12/7/18

Errejón: Debería ser un motivo de orgullo nacional que en España el 15M y sus secuelas no solo pusieran la primera vacuna a cualquier rearticulación de las identidades en sentido reaccionario (racista, por ejemplo), sino que además señalaran el camino para una mayoría social nueva

"(...) En el sueño húmedo de las élites -“el fin de la historia” de Fukuyama- la globalización habría borrado las identidades y pasiones colectivas de la política, así como cualquier necesidad de una cierta idea de comunidad o pertenencia. 

Tanto lo creyeron así que con la crisis económica vieron incluso una correlación de fuerzas favorable y la ventana de oportunidad para otra nueva ofensiva oligárquica de recorte de derechos. En la “modernidad líquida”, los gobernantes rozaban una democracia individualizada de consumidores y la utopía proto-totalitaria de una democracia sin pueblo. 

Pero como advertía Freud, lo reprimido siempre vuelve y, a partir de 2011 apareció el fantasma del populismo indisociablemente unido al retorno de lo político entendido como antagonismo y construcción del “pueblo” como sujeto colectivo.

 Las élites vieron en este fenómeno social una suerte de anomalía infantil, animal e irracional exaltada por las bajas pasiones de la plebe mas, en rigor, no era otra cosa que el síntoma del desmoronamiento de los regímenes y élites tradicionales, cobrándose la desintegración del campo socialdemócrata como primera víctima.

En general, existen tres grandes asideros identitarios: Dios, la clase y la nación. Descartando la primera opción en los Estados laicos, la segunda tampoco parecía más plausible teniendo en cuenta las profundas transformaciones en el mundo del empleo como la deslocalización de la industria y la clase obrera tradicional, la emergencia del precariado y el mantra de “we are all middle-class now”. 

Se abría así una carrera hacia lo nacional-popular, entendido como un lugar vacío aún por construir y en disputa entre fuerzas progresistas y reaccionarias, un momento constituyente en el que los distintos pueblos de Europa debían elegir sobre qué base refundar su país (el “We the People” con el que empieza la Constitución yankee). 

El populismo no es más que una “forma” o “lógica” política, pero lo que le da un contenido concreto depende de la elección del adversario: si es el penúltimo contra el último o “la gente” contra una minoría privilegiada y corrupta, “la casta”.

Debería ser un motivo de orgullo nacional que en España el 15M y sus secuelas –mareas, PAH, etc- no solo pusieran la primera vacuna a cualquier rearticulación de las identidades en sentido reaccionario (racista, por ejemplo), sino que además señalaran el camino y construyeran los mimbres simbólicos e imaginarios para una mayoría social nueva, transversal y alternativa a la del régimen. 

En este sentido, Podemos no nació para representar al 15M porque este es, en rigor, “irrepresentable”, pero sí para llevar esta voluntad colectiva nueva a derrotar las élites en su propio terreno. 

Como el arquero de Maquiavelo, Podemos apuntó alto para llegar lejos: si bien aún no ha conseguido el objetivo al que miraba, sí ha conseguido el objetivo al que apuntaba: enfrentarse a las grandes maquinarias en hasta seis contiendas electorales, consolidar un espacio político propio, evitar la restauración del Régimen del 78 y mantener la posibilidad de seguir abriendo brecha en el futuro desde posiciones conquistadas decisivas. 

La flecha sigue volando alta.  (...)"              (Íñigo Errejón, La Marea, 05/02/17)

No hay comentarios: