"Esta réplica al escrito Ara: Catalunya endins i un nou lideratge está redactada desde una perspectiva crítica, pero con la voluntad de iniciar un debate racional sobre la grave situación política de nuestro país y esbozar sus posibles soluciones. (...)
El texto arranca con unas consideraciones generales sobre la identidad nacional, algunas de las cuales podemos compartir, como la que sostiene su carácter de "construcción histórica" y "colectiva", compleja y sujeta a transformaciones, o la referida a la incorporación de nuevos valores.
Asimismo estamos de acuerdo en la resiliencia o resistencia de las identidades en el curso de la historia. Sin embargo, los problemas comienzan cuando estos planteamientos abstractos se aplican al catalanismo del que se afirma que siempre ha sido abierto y cosmopolita y que nunca -independentista o no- ha generado "aberraciones" que interpretamos, quizá equivocadamente, como expresiones de actitudes intolerantes, excluyentes o xenófobas.
En nuestros días se han multiplicado los actos intolerantes de los sectores más encendidos del independentismo con ataques contra sedes de partidos constitucionalistas o periodistas e incluso contra aquellos independentistas que muestran el menor atisbo de autocrítica hacia la ortodoxia secesionista. Eso por no citar los escritos xenófobos del actual presidente vicario de la Generalidad.
Así, pues, los firmantes del documento harían bien en no negar la realidad. Podríamos estar de acuerdo con ellos en que en el catalanismo han predominado los componentes de carácter cívico respecto a los de carácter étnico. Pero es un grave error negar estos últimos, los que a nuestro juicio han ido ganando terreno en el proceso independentista como demuestra el hecho de que Quim Torra ocupe la presidencia de la Generalitat. Es más, como demócratas, deberían advertir sobre los peligros de esta deriva etnicista. Por ello, las críticas al "supramacisme", que los autores del texto les provocan una "sonrisa", más bien los deberían suscitar preocupación.
Así, pues, los firmantes del documento harían bien en no negar la realidad. Podríamos estar de acuerdo con ellos en que en el catalanismo han predominado los componentes de carácter cívico respecto a los de carácter étnico. Pero es un grave error negar estos últimos, los que a nuestro juicio han ido ganando terreno en el proceso independentista como demuestra el hecho de que Quim Torra ocupe la presidencia de la Generalitat. Es más, como demócratas, deberían advertir sobre los peligros de esta deriva etnicista. Por ello, las críticas al "supramacisme", que los autores del texto les provocan una "sonrisa", más bien los deberían suscitar preocupación.
Asimilación imposible
Compartimos su constatación de que en "Cataluña hay dos identidades". También, suscribimos su preocupación por la "ulsterització" del país y el objetivo de "recoser" la fragmentada sociedad catalana. Ahora bien, la receta que proponen no sólo es completamente errada, sino que se contradice con sus consideraciones generales sobre la identidad. A su juicio, la causa de la dualidad identitaria radica en el "rotura del mecanismo de asimilación (...) un concepto mal visto en el pasado por una especie de progresismo rancio, porque la evidencia histórica muestra que la aspiración dominante de los inmigrantes es integrarse en el país de acogida ".
Para aclarar los conceptos, asimilación significa que los inmigrantes tienen que abandonar su identidad, en el sentido amplio del término, y adoptar la del país de acogida. En este sentido, la tesis de los autores del escrito representa un retroceso respecto no al "progresismo rancio", sino a las tesis del joven Jordi Pujol que criticaba la idea de asimilación y propugnaba aquella más flexible de integración.
Compartimos su constatación de que en "Cataluña hay dos identidades". También, suscribimos su preocupación por la "ulsterització" del país y el objetivo de "recoser" la fragmentada sociedad catalana. Ahora bien, la receta que proponen no sólo es completamente errada, sino que se contradice con sus consideraciones generales sobre la identidad. A su juicio, la causa de la dualidad identitaria radica en el "rotura del mecanismo de asimilación (...) un concepto mal visto en el pasado por una especie de progresismo rancio, porque la evidencia histórica muestra que la aspiración dominante de los inmigrantes es integrarse en el país de acogida ".
Para aclarar los conceptos, asimilación significa que los inmigrantes tienen que abandonar su identidad, en el sentido amplio del término, y adoptar la del país de acogida. En este sentido, la tesis de los autores del escrito representa un retroceso respecto no al "progresismo rancio", sino a las tesis del joven Jordi Pujol que criticaba la idea de asimilación y propugnaba aquella más flexible de integración.
De seguir su razonamiento asimilacionista, los centros catalanes en el extranjero deberían disolverse inmediatamente por asimilarse a la sociedad de acogida. Del mismo modo, los musulmanes residentes entre nosotros -en la medida en que la religión forma una parte esencial de su identidad cultural- deberían dejar de serlo. En contra de toda la doctrina de las Naciones Unidas sobre las minorías nacionales, según su planteamiento, la minoría sueca residente en Finlandia o la minoría húngara en Rumanía debería dejar su lengua y cultura para asimilarse a la mayoría finesa o rumana que los acoge. En fin, podríamos multiplicar ejemplos hasta el infinito.
Además, esta tesis asimilacionista se contradice con el carácter resilintes de las identidades culturales / nacionales. ¿Por qué la identidad de los catalanes que también se sienten españoles debería ser menos resiliente que la de aquellos catalanes sometidos durante décadas los intentos de asimilación del Estado español?
Además, esta tesis asimilacionista se contradice con el carácter resilintes de las identidades culturales / nacionales. ¿Por qué la identidad de los catalanes que también se sienten españoles debería ser menos resiliente que la de aquellos catalanes sometidos durante décadas los intentos de asimilación del Estado español?
En definitiva, su oferta para los ciudadanos, que se sienten catalanes y españoles, radica en que renuncien a su identidad y se asimilen a la identidad únicamente catalana que, por cierto, es la que profesan los autores del texto. De esta manera, no sólo será imposible ensanchar la base social del independentismo, sino que conduce a solidificar aún más las barreras entre las dos comunidades identitarias existentes en Cataluña.
Identidad nacional y clase social
En el texto se hace una referencia tangencial a la relación entre identidad nacional y clase social donde se afirma que la "identidad nacional se usa para enmascarar o apaciguar los conflictos de clase. Cierto, así sido y es. Pero las clases sociales y sus organizaciones -y que se nos demuestre lo contrario- están empapadas de identidad nacional ".
En nuestro país tenemos un ejemplo de manual. El giro independentista del catalanismo conservador se produce justo después de dos huelgas generales, del movimiento del 15M y de la histriónica entrada de Artur Mas en helicóptero en el Parlamento de Cataluña. De hecho, el exconseller Santi Vila confesó, en diciembre de 2014, que el relato del proceso soberanista permitió resistir "cuatro años de recortes" y que por eso había un proyecto "mínimamente ilusionante". Unas aseveraciones que se ajustan al teorema de Eric Hoffer:
En el texto se hace una referencia tangencial a la relación entre identidad nacional y clase social donde se afirma que la "identidad nacional se usa para enmascarar o apaciguar los conflictos de clase. Cierto, así sido y es. Pero las clases sociales y sus organizaciones -y que se nos demuestre lo contrario- están empapadas de identidad nacional ".
En nuestro país tenemos un ejemplo de manual. El giro independentista del catalanismo conservador se produce justo después de dos huelgas generales, del movimiento del 15M y de la histriónica entrada de Artur Mas en helicóptero en el Parlamento de Cataluña. De hecho, el exconseller Santi Vila confesó, en diciembre de 2014, que el relato del proceso soberanista permitió resistir "cuatro años de recortes" y que por eso había un proyecto "mínimamente ilusionante". Unas aseveraciones que se ajustan al teorema de Eric Hoffer:
"Neutralizar un movimiento de masas es a menudo asunto de sustituir un movimiento por otro. Una revolución social puede ser inmovilizada promoviendo un movimiento nacionalista o religioso"
Por lo que aquí nos interesa, en Sabadell, la identidad nacional está estrechamente vinculada a la clase social. Así basta comparar los distritos donde las fuerzas independentistas obtienen mejores y peores resultados electorales para comprobar que sus principales soportes se ubican entre las clases medias de lengua vehicular catalana y son muy escasos en los barrios donde residen las clases trabajadoras castellanohablantes. Así pues, existe una profunda conexión entre identidad y clase social donde las diferencias sociales están -por así decirlo- subrayadas por los factores de identidad.
Aquí radica un componente clave sin el cual resulta imposible entender correctamente la realidad y que agrava aún más la división entre las dos Catalunyas, ya que las diferencias identitarias se yuxtaponen a las de clase. La hegemonía del pujolismo coincidió con la crisis industrial que rompió la espina dorsal del movimiento obrero, al tiempo que en torno a la ideología nacionalista se asistía a un movimiento de homogeneización identitaria e ideológica de las clases medias. Así, mientras la clase trabajadora experimentaba un proceso de desestructuración y aculturación y devenía invisible; la clase media se unificaba alrededor del nacionalismo, en el marco de constantes campañas en torno a la lengua y la identidad. Este complejo proceso explica el que los autores califican de "superioridad orgánica independentista" y permite afirmar que el independentismo es la fase superior del pujolismo. (...)
Todos los países europeos tienen aspectos oscuros en su historia. España y Cataluña no son una excepción. Sin embargo, los países podemos cambiar si se dan unas circunstancias adecuadas. Sin embargo, basta con comparar la situación de la lengua y cultura catalana en la Cataluña Norte para comprobar cómo la democracia española ofrece un marco para el autogobierno y para el desarrollo de la cultura catalana que no existe en la República francesa. Por tanto, no podemos asumir la tesis, según la cual no se puede esperar nada de España excepto más represión e involución. Ahora, la fracasada vía unilateral ensayada por el movimiento independentista, ha provocado la reacción contraria; pero no se puede descartar que en otras condiciones políticas e históricas se revierta esta tendencia. (...)
El escrito contiene el aspecto positivo de reclamar una "adaptación a la realidad" frente a los planteamientos "irresponsables" de Elisenda Paluzié y Quim Torra, dada la actual correlación de fuerzas. En clave de autocrítica, propugnan un "trabajo de masas" para ensanchar la base social y unas "políticas sociales de centro-izquierda", desde el gobierno de la Generalitat, por "atraer a nuestro campo a gente indiferente u hostil". A la independencia -aseguran- no llegará inmediatamente, sino con "determinación y perseverancia" combinadas con "paciencia e inteligencia".
Sin embargo, su propuesta asimilacionista se alza como un obstáculo casi insalvable para alcanzar este objetivo. Especialmente cuando se pide en España el reconocimiento de su pluralidad identitaria, pero al mismo tiempo se quiere acabar con la pluralidad identitaria interna de Cataluña.
En nuestra opinión, la solución al actual conflicto político no radica en insistir en una vía que se ha mostrado rota. Por el contrario, creemos que esta salida pasa por buscar alianzas con las fuerzas progresistas catalanas y del resto de España para caminar hacia un Estado federal que garantice la convivencia, en términos de igualdad y fraternidad, los pueblos de esta piel de toro como decía Salvador Espriu." (Antonio Santamaría, iSabadell, 14/11/19)
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