"En primer lugar, ha de asumirse que el conflicto
que padecemos es un conflicto entre catalanes. Es en Cataluña donde la
convivencia está rota, donde los símbolos son usados como armas
arrojadizas, donde se pelea por el espacio público, donde los ciudadanos
sienten que las instituciones ya nos les representan.
Es en Cataluña
donde algunos pretenden que no hay más salida que saltarse la ley, es en
Cataluña donde algunos nos sentimos amenazados por el poder público. Es
en Cataluña donde unos recurren a los tribunales y otros se burlan de
las sentencias. Este es un conflicto entre catalanes.
Y somos los catalanes en primer lugar los que
debemos abordarlo. Y para ello tenemos que abrir un diálogo profundo,
sincero, abierto, entre nosotros. Compartimos el mismo territorio y las
mismas instituciones. Compartimos escuelas y calles, gobierno y
parlamento, ayuntamientos y fiestas.
Somos nosotros quienes hemos de
escucharnos y entendernos como primer paso para hallar reglas de
convivencia que nos permitan restañar heridas y afrontar un futuro
juntos los catalanes nacionalistas y no nacionalistas.
No será fácil, pero es la única vía ¿o pretendemos vivir de espaldas unos a otros eternamente?
Y mientras ese diálogo entre catalanes no
fructifique en acuerdos ¿de qué diálogo entre Madrid y Barcelona
hablamos? No digo que las administraciones no tengan que hablar; pero
han de hacerlo de la gestión de las competencias que a ambos interesan,
del día a día de la administración.
Evidentemente, de eso pueden y deben
hablar pero ¿han de abordar ahora la Generalitat y el gobierno de
Madrid un diálogo sobre el futuro de Cataluña? ¿De qué manera si los
catalanes estamos divididos? ¿Llevará Torra a Madrid la opinión de algo
menos de la mitad de Cataluña, la Cataluña nacionalista, como si fuera
la opinión de toda Cataluña? Seguro que esa es su intención pero ¿ha de
admitirlo el gobierno español, los partidos políticos o las Cortes? No,
no deberían.
Ante esta situación de división esas llamadas al diálogo
por parte de los nacionalistas deberían tener una respuesta muy clara:
"mire, Sr. Torra, lo primero es que los catalanes lleguen a acuerdos
amplios, y sobre la base de esos acuerdos hablaremos; pero en la
situación actual, con una sociedad dividida ¿pretende que lleguemos a
acuerdos con usted que probablemente no satisfarán a una parte
significativa de los catalanes? ¿qué futuro tendrían pactos "con
Cataluña" que carecerían de la adhesión de una parte significativa de
los catalanes?
Creo que cualquier otra respuesta por parte de
"Madrid" sería una tremenda irresponsabilidad. Conseguida la desafección
de una parte significativa de la sociedad catalana, la búsqueda de
pactos con esa parte de la sociedad al margen de la mitad (al menos) de
los catalanes no haría más que aumentar el descontento, la tensión y los
enfrentamientos. Enfriar las posibilidades de ese diálogo con el Estado
en tanto se mantenga la división dentro de Cataluña sería un ineludible
ejercicio de responsabilidad.
Y ante esta situación ¿por dónde empezar? Lo primero es el
reconocimiento del otro. Es necesario que los no nacionalistas
reconozcan que hay una parte importante de los catalanes insatisfechos
con la situación actual; pero también que los nacionalistas admitan a
los catalanes no nacionalistas como parte de Cataluña y como actores
necesarios en su situación.
El ninguneo que practican los nacionalistas
hacia los no nacionalistas no contribuye precisamente a sentar las bases
de este diálogo tan necesario. Es preciso que todos asuman que nada se
conseguirá contra la otra mitad de Cataluña. (...)
¿Cuál debería ser el objetivo final de ese diálogo?
Creo que los resultados de ese diálogo deberían plasmarse de muchas
maneras. Unas con relevancia normativa y otras no; pero entre las
primeras no hemos de descartar la posibilidad de un nuevo Estatuto de
Autonomía.
El Estatuto vigente no contenta a nadie. Los
nacionalistas no dejan de repetir que su contenido "no les representa";
pero los no nacionalistas tampoco están satisfechos con un texto que no
hace más que dar forma jurídica al nacionalismo del que venimos y tantos
malos nos ha causado.
Somos muchos los catalanes que no estamos cómodos
con un Estatuto que no da cuenta cabal del carácter plural de Cataluña,
de una Cataluña que no puede ser tan solo la imagen que los
nacionalistas tienen de ello. Creo que precisamos un Estatuto con el que
todos los catalanes nos podamos sentir satisfechos. Y ese, desde luego,
no es el estatuto vigente.
Quizás algunos se escandalicen de lo que acabo de
escribir, pero si estamos de acuerdo en que vivimos una grave crisis de
convivencia en Cataluña ¿no tendrá alguna responsabilidad en dicha
crisis la norma básica que rige nuestra autonomía? Si asumimos que es
preciso un diálogo profundo entre catalanes ¿mantendremos que ese
resultado no ha de tener ningún reflejo en nuestra norma básica como
Comunidad Autónoma?
Creo que esta es la tarea que debemos abordar:
construir la convivencia entre catalanes, revisar lo que han sido las
últimas décadas y hacer todo el esfuerzo posible para llegar a acuerdos
que permitan devolver la paz a la convivencia. Si este diálogo acaba
fructificando una reforma del Estatuto de Autonomía debería ser su
corolario natural.
Y entre tanto este diálogo entre catalanes no
avance, por favor, señores de Madrid, no tomen la parte por el todo ni
den por supuesto que lo único que hay que hacer es contentar a los
nacionalistas.
Los catalanes no nacionalismos no volveremos a callar." (El jardín de las hipótesis inconclusas, 05/06/18)
No hay comentarios:
Publicar un comentario