22/6/18

El nacionalismo no es de izquierdas ni popular... exacto. Se trata de un movimiento esencialmente narcisista”... un “auto enamoramiento” colectivo de los catalanes soberanistas

"(...) Muy pocas reflexiones, útiles para la dialéctica política y para el manejo del análisis periodístico, sin embargo, se han producido al margen del racional catalán, catalanista o anticatalanista.

 Además del relato histórico de Jordi Canal (‘Con permiso de Kafka’, editado por Península), hay que prestar una especial atención a ‘El golpe posmoderno’ (editorial Debate), del filólogo (en hispánica e inglesa) y periodista Daniel Gascón, director de la revista ‘Letras libres’. 

Ayer se distribuyó en librerías otro prometedor relato escrito con ojos extranjeros: el de la corresponsal de ‘Le Monde’, Sandrine Morel, titulado ‘En el huracán catalán’ (editorial Planeta).

El valor del ensayo de Gascón es que está escrito por un autor de 37 años, desprendido de prejuicios generacionales y poseedor de una capacidad de observación limpia y sin adherencias. Su lenguaje es preciso y claro, pero no resulta abrupto ni hostil. Se trata de un libro con más carácter que temperamento y, por ello, especialmente útil.

Para Daniel Gascón, “el secesionismo catalán ha unido nacionalismo y populismo”, afirmación clave para entender el éxito del fenómeno separatistaque lo hace contemporáneo pese a su anacronismo decimonónico. De ahí que el proceso “haya sido un golpe de diseño” en el que se ha “evitado la palabra revolución, pero contenía elementos revolucionarios”. 

El autor desarrolla al efecto y extensamente dos ideas igualmente medulares: el independentismo no es de izquierdas (algo en lo que abunda también el último ensayo de Jordi Gracia, titulado ‘Contra la izquierda’, editado por Anagrama) y, por ello, entre otras razones, “no es del todo convincente” que se trate de un “fenómeno popular”. Ni izquierdista ni popular: exacto.

El nacionalismo catalán mutado a separatista ha “disimulado (…) sus elementos anacrónicos, un poco decimonónicos y rancios, y su sustrato supremacista [afirmación escrita antes de que Torra fuese investido presidente de la Generalitat]”, y este disimulo de factores avejentados del fenómeno secesionista hace, según el autor de este “golpe posmoderno”, que “el independentismo” sea “un movimiento esencialmente narcisista” (lo que evoca a la tesis de Adolf Tobeña, que califica lo que ocurre como un “auto enamoramiento” colectivo de los catalanes soberanistas).

No obstante, Daniel Gascón desenmascara con elegancia “el discreto encanto del supremacismo” (capítulo 9 del ensayo, cuya lectura es particularmente instructiva). También tiene un cierto efecto catártico la alusión a “numerosos expertos e intelectuales” que han apoyado la opción separatista, “alineándose acríticamente con el ‘procés”, mencionando igualmente a los “intelectuales ‘finos’ del catalanismo” que “están imbuidos de cierta superioridad moral” y que aunque “no apoyan la táctica del ‘procés”, sí “comparten su relato del agravio”.

Nuestro autor pone palabras a percepciones muy generalizadas e inconexas en la conciencia colectiva. Como esta: “Conforme pasa el tiempo, más inverosímil resulta que unas personas pretendieran lograr la independencia con menos de la mitad de los votos, y que todavía sigan empeñadas en ello. Pero también causa perplejidad que costara tanto tiempo evidenciar este hecho”.  Muy cierto.

Pero esa constatación hay que ponerla en relación con lo que Gascón denomina “la mirada del mundo” sobre el fenómeno secesionista —una mirada “orientalista”—, en la que “algo tiene que ver la desidia comunicativa del Gobierno de Mariano Rajoy”, aunque este no sea el único motivo sino también la visión “perezosa y condescendiente anglosajona” que el filólogo y periodista explica con ejemplos de publicistas que, como John Carlin, Jon Lee Anderson o Raphael Minder, han desmentido con sus tesis el presunto cocimiento que decían tener de nuestro país, su historia y su tránsito de la dictadura a la democracia.

Daniel Gascón es constructivo en el remate de sus tesis —habrá que negociar—, pero antes advierte de que “la realidad es terca” y que, por tanto, el “simulacro se disuelve en contacto con la realidad” que no consistió en un choque de trenes sino en “un golpe contra un muro”, siendo lo más llamativo que “quien quisiera sabía que ese muro estaba allí”. 

Debió advertirlo el catalanismo que, para el autor, es otro de los “damnificados” del proceso porque se ha visto arrastrado “a una apuesta inviable y excluyente”, y al que le va a corresponder la “gestión de la frustración”.

Este ensayo está llamado a constituir un referente para la comprensión del proceso secesionista y para el debate dialéctico en el que los soberanistas —lo explica también Gascón— se han impuesto privatizando conceptos y palabras a los que han alterado su sentido auténtico."               (José Antonio Zarzalejos, El Confidencial, 07/06/18)

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