"(...) Pujol dijo que el andaluz era
un “hombre destruido”, Junqueras habló de diferencias genéticas entre
catalanes y españoles y Torra llamó “carroña” y “bestias taradas” a los
catalanes castellanohablantes. ¿Existe el nacionalismo sin xenofobia?
No. El nacionalismo es predemocrático, esencialista, a
la postre xenófobo. Se sostiene en el rechazo más o menos disimulado de
sus conciudadanos, a los que no considera como iguales. El nacionalismo
apela a sinrazones como el pigmento de la piel, los mitos nacionales,
los hechos y leyendas entreverados sin solución de continuidad, y por
supuesto a la lengua, que contra todas las evidencias científicas
disponibles fundaría, ¡ja!, una percepción del mundo intransferible.
Apelar a la identidad colectiva, al espíritu del pueblo, al Volk,
implica situarse en los territorios románticos y putrefactos de las
peores tradiciones políticas, las mismas que llevaron a Europa a dos
guerras mundiales y por supuesto Auschwitz. El nacionalismo no existe
sin xenofobia. El nacionalismo, por supuesto, es la guerra.
En un artículo reciente titulado La Lliga norte, se mostraba crítico con los intentos de resucitar el catalanismo político como vía para superar el procés. ¿Por qué es una mala idea?
Porque bajo la cáscara sonriente del catalanismo se
esconde la citada xenofobia y la creencia, puramente mística, en una
supuesta similitud primordial. En realidad nadie tiene ni idea de qué
demonios pudiera ser el catalanismo si intentamos explicarlo mediante
criterios imparciales, despojados de literatura cutre.
¿Qué lo
distinguiría del asturianismo o el sorianismo? El catalanismo, entonces,
es una ficción, un trampantojo, una coartada para decir lo que no puede
decirse, lo innombrable, que somos distintos, más guapos, más altos,
más industriosos, más limpios, que no queremos vivir con vosotros y,
sobre todo, que no queremos repartir la pasta con vosotros, piojosos,
que sois unos piojosos.
El catalanismo ha sido el burro de Troya con el
que los xenófobos mantenían la ficción de respetar los pactos
constitucionales mientras trabajaban contra la soberanía nacional y los
derechos de todos los ciudadanos.
Pese a que los datos
demuestran que el catalán se habla más que nunca, TV3 o entidades como
Plataforma per la Llengua aseguran que se encuentra al borde de la
extinción. ¿Cómo lo explica?
Porque el catalanismo, los nacionalismos, como todas
las formas de populismo, necesita de un espantajo, un enemigo exterior
que cohesiona a los míos, el meteorito que acecha. Vive de fabricar
pánicos morales y sociales, de señalar la invasión de los bárbaros. Así
aglutina a sus falanges, mientras avisa del fin del mundo. Cuando
comparan el catalán con el urogallo o el lince ibérico lo que quieren
decir, pero no dicen porque viven del bullshit, es que hay que redoblar el apartheid lingüístico y el atropello de los derechos de los hablantes de la primera lengua de Cataluña, que es el español. (...)
¿Y qué opina de la postura de los comunes y Podemos frente al problema territorial?
Mientras la izquierda española no reconozca que el
nacionalismo es xenofobia, mientras no admita la trola fundacional del
supuesto —muy supuesto— antifranquismo del nacionalismo catalán y vasco,
y que más allá de ese teórico antifranquismo, es supremacista y
reaccionario, pues no hay mucho que hacer. La postura de los comunes
y Podemos frente al problema territorial responde al tacticismo, en
plan, Ok, no menos de un tercio de nuestros votantes en cataluña son
unos zumbados que consideran legítima la secesión, ergo toca hacerles la
rosca.
Al tacticismo y, claro, a una cósmica empanada
ideológica. Porque también hay mucho cabeza de huevo podemita, y del
PSC, que son los grandes culpables, ojo, los que reparten las bulas
morales junto al extinto PSUC y normalizan la tropelía, que entiende
como progresista e incluso deseable que un grupo, por regla general un
grupo de privilegiados, arrebate al resto de los ciudadanos sus derechos
políticos y una jugosa porción del territorio y el PIB.
(...) el nacionalismo, no puede apaciguarse porque vive de los problemas que
crea y su razón de ser, su tuétano, es y será el victimismo de índole
mafiosa. (...)
La obligación de los demócratas es impugnarlo, combatirlo y, en la
medida de nuestras posibilidades, derrotarlo. Sin concesiones." (Entrevista al escritor Julio Valdeón, Óscar Benítez, El Catalán.es, 19/07/19)
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