29/7/19

Julio Valdeón: “La obligación de los demócratas es combatir el nacionalismo”. El nacionalismo es predemocrático, esencialista, a la postre xenófobo. Mientras la izquierda española no reconozca que el nacionalismo es xenofobia, mientras no admita la trola fundacional del supuesto antifranquismo del nacionalismo catalán y vasco, que sólo es supremacista y reaccionario, no hay mucho que hacer...

"(...) Pujol dijo que el andaluz era un “hombre destruido”, Junqueras habló de diferencias genéticas entre catalanes y españoles y Torra llamó “carroña” y “bestias taradas” a los catalanes castellanohablantes. ¿Existe el nacionalismo sin xenofobia?

No. El nacionalismo es predemocrático, esencialista, a la postre xenófobo. Se sostiene en el rechazo más o menos disimulado de sus conciudadanos, a los que no considera como iguales. El nacionalismo apela a sinrazones como el pigmento de la piel, los mitos nacionales, los hechos y leyendas entreverados sin solución de continuidad, y por supuesto a la lengua, que contra todas las evidencias científicas disponibles fundaría, ¡ja!, una percepción del mundo intransferible. 

Apelar a la identidad colectiva, al espíritu del pueblo, al Volk, implica situarse en los territorios románticos y putrefactos de las peores tradiciones políticas, las mismas que llevaron a Europa a dos guerras mundiales y por supuesto Auschwitz. El nacionalismo no existe sin xenofobia. El nacionalismo, por supuesto, es la guerra.

En un artículo reciente titulado La Lliga norte, se mostraba crítico con los intentos de resucitar el catalanismo político como vía para superar el procés. ¿Por qué es una mala idea?

Porque bajo la cáscara sonriente del catalanismo se esconde la citada xenofobia y la creencia, puramente mística, en una supuesta similitud primordial. En realidad nadie tiene ni idea de qué demonios pudiera ser el catalanismo si intentamos explicarlo mediante criterios imparciales, despojados de literatura cutre.

 ¿Qué lo distinguiría del asturianismo o el sorianismo? El catalanismo, entonces, es una ficción, un trampantojo, una coartada para decir lo que no puede decirse, lo innombrable, que somos distintos, más guapos, más altos, más industriosos, más limpios, que no queremos vivir con vosotros y, sobre todo, que no queremos repartir la pasta con vosotros, piojosos, que sois unos piojosos.

 El catalanismo ha sido el burro de Troya con el que los xenófobos mantenían la ficción de respetar los pactos constitucionales mientras trabajaban contra la soberanía nacional y los derechos de todos los ciudadanos.

Pese a que los datos demuestran que el catalán se habla más que nunca, TV3 o entidades como Plataforma per la Llengua aseguran que se encuentra al borde de la extinción. ¿Cómo lo explica?

Porque el catalanismo, los nacionalismos, como todas las  formas de populismo, necesita de un espantajo, un enemigo exterior que cohesiona a los míos, el meteorito que acecha. Vive de fabricar pánicos morales y sociales, de señalar la invasión de los bárbaros. Así aglutina a sus falanges, mientras avisa del fin del mundo. Cuando comparan el catalán con el urogallo o el lince ibérico lo que quieren decir, pero no dicen porque viven del bullshit, es que hay que redoblar el apartheid lingüístico y el atropello de los derechos de los hablantes de la primera lengua de Cataluña, que es el español. (...)

¿Y qué opina de la postura de los comunes y Podemos frente al problema territorial?

Mientras la izquierda española no reconozca que el nacionalismo es xenofobia, mientras no admita la trola fundacional del supuesto —muy supuesto— antifranquismo del nacionalismo catalán y vasco, y que más allá de ese teórico antifranquismo, es supremacista y reaccionario, pues no hay mucho que hacer. La postura de los comunes y Podemos frente al problema territorial responde al tacticismo, en plan, Ok, no menos de un tercio de nuestros votantes en cataluña son unos zumbados que consideran legítima la secesión, ergo toca hacerles la rosca.

Al tacticismo y, claro, a una cósmica empanada ideológica. Porque también hay mucho cabeza de huevo podemita, y del PSC, que son los grandes culpables, ojo, los que reparten las bulas morales junto al extinto PSUC y normalizan la tropelía, que entiende como progresista e incluso deseable que un grupo, por regla general un grupo de privilegiados, arrebate al resto de los ciudadanos sus derechos políticos y una jugosa porción del territorio y el PIB.

 (...) el nacionalismo, no puede apaciguarse porque vive de los problemas que crea y su razón de ser, su tuétano, es y será el victimismo de índole mafiosa. (...)

La obligación de los demócratas es impugnarlo, combatirlo y, en la medida de nuestras posibilidades, derrotarlo. Sin concesiones."                       (Entrevista al escritor  Julio Valdeón, Óscar Benítez, El Catalán.es, 19/07/19)

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