19/6/18

Los independentistas no nacionalistas (partidarios de una independencia para dotar a la sociedad catalana de herramientas para hacer políticas sociales) parecen haber perdido su combate. La independencia (o más bien la retórica sobre la independencia) ha acabado siendo el fin de toda acción política emprendida por las fuerzas políticas partidarias de la construcción de un estado propio...

"En los últimos tiempos hemos asistido a un fecundo debate en torno al momento de arranque del procésy las razones que posibilitaron el crecimiento tan espectacular del independentismo. 

 De cierto modo se ha querido profundizar en los análisis que fijaban aquel arranque en la sentencia del Estatuto de 2010 y que hasta hace poco habían sido mayoritarios. 

Quien ha reflexionado sobre ello (estoy pensando en Guillem Martínez, en Ignacio Sánchez Cuenca, o Jordi Amat), no han menospreciado el impacto disruptivo de aquella sentencia, pero han aportado la idea de la existencia de unas circunstancias políticas y unas tendencias culturales que venían de antes, así como han remarcado el peso de las condiciones del contexto y no precisamente solo de lo inmediato. 

(...) ERC se adentró en una profunda labor de redefinición de sus postulados tradicionales. De la mano de Carod y Puigcercós primero hacía un movimiento de emancipación del nacionalismo tradicional optando para una mayoría de izquierdas y luego definía un ambicioso proyecto de ensanchamiento de sus bases. 

Tanto a nivel social, a través de la integración de cuadros y dirigentes en UGT, como a nivel geográfico, apostando fuerte por el área metropolitana de Barcelona. Esta redefinición llevaría a valorizar la idea de un independentismo anclado a la izquierda, que se concebía a sí mismo como no nacionalista.

La independencia, en definitiva, era únicamente un instrumento, no un fin. La meta no era construir un estado-nación clásico sino acercar las decisiones a la ciudadanía y dotar a la sociedad catalana de herramientas para hacer políticas sociales que —según la lectura que se hizo sobre todo después de los recortes en el Estatuto en 2005 y 2006— la pertenencia al Estado español no garantizaría.

 Este fue el discurso que se impulsó y que arraigó profundamente en sectores amplios de la población, más aun después de la crisis económica de 2008, de la Sentencia sobre el Estatuto y sobre todo de los recortes de 2010-2011.

El discurso contenía una contradicción intrínseca en el momento en el que quien lo impulsaba aceptaba compartir proyecto —y tarea de gobierno— con quien aplicaba estos mismos recortes. 

De otro modo —sin la conceptualización de la independencia como sinónimo de cambio, no como reivindicación nacional clásica—, no se entendería ni la envergadura de la gran Diada de 2012 ni la popularidad de un concepto como el derecho a decidir, tampoco la eclosión y consolidación de la CUP en el escenario político catalán o ciertas simpatías que el procés ha despertado en algunos sectores de la izquierda no independentista.

Queda por preguntarse hasta qué punto en los últimos años esta idea tan aparentemente prometedora de un independentismo no nacionalista, democrático y de cambio ha desplegado sus posibilidades y ha podido influir realmente las suertes políticas del país. 

Las evidencias de las que disponemos parecen apuntar más bien al contrario: lejos de ser un instrumento, la independencia (o más bien la retórica sobre la independencia) ha acabado siendo el fin de toda acción política emprendida por las fuerzas políticas partidarias de la construcción de un estado propio. 

Y, probablemente, el elemento más inquietante es que haciendo esto se han asumido unos costes altísimos en términos de polarización civil y subordinación a una visión meramente nacionalista, esencialista y conservadora de la que la elección de Torra es únicamente el último epifenómeno. 

Hoy, en definitiva, los independentistas no nacionalistas, parecen haber perdido su combate. Y sin embargo, tal vez deberían volver a pensar en por qué querían la independencia. 

Si realmente era sólo un instrumento para el cambio y para la mejora de la vida de la ciudadanía, seguro que encontrarían herramientas nuevas y diversas para avanzar hacia estos objetivos."               (Paola Lo Cascio, El País, 23/05/18)

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