"(...) La insolidaridad como causa silenciada de los nacionalismos e independentismos aunque se vistan de anticapitalistas
Porque, no nos engañemos, qué regiones tienden a desear la
independencia del Estado al que pertenecen sino, precisamente, aquéllas
que son en promedio más ricas, mucho más ricas que el resto.
¿Por qué el Reino Unido no abandonó la libra para unirse al club del
Euro? Y ahora ya podemos añadir, ¿por qué ya los británicos ni siquiera
quieren pertenecer a la UE? ¿Por qué el norte rico de California se
separó de México para unirse a EEUU? ¿Por qué Gibraltar sigue vinculando
su soberanía a Inglaterra? ¿Por qué Ceuta y Melilla no se anexionan a
Marruecos? A buen entendedor, pocas palabras bastan.
Seguramente, en España los criterios de solidaridad redistributiva
interterritorial no estén claros, pero es que jamás se oye mencionar, ni
a unos ni a otros (nacionalistas o no), el nivel de solidaridad que
consideran justo con otras regiones españolas.
Sólo hablan del ‘expolio fiscal’, calculado como la diferencia entre
lo que aportan al Estado y lo que reciben de éste, pero jamás, y digo
‘jamás’, he oído en esta ecuación el componente que corresponde a la
‘solidaridad interterritorial’ y que debería descontarse del cómputo del
mal llamado ‘expolio fiscal’.
Afirmar, por ejemplo, que un pensionista extremeño sale ganando con
respecto a un pensionista catalán, porque el nivel de vida en Cataluña
es mayor que en Extremadura, raya la demagogia y la falta de rigor.
La
comparativa hiere y además es falsa, se parece mucho a aquélla otra que
suele poner el acento del fraude fiscal en los parados que reciben
subsidio y a la vez trabajan en negro ganando ocho mil euros al mes (‘Culpables de ser pobres’,
El País, 05/10/2012), como si tal situación fuese la mayoritaria y el
paradigma a seguir para el diseño de la política económica y el control
del fraude.
Lo riguroso sería comparar la pensión media del extremeño con la del
catalán, dentro de un marco más amplio en el que se vieran los
porcentajes en los que se reparte la población según la pensión que
reciben.
Sin ir tan lejos, basta recordar las tasas de población en riesgo de
exclusión y pobreza en una y otra región: la extremeña (la más alta de
toda España) es el doble de la catalana. ¿Es éste un motivo por el que
parte de la izquierda catalana respetable no quiere ni oír hablar de
Renta Básica, proponiendo sucedáneos que minoren el potencial incremento
del expolio?
Si el ‘expolio social’ en Cataluña es de 16 mil millones, la deuda
histórica extremeña (otro expolio social, sólo que éste dura ya 30 años)
es de 14 mil millones. Millones a los que el anterior ejecutivo
regional del PP renunció alegremente, con diversas estratagemas,
reduciendo la cifra a menos de un 4% del cálculo inicial.
Lo peor de
todo es que el argumento central para aceptar tal rebaja se hizo no
comparando con Cataluña, que hubiera sido lo lógico, sino con otra
región igualmente ‘pobre’ y a la que también se le tenía reconocida la
deuda histórica, Andalucía. Deuda que ya fue saldada y que ascendió a
1.200 millones de euros.
Y mucho peor es la referencia al déficit en infraestructuras en
Cataluña, reclamando inversiones para el corredor Mediterráneo. De risa.
Decir esto y obviar el sempiterno aislamiento de Extremadura, donde
toda actividad comercial y empresarial está abocada al fracaso por la
falta de buenos accesos a la región. El famoso turismo rural no ha
servido casi para nada en Extremadura, salvo para derrochar dinero
público. No ha creado empleo, no ha generado riqueza, no ha fijado la
población al territorio.
La infraestructura ferroviaria en la región es deficiente. El AVE se
lleva prometiendo desde ni se sabe. Siempre en peligro de extinción,
siempre con la amenaza permanente de que el AVE emigre a Salamanca.
Ahora ya se habla de Tren Digno.
Y de la infraestructura aeroportuaria no digamos nada, mejor dejarlo,
ni pagando a las compañías aéreas quieren venir a Extremadura, que se
supone es el centro neurálgico de un triángulo geoestratégico y
económico de primer nivel (Madrid-Sevilla-Lisboa).
No hay autovía entre las dos principales ciudades de la región,
Badajoz y Cáceres, que distan entre sí 90 kilómetros. Dos horas en tren
entre ambas capitales. Casi hora y media en bus. Y una hora por
carretera secundaria, con exceso de velocidad y si no hay caravana de
camiones.
La opción de la autovía de Mérida es también de hora y media,
aunque más cara y larga.
Tener que realizar alguna gestión en Madrid yendo desde Badajoz en
transporte público supone un día de viaje, otro para las gestiones y
otro para la vuelta. Vamos, de pijama y bocadillo para el camino.
A todo lo cual, hay que sumar la opinión indignada existente al otro
lado del Ebro, que tuve la ocasión de escuchar de primera mano durante
mi paso por la Universidad de Zaragoza, de que al otro lado del
Guadiana, en Extremadura y en el Sur de España, no tendría que haber
autovías porque no hay peajes, cosa desconocida en las autovías de los paisos catalans.
Una
injusticia mayúscula para Cataluña, más si cabe, como me argumentaban
(para darle más peso a su reclamación), estando Extremadura casi
despoblada. En efecto, para qué quieren los extremeños autovía, si
apenas hay gente y encima no la pagan. ¡Me quedo helado y sin
argumentos! (...)"
(Juan Agustín Franco Martínez, Profesor de la Universidad de Extremadura, Cronica Popular ,
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