7/11/18

Se dice que con su odio a lo hispánico el separatismo desenfrenado de los últimos años ha multiplicado los gestos xenófobos. No es verdad. La xenofobia estaba ya por todas partes en 1976. «¿O sea que tú perteneces a esa otra invasión que estamos sufriendo?»; con esta frase y el tono petulante característico de la gauche divine, recibió Román Gubern a mi primera mujer hace más de 40 años...

"(...) El nacionalismo catalán es el paradigma de una frustración nacional irredimible. Se inspira en la insolidaridad característica de las regiones ricas y se alimenta de pequeñas y mezquinas afirmaciones diferencialistas, algunas de ellas folclóricas, incluso futbolísticas; y otras inventadas, como la lengua de Pompeu Fabra.  (...)

LA FRUSTRACIÓNque genera un programa nacional que nunca acaba de realizarse es inagotable y para quien llega del extranjero es un problema permanente porque no puede redimirse con integración alguna. ¿Cómo se integra uno a una comunidad imaginaria? El inmigrante está de antemano condenado a su diferencia: le es permitido estar, pero nunca le estará permitido pertenecer. 

Como alternativa puede convertirse en una especie de esbirro o de gurkha, como Pisarello. O si es algo más digno y auténtico, ponerse a chapurrear un catalán acharnegado aprendido en el barrio y confiar en que sus descendientes, ya del todo deculturados por las escuelas manipuladas por el separatismo, consigan fundirse con el paisaje. 

Pero esa es otra frustración sobrevenida, surgida del desarraigo o la miseria, que produce individuos arteros que ocultan sus apellidos españoles o los catalanizan para sentirse admitidos y sólo consigue retroalimentar la xenofobia.

Se dice que con su odio a lo hispánico el separatismo desenfrenado de los últimos años ha multiplicado los gestos xenófobos. No es verdad. La xenofobia estaba ya por todas partes en 1976. Lo primero que me llamó la atención al llegar a Barcelona fue que los catalanes de cualquier extracción social hablaran de sus connacionales españoles venidos a trabajar a la región como de «inmigrantes» y a nadie le llamara la atención.

 «¿O sea que tú perteneces a esa otra invasión que estamos sufriendo?»; con esta frase y el tono petulante característico de la gauche divine al que con el paso de los años acabé por acostumbrarme, recibió Román Gubern a mi primera mujer hace más de 40 años.

 El término sudaca, con su desprecio inherente incorporado, tan sofisticado como inapelable, lo escuché por primera vez en boca de Carlos Barral. Es falso, pues, que la izquierda catalana haya devenido nacionalista y xenófoba. Siempre lo fue.(...)"                 (Enrique Lynch, El Mundo, 26/10/18)

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