de una abstención cruzada entre las generales y las municipales, y el alto nivel de abstencionismo en muchos municipios inferiores a los 1.000 habitantes, tanto en las generales como en las municipales, parece apuntar más a un indiferencia o desinterés por la política de parte de sus habitantes.

Sin embargo, sí resulta significativo que un máximo de 89 y un mínimo de 40 municipios de Barcelona (sobre 111) habrían tenido representantes de fuerzas políticas que no presentaron (o no pudieron presentar) candidaturas si la constante de voto en las generales se hubiese mantenido en las municipales. Razonamiento que también vale para un máximo de 93 y un mínimo de 34 de los municipios de Girona (sobre 100), y un máximo de 93 y un mínimo de 49 en Lleida (sobre 99). Y donde resulta más evidente es en Tarragona, con un máximo de 68 municipios y un mínimo de 42 (sobre 69).

La cuestión de si existieron mecanismos de exclusión para bloquear la elección de concejales no afines al secesionismo en un máximo de 343 de los 380 municipios en que se presentaron sólo listas de índole secesionista, es algo que desborda el marco de unas elecciones municipales y que tiene proyecciones en toda la situación política de Cataluña.

Las variables de un conflicto

Todos los nacionalismos, sean del color que sean, usan la coacción para imponerse; el recurso a la palabra persuasión con la que esta se enmascara es engañoso, porque la verdadera persuasión surge del debate, la reflexión y el diálogo, no de la concentración de presencia que exige un pronunciamiento en un ámbito delimitado.  (...)

En el nacionalismo catalán existe una dilatada historia de uso del doble lenguaje político; en el caso que nos ocupa, sus formas no se corresponden con la imposición directa, sino con la coacción sutil y continua disfrazada de persuasión que aísla a quien discrepa del discurso patriótico mediante el vacío; en un entorno que admite el pluralismo formal, siempre a partir de la aceptación básica del hecho nacional. 

A comienzos de 2012, en los primeros compases de lo que se ha venido en llamar el procés, la Asamblea Nacional Catalana (ANC) publicó un folleto de campaña que era todo un ejemplo de coacción persuasiva. Se titulaba "I si parlem amb el veí del segon?" ("¿Y si hablamos con el vecino del segundo?") [3]. La portada representaba la fachada de una vivienda en que todos los balcones, menos uno, lucían diferentes variantes de banderas patrióticas catalanas. Ese balcón, el del veí del segon, representaba una distorsión en una pluralidad que partía de unas reglas de inclusión. 

El subtítulo del folleto era aún más explícito: "La independència explicada als indecisos" (no es necesario traducir). Es decir, el vecino que no decoraba su balcón con la enseña patria no tenía derecho a un respeto a su privacidad ante el hecho nacional, era catalogado de entrada como indeciso; persona a la que sólo se le podían admitir dudas sobre su adscripción a algo tan natural o evidente como romper la normativa que regula la convivencia política de una sociedad, la indecisión que equiparaba su silencio visual a cuestiones como elegir el color de una prenda de vestir. Por suerte, los solícitos vecinos de balcones ya engalanados ofrecían su apoyo para que el vecino indeciso no se sintiese solo para combatir su indecisión.

Las implicaciones cívicas del asunto son fáciles de captar: el universo político de los promotores del folleto, y de la campaña asociada a él, no contemplaba un pluralismo que no pasase por la plantilla patriótica determinada. Quien no era indeciso entraba en las categorías de colono, miembro de las fuerzas de ocupación o invasor si no era originario de Cataluña, y si era nacido en dicho territorio las categorías eran las de traidor o botifler

El devenir de los años 2012 a 2017 que continúa —aunque, afortunadamente, no en los balcones— demostró que si el vecino del segundo no era presa de la indecisión, las categorías anteriores se reunían en una sola variable: el tal vecino era fascista, naranjito o pepero. Sobre otras formas de organizar la convivencia política más allá del hecho nacional, ni una palabra.

Una anécdota personal puede ilustrar el fenómeno. En el año 2013 una amiga de origen alemán, cuya abuela había vivido el ascenso del nazismo, me confesaba que se sentía asustada por la proliferación de banderas en los balcones de su barrio, pues le recordaba lo que le había contado su abuela sobre lo acontecido en Alemania en el largo período del ascenso nazi.

Las dictaduras no comienzan siempre con tanques saliendo de los cuarteles y tropas ocupando instituciones, edificios y calles, sino que pueden comenzar con mayorías parlamentarias que deciden saltarse la legalidad que las ha llevado allí, o bien aprovechar su mayoría para aprobar leyes irreversibles

Esto no es una digresión. Para los que conocemos el ambiente social de un pueblo pequeño o una ciudad mediana, es fácil entender lo que implica significarse ante una comunidad beligerante con identidad patriótica, ir más allá de la privacidad de una cabina de votación y dar el paso de encarnar en esa comunidad en una lista electoral que se sitúe al margen del patriotismo imperante. Y una gran ciudad puede fragmentarse en barrios y zonas donde sea factible comprobar qué actitud muestra el veí del segon."                     (Miguel Muñiz, Mientras Tanto, 28/10/19)

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