"Este viernes damos en Barcelona el premio Tolerancia a Maite Pagaza. Aún no tenía ese premio. Es puramente sorprendente.
Hace quince años mataron a su hermano Joseba. Concretamente, el 8 de
febrero de 2003, cuando un tipo llamado Gurutz Aguirresarobe Pagola
entró en el bar Daytona de Andoáin y disparó sobre el hombro, el
estómago y la cabeza de su víctima. Pagaza era el jefe de la policía
municipal, pero el Ayuntamiento, gobernado por Euskal Herritarrok, se
negó a condenar el asesinato.
Ni ese día ni al día siguiente ni al año siguiente Maite Pagaza disparó a su vez contra nadie. No
disparó contra el asesino de su hermano ni tampoco eligió disparar en
sinécdoque, es decir, no disparó, por ejemplo, contra ninguno de los
públicos y reconocidos miserables que se negaron a condenar el asesinato.
Esta conducta es meditable. No fue solo la de Maite Pagaza, sino
también la de todos los familiares y amigos, menos uno, de los miles de
víctimas del terrorismo nacionalista vasco. Insisto en que es meditable.
Yo, para señalarme, no estoy absolutamente seguro de que ésa hubiera sido mi conducta en un caso similar.
Y si lo hubiera sido, menos seguro estoy aún de que hubiera sido por
algo más que cobardía.
Supongo que en tales circunstancias agobiantes
habría hecho cálculos rápidos. La posibilidad de matar, sí, pero también
de morir, en la propia venganza o más tarde, en la venganza sucesiva de
los otros; la casi certeza de que te apresarán y los años que pasarás
en una sórdida celda, y el horrible rancho, sobre todas las cosas... Yo
habría calculado mucho, supongo.
Pero tengo la sospecha de que hay en el mundo otro
tipo de personas. Personas que responden a la seca, primera y mejor
definición de tolerancia, que es la de llevar las cosas con paciencia,
sin alterarse más allá de lo que permite la vida, es decir, sin merodear
en los anchurosos campos de la disolución y la muerte.
Personas tocadas
de una gran inteligencia, que ante la certeza, una mañana en el célebre
bar Daytona, de un hermano baleado se resisten a extender de su mano la
metástasis, simple y civilmente, sin perdones ni demás alientos
fétidos, sobriamente seguros de que la continuidad en la vida es la
respuesta más eficaz ante la muerte. Y, en realidad, la mejor venganza. (...)" (Arcadi Espada, El Mundo, 25/10/18)
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