"En el pleno del pasado sábado todavía iban lanzados. El orador de
JxCat, Quim Torra, decía que el Estado estaba “en tensión” y a punto de
saltar “en mil pedazos”. Para el de Esquerra, Sergi Sabrià, “ha
quebrado". Y para la de la CUP, Natàlia Sànchez, ya sólo quedan “los
restos humeantes”. En resumen: el hundimiento.
Al día siguiente los servicios secretos de este Estado que se
desmorona pillaron a Puigdemont en Alemania. Si es que tienen una vista.
Llevamos oyendo la cantarella (sonsonete) de que el Estado español está en crisis casi desde principios del proceso. De eso hace ya más de cinco años.
Viven en otro mundo, en un universo paralelo, en una galaxia lejana.
Como la saga de George Lucas. La reacción en TV3, a través de algunos de
sus tertulianos más ilustres, fue transmitir la idea de que se había
dejado detener en Alemania para … ¡internacionalizar el proceso!. Otra
jugada maestra. Casi que Merkel estaba a punto de abrir una ronda de
negociaciones entre Puigdemont y Rajoy. Como si no tuviera la cancillera
otros asuntos en la cabeza.
Hasta en una conexión nocturna con el periodista Ernesto Ekaizer, que
no puede decirse que sea del PP, les dijo que no: que era el peor
sitio. El presentador, Toni Cruanyes, pasó rapidamente a otro tertuliano
porque les desmontaba el relato, el montaje, el castillo de naipes.
Como cuando te enteras de quienes son los Reyes, que te da un disgusto.
A mí me sabe muy mal por él. No quiero ver a nadie en prisión. Y
menos a todo un expresidente de la Generalitat. Pero este hombre se ha
destrozado la vida. De paso la ha destrozado a una treintena de
políticos. Aunque éstos supongo que ya sabían lo que hacían. Eran
mayores de edad.
De paso, también a todos los catalanes. A los indepes porque
les dio esperanzas hasta el último minuto. Realmente creían que la
independencia estaba al caer. Cuando iban de farol. No había nada
preparado. Lo han reconocido hasta ellos. Fake news.
A los otros, porque los han tratado como ciudadanos de segunda, hasta
les llamaban "colonos" en twitter. Turull los "súbditos" en una rueda
de prensa de Govern. Yo estaba.
Me quedé atónito. Cuando hablan de "un
sol país" se refieren a que tienes que encajar en su idea de país. El
resultado es evidente: han dejado una Catalunya ingobernable, crispada,
dividida.
Me ahorro el resto de consecuencias económicas, sociales e incluso
anímicas.
Nunca tendríamos que haber llegado a esto. La política
catalana se ha convertido en un esperpento. Yo he entendido durante las
últimas semanas- especialmente durante los últimos días- porque ninguno
de los intentos de Catalunya de convertirse en un estado independiente
ha prosperado a lo largo de la historia.
¿Ustedes creen que es normal convocar un pleno para proclamar una
República de ocho segundos ante 126 medios internacionales? Estaban
todos. Hasta una tele australiana. Decir luego que abres un período de
mediación internacional cuando era un bulo.
Creo que el lehenkadari Urkullu llegó a la atinada conclusión de que
Puigdemont no tenía remedio. El Síndic de Greuges, por la cuenta que le
trae, se quitó de en medio. Es que ni la Iglesia. ¡Un gobierno que había
pactado con la CUP quería recurrir al arzobispo de Barcelona para que
les echara un cable!
Al final convocó una solemne declaración institucional en Palau para
anunciar elecciones anticipadas. Se echó atrás: primero la retrasó,
luego la suspendió. Por la tarde fue al Parlament y no abrió la boca.
Todo por la presión de las redes sociales y cuatro partidarios del pit i collons.
Finalmente proclamaron la República desde una escalera, rodeado de
puños en alto. Para darse el piro a Girona y al día siguiente salir
huyendo a Bruselas escondido en el maletero del coche.
Hay consejeros -como el de Cultura, Lluís Puig- que se fueron,
regresaron y se volvieron a ir. Todavía debe estar arrepentido el
hombre.
No se puede pasar pasar de director general de Cultura Popular y
Tradicional a consejero sin un rodaje previo. Y antes bombero. Los
bomberos están para apagar fuegos, no para avivar las llamas.
Más tarde se inventaron una especie de sede del gobierno en el
exilio. ¿Qué haremos ahora con la casa de Waterloo?. Puigdemont hacía
tuits como un poseso. Comín iba de valiente. ¡Pero si hasta hacían reuniones de Consell Executiu! Vivían en una burbuja. Hasta el expresidente se creyó impune. ¿Realmente creía que no lo pillarían nunca?
Pero el soberanismo, como decía al principio, no aprende. Vuelve a
darse de cabezazos contra una pared. Que va una pared, un auténtico
muro, un búnker. Nos saldrán chichones. Acabaremos sangrando. Es
suicida. Kamikaze.
Entre los últimos ridículos está ... ¡convocar un pleno de
investidura sin tener atados los votos de la CUP!. El sábado hubo un
homenaje a los familiares de los presos en el Parlament. Bueno, a los
del PDECAT porque la mujer de Junqueras es muy discreta. Es esa a la que
en tres meses no tuvo tiempo de llamar Puigdemont.
También estaba Carles Riera tras haberse abstenido. Lágrimas y
abrazos. Yo creo que a Turull lo habrían metido igual en prisión. Pero
no es lo mismo meter a un presidente recién elegido que a un diputado ras i curt, de a pie. De candidato a presidente al trullo.
El proceso demuesta que Catalunya es una sociedad fallida. No
funcionaron los mecanismos internos de control de toda sociedad
avanzada: los medios, los periodistas, los intelectuales, la auténtica
sociedad civil, los empresarios. Ni siquiera los referentes morales
porque no tenemos.
Pujol ha dejado de serlo, a Montilla no le perdonan su origen
charnego, Mas fue el primero que empezó a liarla. Alguien que, cuando la
gente iba excitada, dijera: “cuidado, ¿no estaremos jugando con fuego”.
¡Pero si a la fiesta se apuntó hasta un exvicepresidente del
Constitucional, Carles Viver Pi-Sunyer! Y desde luego Pilar Rahola, la
reina del festival.
En cierta manera Catalunya es también una especie de dictadura mediática.
Las voces discrepantes no existen o son silenciadas. El citado Jordi
Pujol ya se ocupó de ello. Concedió la principal cadena de radio al
grupo Godó. En el fondo hay poca diferencia entre los medios públicos y
los privados.
Unos tertulianos van de un lado a otro como zombies vendiendo el mismo mensaje: ho tenim a tocar, el món ens mira, som un sol poble.
¡Incluso después del batacazo!. ¡A Basté, después del hostión, sólo se
le ha ocurrido fichar a Albano Dante y a Pilar Carracelas! ¡Mete al
menos a Joan Coscubiela!.
Colegas, nos hemos hundido hasta el fondo: yo he visto periodistas
con el lazo amarillo -una de Nació Digital que un día me echó una bulla-
en la sala de prensa del Parlament. Y a un exdirector de Catalunya
Ràdio, Joan Maria Clavaguera, en una tertulia de TV3. Ahora entiendo su
carrera profesional desde la nada hasta arriba de todo de la emisora
pública: era de los nuestros. Com la del exdirector de Rac1, Eduard
Pujol. Ahora el diputado más aguerrido de JxCat.
¡Hasta los trabajadores de TV3 se manifiestan con el lazo y piden que
les dejen trabajar libremente! Joder, pero si han sido la caldera del
proceso. Al menos los de TVE protestan, pero ellos callan. Si quieren
ser la tele del procés me parece bien pero que se la paguen ellos. Como Netflix o Movistar.
El otro día hice el esfuerzo de leerme la ópera prima de
Antoni Bassas, último premio Josep Pla -imaginen lo mal que está la
literatura catalana-. Estuvo nada menos que 14 años al frente de las
mañanas de la emisora de la Generalitat. Ahora entiendo porqué.
Leía el libro y parecía que oyera a hablar a Jordi Cuminal,
exdiputado del PDECAT y ex alto cargo del Govern. Los dos se refieren a
Catalunya Ràdio como la "radio nacional". Por mí que si llegan a hacer
Govern a Antoni Bassas lo nombran portavoz o director de TV3. Lo está
suplicando.
En fin, estamos a punto de alcanzar el punto de ebullición. El
soberanismo parlamentario sigue dando palos de ciego, no se ha
recuperado del shock, estrés postraumático. Que si hacemos un pleno pero
no de investidura. Que si un frente democrático. Da igual, tiene la
misma trampa de siempre: los que no estamos por la labor no somos
demócratas.
Roger Torrent, el presidente de la cámara, sólo se ha reunido con los
suyos: la sociedad civil del proceso. Los de las patronales Cecot y
Pimec. O los sindicatos: el secretario general de UGT en Catalunya,
Camil Ros, es militante de ERC. Como no va a ir a las reuniones.
Tot plegat es impotencia, mala leche, crispación. El quid de
la cuestión es: ¿Cómo vas a reconocer tus errores si has estado
excitando a la gente durante tanto tiempo? Aunque entre tanta desazón
hay una ventaja: ellos nos han metido en un callejón sin salida, que nos
saquen ellos pues.
El soberanismo extraparlatamentario -los CDR, que es la sociedad civil
de la CUP- querrían asaltar el Palacio de Invierno. Supongo que el
equivalente en Barcelona sería la Delegación del Gobierno. Con Enric
Millo dentro. Pero el otro día ya no llegaron. Los Mossos ahora hacen de
polícias. Se acabó el buen rollo.
Yo creo que la sangre no llegará al río. Como a los de Convergencia
les ocupen las segundas residencias en la Cerdaña o Cadaqués verán lo
que vale un peine. Pero si hasta la alcaldesa de Girona y sucesora de
Puigdemont, Marta Madrenas, iba cortando las vías del AVE.
En efecto, parece difícil que la cosa se descontrole. En Figueres,
los mossos han arrancado cebollas en la autopista. Y las cebollas no han
ofrecido resistencia. Al menos violenta. Eso sí, han estado ocho horas
cortando la AP-7. ¡Una vía de pago!.
Pero los mencheviques también fueron superados por los bolcheviques. Y
eran cuatro gatos. En toda revolución los radicales acaban superando a
los moderados. Mas, en este caso, sería nuestro Kerenski. Habría que
acabar haciéndole un monumento por listillo.
Han dejado un páramos, un desierto, tierra quemada. Había una época
en que, con estado o sin, los catalanes teníamos fama de serios y pencaires.
En los inicios de la Transición éramos incluso admirados. Cerca de
Francia, teníamos fama de modernos, europeos, abiertos. Esto ahora se ha
acabado.
Hasta el Barça sospecho que va a pagar las consecuencias cuando juege
más allá del Camp Nou. Para mí que ya las está pagando porque ha bajado
la asistencia al estadio un montón. Va a ser el club antipático. Mal
asunto cuando se mezcla deporte y política. Se acabará tener peñas en
Cádiz o en Extremadura. Los campos rivales serán un infierno.
La incógnita es saber si el encarcelamiento de Puigdemont o de los
consejeros puede ser el detonante de la independencia de Catalunya. Como
la revuelta del té en Estados Unidos o el fusilamiento de los rebeldes
de Pascua en Irlanda.
A corto plazo creo que no. Quizá sí en las generaciones futuras -como
los niños que vieron los porrazos de la Policía el 1-0- pero el
principal error del soberanismo ha sido pensar que la inmensa mayoría de
los catalanes estaba a favor. No es verdad: no es un conflicto entre
Catalunya y España, es también un conflicto entre catalanes.
Numéricamente hay más en contra que a favor. A los resultados
electorales me remito: 47% en dos convocatoria electorales sucesivas.
¡Pero si la independencia no ganaba ni en las encuestas del CEO!. Nunca
superó el 50%. Y lo sabían, claro que lo sabían. Pero vendieron la moto.
Por eso, Puigdemont jamás tendría que haber salido de Amer.
Un día,
en el 2005, me vino a ver porqué quería montar un digital. Nunca hubiera
imaginado su carrerón posterior. Ya llegó a alcalde de Girona de
rebote. El nadalismo estaba de bajada y el último candidato de CiU dimitió por amenazas. Supongo que de alguien de su propio partido.
Luego Mas lo puso a dedo con la esperanza de que sería un simple
paréntesis. Ya dijo que daba un paso al lado, no un paso atrás. El pastelero loco,
en definición del citado Joan Coscubiela, acabó de montar el pollo. Se
le subió el cargo a la cabeza. Como el alcohol. Pero le venía grande.
Inmenso.
He llorado tres veces en mi vida adulta. Cuando se murió mi hermano.
Cuando proclamaron la República porque ya se vio que aquello no iba a
ningún lado. Y cuando metieron por primera vez a los consejeros en la
cárcel. Fuera crítico o no con el proceso eran los consejeros de mi
país. Y a algunos les conozco desde hace más de treinta años.
Pero por Puigdemont ya no lloraré. Desde luego, no le quiero ningún
mal. Ojalá él pudiera rebobinar. Poner el contador a cero. Y espero
equivocarme pero este hombre acabará fatal. Puigdemont no tiene la
solidez moral de Junqueras. ¿No se acuerdan del día que besó la bandera
española en un aeropuerto porque se lo pidió un friki?.
Cuando lleve un tiempo en prisión se hundirá. Espero que su mujer
-que tampoco se ha prodigado por Bruselas- no lo acabe dejando. Y que no
haga nunca un disparate. Yo, si fuera las autoridades penitenciarias,
le pondría supervisión médica las 24 horas. Por si acaso.
Se han cargado no solo el catalanismo moderado sino también el
soberanismo. Se han cargado Catalunya entera. Tardaremos años en
recomponer los pedazos, volver a encajar el puzzle, recoser la sociedad
por dentro y por fuera.
Con el Estatut ya nos cargamos una generación, ahora con el proceso
nos hemos cargado otra. Y lo peor es que los que suben -los Pujol,
Artadi o Torra- dan más miedo que los anteriores. Soy agnóstico pero
Dios, si existes, apiádate de nosotros. ¿Qué hemos hecho para merecer
esto?." (Xavier Rius, director de e-notícies, 27/03/18)
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