"Antoni Bayona (Sabadell, 1954) ha plasmado en el libro No todo vale
(Península) su experiencia como letrado mayor del Parlament de
Catalunya en una etapa trascendental, cuando el Ejecutivo de Carles
Puigdemont celebró el referéndum del 1-O y declaró la independencia. (...)
En su libro afirma que se ha perdido la neutralidad del
Parlament. Y que incluso los trabajadores de la Cámara han sufrido
tensiones.
Eso ha pasado. Y llegando al grado actual, con prisiones preventivas,
aún más. Los trabajadores del Parlament estamos en una institución que
es plural y deberíamos mantener la apariencia de neutralidad, pero hay
personas que han pasado las emociones por encima de eso. Hay situaciones
dentro, las relaciones humanas se han visto afectadas.
Yo he notado un
cierto vacío. Hay personas que no han entendido que los letrados
hiciéramos advertencias como las de la legislatura pasada, avisando de
las consecuencias de no cumplir las órdenes del Tribunal Constitucional.
Lo comento como un intento de que el lector sepa que el ambiente, más
allá de la política, donde ya está bastante crispado, también se ha
deteriorado en la administración parlamentaria.
Menciona que la mayoría independentista de la Mesa dejó sola a la
ex presidenta Carme Forcadell, y que de alguna manera eludieron
responsabilidades para trasladárselas a ella.
Tengo esta percepción, y la puedo deducir de cosas que pasaron.
Forcadell estuvo expresamente expuesta a una serie de decisiones que
habían tomado un conjunto de personas, pero que al final acabaron
recayendo individualmente sobre ella. Decisiones que se podían haber
tomado desde el Govern se trasladaron al Parlament.
Y con este sistema
de tener que hacer ampliaciones del orden del día de los plenos para
aprobar leyes como las de transitoriedad o del referéndum, o las
conclusiones de la comisión del proceso constituyente, fue Forcadell
personalmente, como presidenta del Parlament, en la que se visualizó tal
decisión. Y esto era de justicia decirlo.
Sostiene que el proceso independentista ha menospreciado el derecho.
Aquí ha habido distorsiones de la realidad muy notables. Se ha
construido un imaginario en Catalunya, como si estuviéramos en un estado
autoritario, creando un mundo paralelo un poco fantasioso. Entonces
plantear una vía de la independencia unilateral, desbordando y
diciéndolo sin sutilezas como se hizo en la resolución I/XI [la
declaración de ruptura anulada por el TC], ya significaba prescindir de
un valor fundamental de un Estado, que es el valor del derecho. Y eso no
lo ha hecho ni Escocia ni ningún otro país.
Del relato que usted hace en el libro se desprende que los
líderes independentistas actuaron bien con ingenuidad, bien con
inconsciencia.
Sí, yo lo definiría con estas expresiones. Se me hace muy difícil
entender por qué hicieron lo que hicieron y no tengo una respuesta si no
es esta, que actuaron de esa manera. Hace mucho que se sabe que el
derecho a la autodeterminación reconocido en el pacto de derechos
humanos de la ONU está reconducido a situaciones muy extremas y
Catalunya no se puede adherir a él.
No, en el derecho internacional no. Porque el derecho internacional
también protege la integridad de los estados. Y cuando se hace este
pacto en los años 60 es para acabar con situaciones coloniales o con la
situación de pueblos que están oprimidos y no tienen ni derecho de
participación. En un estado democrático, en el que tenemos autonomía,
con instituciones propias, donde escogemos el parlamento español… todo
esto no tiene nada que ver con esos casos.
Por eso me sorprendió tanto
que la ley del referéndum se basara en el derecho de autodeterminación. Y
que ahora se quiera hacer valer delante del Tribunal Supremo en el
juicio. Me parece un argumento muy débil.
¿Qué ocurrió en Catalunya el 27 de octubre? ¿Fue un golpe de Estado? ¿No ocurrió nada?
No estoy de acuerdo con las afirmaciones que lo califican de golpe de
estado. Ligado a las dos leyes, lo que teóricamente se hizo aquel día, y
que se aparentó, porque fue la percepción que tuvo la ciudadanía, es
que se consumaba la independencia. Pero luego parece que sus impulsores
no lo querían hacer. Fue algo más retórico o político que efectivo.
¿Entonces?
Se aprobó algo suficientemente ambiguo para que pareciera que se
había declarado la independencia, pero una independencia no se hace
efectiva por la vía unilateral si después no la materializas. El Govern
declaró la independencia de Catalunya y acto seguido se fue de fin de
semana. Y para hacer efectiva la independencia tendría que haber
doblegado la voluntad del Estado.
¿Qué ocurrió en Catalunya el 27 de octubre? ¿Fue un golpe de Estado? ¿No ocurrió nada?
No estoy de acuerdo con las afirmaciones que lo califican de golpe de
estado. Ligado a las dos leyes, lo que teóricamente se hizo aquel día, y
que se aparentó, porque fue la percepción que tuvo la ciudadanía, es
que se consumaba la independencia. Pero luego parece que sus impulsores
no lo querían hacer. Fue algo más retórico o político que efectivo.
¿Entonces?
Se aprobó algo suficientemente ambiguo para que pareciera que se
había declarado la independencia, pero una independencia no se hace
efectiva por la vía unilateral si después no la materializas. El Govern
declaró la independencia de Catalunya y acto seguido se fue de fin de
semana. Y para hacer efectiva la independencia tendría que haber
doblegado la voluntad del Estado.
¿Cómo lo define pues?
Es el final de una huida hacia delante. De tantas promesas y de crear
tantas expectativas. Como la gente se lo creía, nadie en el Govern se
atrevió al final a poner el freno. Es como un acto de inmolación final.
Pero esto no es tanto un problema de responsabilidad judicial como de
responsabilidad política.
Viendo desde dentro las decisiones que tomaban Forcadell y los
miembros soberanistas de la mesa, ¿diría que desobedecieron al Tribunal
Constitucional?
Es difícil, porque está objetivado, decir que no hubieron
incumplimientos a resoluciones del TC. Hubo advertencias a la mesa de no
continuar por este camino, y se continuaba por este camino. Esto está
acreditado y se produjo varias veces.
¿Eran Forcadell y los miembros de la Mesa conscientes de estar incumpliendo estas resoluciones?
Nosotros les advertimos. Cuando el secretario general del Parlament y
yo nos encontramos en esta situación, y vimos que podía haber una
responsabilidad derivada de una situación, tienes que decir: cuidado. Y
por tanto, estas advertencias están acreditadas.
En el libro también afirma de forma rotunda que no hubo delito de rebelión.
Así es. Toda la construcción que hay en la interlocutoria del juez
Llarena, que se centra en lo que pasó el 20 de septiembre y el 1 de
octubre, es difícil de hacerla caber en la forma que el código penal
regula la rebelión.
¿Qué hubo entonces?
Quizás pasó algo que no está contemplado en el código penal. A veces
puede suceder algo que pueda ir más allá de una simple desobediencia,
porque era más sistemática y reiterada, pero que no está contemplado en
el código penal. En derecho penal no se puede juzgar por elevación. Con
un delito superior.
Y aquí hay un problema importante en el juicio. Que
también liga con el título de no todo vale. El juicio, desde el punto de
vista jurídico, está sometido a una prueba de estrés. Que ya veremos si
es capaz de superarla.
Los líderes independentistas que están siendo juzgados en estos momentos, ¿son presos políticos?
Para mí un preso político es aquel que está en prisión por expresar y
manifestar sus ideas. No hay que banalizar el concepto. Aquí hay una
diferencia, y es que se han defendido unas ideas y se han tomado unas
decisiones como autoridades públicas. Y esto es un elemento a considerar
que a mí me hace pensar que no se les puede definir como presos
políticos.
¿Qué salida ve a la situación actual?
Hemos de hacer un reset. No se le puede plantear al gobierno de
Madrid, como se le planteó a Pedro Sánchez: “mis condiciones son
referéndum, mediación internacional, autodeterminación y libertad de los
presos”. Hombre, esto está claro que la otra parte no lo puede asumir.
Deberíamos hacer un giro de moderación, al menos como solución temporal.
Para buscar una acomodación, porque el marco constitucional es
suficientemente abierto.
Dejemos que las cosas se desinflamen un poco, y
luego ya veremos. También habría que buscar la manera de hacer una
consulta, porque hay una demanda social importante a favor de la
independencia y un referéndum estaría justificado. Lo primero que
tendríamos que hacer es darnos una tregua.
¿Teme que la publicación de este libro pueda comprometer su neutralidad como letrado del Parlament?
Es algo sobre lo que he reflexionado y he concluido que no. Porque
los letrados del Parlament nos debemos a la institución. Por definición
no somos letrados de la mayoría, lo somos de una institución que es
plural. Y sé diferenciar entre mi opinión y mi deber profesional. No lo
hubiera escrito si fuera letrado mayor, pero ahora soy un letrado
normal, y al fin y al cabo solo estoy hablando de lo que ha pasado, de
la historia.
¿Es usted independentista?
Después de la sentencia del Estatut me pareció que la vía de la
independencia era lógica y posible porque se había cerrado una puerta,
la sentencia del Estatut era muy beligerante y cerraba deliberadamente
muchas puertas que estaban abiertas en la Constitución. Yo creí en el
proyecto independentista y podríamos decir que podía ser
independentista.
Pero cuando veo que esto se lleva a cabo de una manera
que no considero correcta, ya que veo que la vía unilateral nos llevaría
al fracaso, desconecto emocionalmente. Mi independentismo está en el
congelador actualmente. No descartado, pero no lo puedo asociar a una
manera de hacer y a unos actores con los que no me siento identificado."
(Entrevista a Antoni Bayona, ex letrado mayor del Parlament de Catalunya, Maite Gutiérrez, La Vanguardia, 26/02/19)
No hay comentarios:
Publicar un comentario