"(...) Hace dos días, el voto
favorable de su grupo parlamentario a una excéntrica moción de la CUP
que reprobaba la Constitución española como antisocial y antidemocrática,
encendió todas las alarmas.
Semejante posicionamiento cuestionaba toda
una tradición de la izquierda catalana y del movimiento obrero – una
tradición que entiende que la Constitución del 78, impensable sin la
lucha de la oposición democrática, logró establecer un marco de
convivencia y progreso social tras décadas de dictadura. Pero, ante
todo, un voto tan cargado de simbolismo situaba a los "comunes" en la órbita del discurso independentista, según el cual España seguiría siendo irremediablemente franquista.
Una
grave equivocación que habría que atribuir sin embargo, no tanto al
propio grupo parlamentario como a la calculada ambigüedad de que hace
gala la dirección del partido. (...)
La pretendida Ley Fundacional, a la que sí pudimos oponernos
abiertamente, dibujaba la arquitectura de una República que, de hecho,
era mucho menos democrática que la monarquía parlamentaria instituida
por la Constitución del 78: una república sin separación de poderes y
con las atribuciones de su futura representación parlamentaria
secuestradas de antemano.
Pero la dirección de los
comunes solo contemplaba la movilización de una parte de la sociedad
catalana, sin percibir la angustia y perplejidad de la otra –-donde se
sitúa, por cierto, el grueso de la población trabajadora que ha
constituido la base social histórica de las izquierdas. Ese estrabismo
político continua.
Y ha sido la verdadera causa de este último error…
que bien podría ser un último aviso. Mientras comete semejantes deslices
en el parlamento, Catalunya en Comú, que parece ajena a las vivencias
de esos sectores populares, sigue deshojando la margarita de su ideario.
¿Qué somos? ¿Federalistas o confederales? ¿Somos tal vez un poco
independentistas?
La pregunta que nos hace la clase trabajadora es, sin
embargo, mucho más directa y no se pierde en divagaciones: ¿queréis la ruptura de Catalunya con España, sí o no?
Tras la experiencia de estos años, sería hora de decir, simple y llanamente, que un
proyecto coherente de izquierdas es incompatible, no solo con la vía
unilateral y manifiestamente fracasada del "procés", sino también con el
propio objetivo de la independencia de Catalunya.
La República
autoritaria y populista de 7-S, llamada a convertirse en un paraíso
fiscal, no era una simple pesadilla, ni el diseño erróneo de algunos
dirigentes: bajo las condiciones objetivas de la globalización y ante
las diversas identidades que conviven en nuestra sociedad, un nuevo y
raquítico Estado catalán difícilmente podría configurarse más que como
un ente regresivo, sometido al feroz dictado de los mercados
financieros.
El horizonte de una izquierda transformadora no puede ser el de una Andorra con vistas al mar,
ni nada que se le parezca. Es hora de decir que aspiramos a un Estado
capaz de acomodar al conjunto de nuestras diversidades nacionales desde
el reconocimiento y la solidaridad; que queremos una reforma federal de
España y de Europa. Si tardamos demasiado en tomar esa determinación,
quizá ya no tengamos tiempo para cambiar de rumbo." (Lluís Rabell, CatalunyaPress, 20/12/18)
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