17/4/18

La izquierda cometió el grave error de reconocer al nacionalismo como una fuerza democrática, y desde entonces su relación con él ha sido de subsidiariedad.

"(...) Nacionalismo e izquierda

Recuerdo perfectamente la visita, por aquellos años, del entonces coordinador de Ezker Batua, Javier Madrazo, a Barcelona siendo yo miembro del Consell Nacional de Esquerra Unida i Alternativa, de su Comissió Nacional y de su Permanente. 

En un acto, creo recordar por la Avenida Guipúzcoa, me encaré a él solicitándole aclaraciones sobre el concepto de “construcción nacional” que él tanto defendía. Como podéis imaginar, dicha polémica fue rápidamente sofocada. Es evidente que estos enfrentamientos y otras críticas no ayudaron para que yo permaneciera mucho tiempo en la Permanente de dicha organización. Mi purga fue el primer acto antiestatutario.

Algunos ya vimos en aquellos años la peligrosa deriva de la izquierda hacia un colaboracionismo con el nacionalismo que era impropio de su ideología. En los más de veinte años transcurridos, el error parece no haberse corregido; más bien al contrario, se ha agudizado.

El proceso de liberalización económica, bajo las directrices comunitarias, ha traído a las clases obreras españolas una grave pérdida de derechos laborales, una importante reducción de salarios y pensiones, además de un grave incremento del paro –aún no revertido– y graves recortes sociales.

 Mientras los grandes capitales usan la crisis para consolidar poder y beneficios, las clases trabajadoras soportan el coste social, económico y humano de la crisis.

Es en ese contexto en el que, por un lado, el PSOE –como responsable del gobierno de la nación en dos largos periodos de tiempo–, los sindicatos –como colaboradores necesarios–, y la izquierda, englobada en IU en su momento y ahora en Podemos o Unidos Podemos, son incapaces de plantear una alternativa social más justa. 

Son, por tanto, corresponsables de los desastres sociales actuales. Y, a pesar de los intentos de renovación en sus respectivos ámbitos, PSOE/PSC, por un lado, y Podemos y sus confluencias, por otro, han sido incapaces de crear un proyecto social, político y económico para España.

El complejo de culpa impropia

Rebuscar en el origen de ese fracaso nos lleva a constatar que el problema se origina en la Transición, y se agudiza con el tiempo, encontrándonos en estos momentos ante un panorama desolador: ¡No existe la izquierda en España! Y el origen del problema se genera en el mismo ámbito generador de la crisis política española en el que estamos ahora: El nacionalismo.

En la lucha contra el franquismo, la izquierda cometió el grave error de reconocer al nacionalismo como una fuerza democrática, y desde entonces su relación con él ha sido de subsidiariedad. Es como si la represión que el franquismo ejerció sobre las zonas con otra lengua, además del castellano, hubiera sido más grave que en el resto de España. Es lo que, más de una vez, he definido como “Complejo de Culpa Impropia” de la izquierda.

Que dicha represión fuera mayor en estos territorios es más que discutible, sobre todo si se consultan los listados de ejecutados durante y tras la Guerra Civil, pues si bien éstos fueron muchos en Barcelona, no es menos cierto que hay lugares donde el número es considerablemente más alto y más grave (Badajoz, Málaga/Almería, etc.) 

Aparte de que Barcelona y Cataluña estuvieron durante la Guerra Civil en la retaguardia la mayor parte de la misma, y además durante el franquismo la relación con el poder dictatorial fue exquisita, como lo atestiguan los recibimientos masivos al “caudillo” con sardanas, castellers y pancartas en catalán. Ignorar los beneficios que el franquismo concede a las burguesías catalana y vasca es un grave ejercicio de desmemoria.

El franquismo continuó las políticas de protección a la burguesía catalana y vasca que inauguraron los Borbones tras los decretos de Nueva Planta de finales del siglo XVIII y hasta la Segunda República, sin que durante ésta mermase, por cierto.

Si tal “complejo de culpa impropio” no afectase a las izquierdas catalanas, lo más seguro es que no estuviéramos en esta situación. Lo cierto es que la forma en que se constituyen los partidos de izquierda al inicio de la Transición determina la situación actual. Tanto el PSC como ICV (inicialmente IC, actualmente Catalunya En Comú – Podem) son partidos o entidades independientes de sus partidos matrices españoles, pero participan en los órganos ejecutivos de éstos. 

Es decir: yo opino y voto sobre España, pero vosotros no podéis opinar ni votar sobre Cataluña. Podemos definirlo como “jerarquía inversa”: la parte decide (participa en la decisión) sobre el todo, pero veta al todo en las decisiones propias. Ni siquiera podemos llamar a esa relación como de tipo confederal, ya que en un sistema confederal existen ciertas obligaciones de las partes tomadas en común.

Se podrá debatir sobre los cambios en la relación PSC-PSOE introducidos en no muy lejanos días, pero lo cierto es que siguen siendo entidades separadas con las mismas dependencias antes descritas: sólo hay que ver las contradicciones actuales entre las últimas propuestas de Iceta respecto a la solución “catalana”. Lo de Unidos Podemos y Catalunya en Comú – Podem precisa de un análisis… ¿cómo decirlo? ¿Psiquiátrico? Que las posiciones de Comuns marcan la hoja de ruta de UP en España es de libro.

La pérdida de votos en toda España y la sangría en Cataluña es analizada por los partidos de izquierda como errores o fallos interpretativos de la clase obrera que dice representar. La incapacidad para analizar objetivamente las causas de su debacle les ha llevado a enrocarse cada vez más con el nacionalismo en una suerte de reinterpretación de su propia ideología, donde la demolición de España como Estado les permitiría, supuestamente, recuperar la hegemonía política.  (...)

Es paradójico que esa izquierda subsidiaria del nacionalismo, que defiende el derecho de Cataluña y el País Vasco a segregarse, reivindique a la vez como propia la Segunda República Española, cuando ésta en su artículo primero, párrafo 3, dice: “La República se constituye en un Estado integral, compatible con la autonomía de los Municipios y las Regiones”, y en su artículo 8º recuerda “los límites irreductibles de su territorio actual”. 

La realidad es que nuestra actual Constitución prácticamente copia algunos de los procesos que en aquélla se establecían para convertirse en comunidad autónoma. La descentralización a la que aspiraba la Segunda República se da con la Constitución del 78, tan denostada por esa izquierda.  (...)"    
   
 (Vicente Serrano, Presidente de Alternativa Ciudadana Progresista, Crónica Popular, 06/04/18)

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