"(...) Nacionalismo e izquierda
Recuerdo perfectamente la visita, por aquellos años, del entonces
coordinador de Ezker Batua, Javier Madrazo, a Barcelona siendo yo
miembro del Consell Nacional de Esquerra Unida i Alternativa, de su Comissió Nacional
y de su Permanente.
En un acto, creo recordar por la Avenida Guipúzcoa,
me encaré a él solicitándole aclaraciones sobre el concepto de
“construcción nacional” que él tanto defendía. Como podéis imaginar,
dicha polémica fue rápidamente sofocada. Es evidente que estos
enfrentamientos y otras críticas no ayudaron para que yo permaneciera
mucho tiempo en la Permanente de dicha organización. Mi purga fue el
primer acto antiestatutario.
Algunos ya vimos en aquellos años la peligrosa deriva de la izquierda
hacia un colaboracionismo con el nacionalismo que era impropio de su
ideología. En los más de veinte años transcurridos, el error parece no
haberse corregido; más bien al contrario, se ha agudizado.
El proceso de liberalización económica, bajo las directrices
comunitarias, ha traído a las clases obreras españolas una grave pérdida
de derechos laborales, una importante reducción de salarios y
pensiones, además de un grave incremento del paro –aún no revertido– y
graves recortes sociales.
Mientras los grandes capitales usan la crisis
para consolidar poder y beneficios, las clases trabajadoras soportan el
coste social, económico y humano de la crisis.
Es en ese contexto en el que, por un lado, el PSOE –como responsable
del gobierno de la nación en dos largos periodos de tiempo–, los
sindicatos –como colaboradores necesarios–, y la izquierda, englobada en
IU en su momento y ahora en Podemos o Unidos Podemos, son incapaces de
plantear una alternativa social más justa.
Son, por tanto,
corresponsables de los desastres sociales actuales. Y, a pesar de los
intentos de renovación en sus respectivos ámbitos, PSOE/PSC, por un
lado, y Podemos y sus confluencias, por otro, han sido incapaces de
crear un proyecto social, político y económico para España.
El complejo de culpa impropia
Rebuscar en el origen de ese fracaso nos lleva a constatar que el
problema se origina en la Transición, y se agudiza con el tiempo,
encontrándonos en estos momentos ante un panorama desolador: ¡No existe
la izquierda en España! Y el origen del problema se genera en el mismo
ámbito generador de la crisis política española en el que estamos ahora:
El nacionalismo.
En la lucha contra el franquismo, la izquierda cometió el grave error
de reconocer al nacionalismo como una fuerza democrática, y desde
entonces su relación con él ha sido de subsidiariedad. Es como si la
represión que el franquismo ejerció sobre las zonas con otra lengua,
además del castellano, hubiera sido más grave que en el resto de España.
Es lo que, más de una vez, he definido como “Complejo de Culpa
Impropia” de la izquierda.
Que dicha represión fuera mayor en estos territorios es más que
discutible, sobre todo si se consultan los listados de ejecutados
durante y tras la Guerra Civil, pues si bien éstos fueron muchos en
Barcelona, no es menos cierto que hay lugares donde el número es
considerablemente más alto y más grave (Badajoz, Málaga/Almería, etc.)
Aparte de que Barcelona y Cataluña estuvieron durante la Guerra Civil en
la retaguardia la mayor parte de la misma, y además durante el
franquismo la relación con el poder dictatorial fue exquisita, como lo
atestiguan los recibimientos masivos al “caudillo” con sardanas, castellers
y pancartas en catalán. Ignorar los beneficios que el franquismo
concede a las burguesías catalana y vasca es un grave ejercicio de
desmemoria.
El franquismo continuó las políticas de protección a la burguesía
catalana y vasca que inauguraron los Borbones tras los decretos de Nueva
Planta de finales del siglo XVIII y hasta la Segunda República, sin que
durante ésta mermase, por cierto.
Si tal “complejo de culpa impropio” no afectase a las izquierdas
catalanas, lo más seguro es que no estuviéramos en esta situación. Lo
cierto es que la forma en que se constituyen los partidos de izquierda
al inicio de la Transición determina la situación actual. Tanto el PSC
como ICV (inicialmente IC, actualmente Catalunya En Comú – Podem) son
partidos o entidades independientes de sus partidos matrices españoles,
pero participan en los órganos ejecutivos de éstos.
Es decir: yo opino y
voto sobre España, pero vosotros no podéis opinar ni votar sobre
Cataluña. Podemos definirlo como “jerarquía inversa”: la parte decide
(participa en la decisión) sobre el todo, pero veta al todo en las
decisiones propias. Ni siquiera podemos llamar a esa relación como de
tipo confederal, ya que en un sistema confederal existen ciertas
obligaciones de las partes tomadas en común.
Se podrá debatir sobre los cambios en la relación PSC-PSOE
introducidos en no muy lejanos días, pero lo cierto es que siguen siendo
entidades separadas con las mismas dependencias antes descritas: sólo
hay que ver las contradicciones actuales entre las últimas propuestas de
Iceta respecto a la solución “catalana”. Lo de Unidos Podemos y
Catalunya en Comú – Podem precisa de un análisis… ¿cómo decirlo?
¿Psiquiátrico? Que las posiciones de Comuns marcan la hoja de ruta de UP en España es de libro.
La pérdida de votos en toda España y la sangría en Cataluña es
analizada por los partidos de izquierda como errores o fallos
interpretativos de la clase obrera que dice representar. La incapacidad
para analizar objetivamente las causas de su debacle les ha llevado a
enrocarse cada vez más con el nacionalismo en una suerte de
reinterpretación de su propia ideología, donde la demolición de España
como Estado les permitiría, supuestamente, recuperar la hegemonía
política. (...)
Es paradójico que esa izquierda subsidiaria del nacionalismo, que
defiende el derecho de Cataluña y el País Vasco a segregarse,
reivindique a la vez como propia la Segunda República Española, cuando
ésta en su artículo primero, párrafo 3, dice: “La República se constituye en un Estado integral, compatible con la autonomía de los Municipios y las Regiones”, y en su artículo 8º recuerda “los límites irreductibles de su territorio actual”.
La realidad es que nuestra actual Constitución prácticamente copia
algunos de los procesos que en aquélla se establecían para convertirse
en comunidad autónoma. La descentralización a la que aspiraba la Segunda
República se da con la Constitución del 78, tan denostada por esa
izquierda. (...)"
(Vicente Serrano, Presidente de Alternativa Ciudadana Progresista, Crónica Popular, 06/04/18)
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