10/5/18

El procés ha reafirmado el carácter “fragmentado” del movimiento nacionalista catalán. A pesar de su carácter de masas ha vuelto a mostrarse incapaz de integrar ni a amplios sectores de la alta burguesía, que ha mostrado su hostilidad con la fuga de empresas, ni a la clase obrera con su voto masivo a Ciudadanos

" (...) Hroch distingue tres fases en los procesos de transformación nacional. 

En la fase A, un pequeño grupo de intelectuales apasionados, que llama “patriotas”, manifiesta su interés por la cultura y tradiciones de la pequeña nación. 

En la fase B, los patriotas organizan una intensa agitación nacionalista en el marco de asociaciones y agrupaciones nacionales, en revistas y publicaciones. 

Durante la fase C, el movimiento nacional adquiere una dimensión de masas e integra a la clase obrera. Según los casos se reclama la autonomía política o la construcción de un Estado propio.  (...) 

Desde la perspectiva de las transformaciones económicas, a finales del siglo XVII y durante todo el XVIII, como ha explicado Pierre Vilar, se verificó un proceso mediante el cual la agricultura catalana empieza dejar de producir para el autoconsumo y hacerlo para el mercado, especialmente, en las comarcas costeras con la exportación de vinos y aguardientes. 

Paralelamente, aparecen las manufacturas textiles, las llamadas indianas, que señalan el inicio del desarrollo capitalista. La máquina de hilar más sencilla, spinnig jenny, se introdujo en Catalunya en 1784 y a principios de la década de 1790 su uso ya se había generalizado en el Principado. En 1833 se instaló en Barcelona la primera fábrica moderna con máquina de vapor y surge la clase capitalista y su antagónica la clase obrera.

Según el esquema de Miroslav Hroch, si entonces hubiese aparecido un movimiento a favor de la construcción de la nación catalana, éste probablemente hubiera sido capaz de integrar a estas dos clases sociales. Sin embargo, ocurre que en este periodo las élites catalanas apuestan decididamente por protagonizar un papel hegemónico en la construcción de un Estado español moderno, en clave constitucional, e impulsar la modernización e industrialización de las atrasadas estructuras económicas del país. 

Por otro lado, la clase obrera catalana se organiza sindical y políticamente en el marco del conjunto del Estado, en clave internacionalista.

Así, pues, el nacimiento del movimiento nacional catalán, se produce tras el fracaso de las élites catalanas de comandar este proceso de modernización capitalista de España y cuando tanto la alta burguesía como el proletariado se encuadran en organizaciones políticas de ámbito estatal. 

De modo que serán las clases medias y algunos sectores minoritarios de la alta burguesía quienes conformen el movimiento nacional, lo cual impide culminar el proceso de construcción nacional.

El tránsito a la fase B, de agitación nacional, puede ubicarse en la década de 1880 tras el hundimiento de la Primera República que señala el fracaso del proyecto de la burguesía catalana de liderar la democratización, modernización e industrialización del Estado español. (...)

 La crisis de Estado provocada por la pérdida de los restos del imperio colonial español, en 1898, propició que sectores de la burguesía catalana que se habían mantenido en el marco de los partidos españoles de la Restauración, volviesen su mirada hacia los catalanistas y apoyasen a la Lliga Regionalista fundada en 1901. 

Sin embargo, aunque la Lliga consiguió implantarse entre sectores importantes de la burguesía catalana, no consiguió atraerse a la clase obrera que se encuadró en las filas del republicanismo radical de Alejandro Lerroux, ferozmente anticatalanista, tras el fracaso de la huelga general de 1902 impulsada por los anarquistas y posteriormente en la central anarcosindicalista, CNT. 

El carácter conservador, monárquico y confesional de la Lliga propició diversas escisiones de catalanistas republicanos, laicos y progresistas, la primera de ellas el Centre Republicà Nacionalista (1906) o más tarde Acció Catalana (1922), que lograron atraerse a sectores de la pequeña burguesía, pero que fue incapaz de integrar a la clase obrera. 

También fracasaron los intentos de crear un partido laborista catalanista con una base trabajadora como la Unió Socialista de Catalunya (1923). Aquí debemos mencionar la constitución del primer partido político claramente separatista e insurreccional Estat Catalá (1922), liderada por Francesc Macià. 

El movimiento catalanista, según el esquema de Hroch, no pudo realizar el tránsito a la fase C; es decir, si bien logró convertirse en un movimiento de masas no pudo conseguir la integración del movimiento obrero, pero tampoco de amplios sectores de la alta burguesía. 

En realidad, la formación del catalanismo político con una base de masas mesocrática, se produce cuando desde hacía décadas se había desarrollado la industrialización y la formación de una clase obrera organizada en clave internacionalista.

La dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) propició la aproximación entre catalanistas, republicanos, anarquistas y socialistas. En los primeros compases de la Segunda República, se fundó ERC donde confluyen el separatismo de Estat Català y el Partit Republicà Català de Lluís Companys, federalista y catalanista, pero que a pesar de su perfil izquierdista tampoco conseguirá superar los límites de la pequeña burguesía radical ni logrará integrar a la clase obrera que continuará con su militancia anarcosindicalista y una parte de la cual, tras el estallido de la Guerra Civil, militará en las filas del PSUC. 

El proceso soberanista

Durante la dictadura franquista, el movimiento nacionalista catalán realiza una especie de recapitulación de las etapas que había cubierto con anterioridad. Así, durante las décadas 1940-1960 parece rememorar la fase A, de reivindicación de la cultura y lengua catalanas, en la década de 1960-1980 se sucede la agitación nacionalista, típica de la fase B. 

Durante este periodo, la alta burguesía, con fuertes vinculaciones políticas y económicas con el régimen franquista, no mostró demasiadas simpatías con el proyecto de reconstrucción del catalanismo político, liderado por Jordi Pujol. Por su parte, la clase trabajadora, de origen inmigrante, se organizó en un sindicato de ámbito estatal como CC.OO y en un partido, PSUC, vinculado al PCE.

 El giro soberanista del catalanismo conservador y los avatares del procés han reafirmado el carácter “desintegrado” o “fragmentado” del movimiento nacionalista catalán. A pesar de su carácter de masas ha vuelto a mostrarse incapaz de transitar hacia la fase C al no poder integrar ni a amplios sectores de la alta burguesía, que ha mostrado su hostilidad al proyecto secesionista con la fuga de empresas, ni de la clase obrera con su voto masivo a una fuerza contraria al nacionalismo como Ciudadanos.  (...)

Por lo tanto, la “pequeña nación” catalana no pudo completar su proceso de construcción. Estas contradicciones de fondo se han replanteado crudamente en el marco del proceso soberanista que, en el esquema de Hroch, podría considerarse como un intento fallido de alcanzar la fase C y conseguir el estatuto de “nación integrada”. 

El éxito de la nación se mide por la difusión de la conciencia nacional entre la población. El separatismo puede ser un obstáculo para la propagación del sentimiento nacional desde el momento en que la ciudadanía, por la razón que sea, permanece apegada a un Estado contra el que luchan los independentistas. 

 La difusión de la conciencia de la nación “pequeña” no conlleva obligatoriamente la destrucción de la nación “grande”. 

La nación integrada implica una lucha por un cierto grado de autonomía nacional, que no conduce necesariamente a la soberanía política y la secesión. Unas contradicciones de fondo que el proceso soberanista ha mostrado con toda su crudeza y magnitud."                              (Antonio Santamaría, Crónica Popular, 20/04/18)

No hay comentarios: