19/3/18

El progresivo hundimiento de Catalunya

"En honor a la verdad el primero que dijo que Catalunya estaba en decadencia fue el entonces todopoderoso secretario de comunicación de CDC y mano derecha de Artur Mas, David Madí. En 2007 publicó un libro (“Democracia a sangre fría”) en el que advertía sobre “un proceso de dulce decadencia”.

No supe nunca si fue una estrategia electoral -el tripartito parecía tener larga vida y ellos estaban en la oposición- pero acertó de lleno. Vaya si acertó. “Decadencia -afirmaba- porque es una espiral que afecta a la política, pero también a la ambición económica, la sociedad civil y el mundo intelectual". A mí me viene a la cabeza Salvador Cardús y todo el resto de palmeros del proceso.

Hubo otros toques de atención. El periodista, Enric Tintoré, que había sido redactor en jefe de economía de La Vanguardia, había publicado unos años antes “Somos los mejores” (2003). Con tan ilustrativo título ya alertaba sobre el riesgo de mirarnos demasiado al ombligo.

Y un par de años antes, Miquel Puig publicó ”Modernizar Catalunya" (2001). "Madrid -decía- nos está ganando la partida como centro económico de la Península Ibérica". Lamentablemente en este caso el nivel de autoexigencia y sentido crítico ha bajado desde que se ha convertido en uno de los tertulianos de referencia del mencionado proceso.

A la lista deberíamos añadir más recientemente el de Gregorio Morán “La decadencia de Cataluña” (2013) aunque en este caso no era nou de trinca sino una recopilación de sus añoradas sabatinas. Pero el título era una verdadera señal de alarma. “Nuestra sociedad -advertía- ha hecho un triple salto mortal y aún no sabe donde ha caído”.

Modestamente -y a otro nivel- también me apunto a la lista. Los sufridos lectores que tienen la inmensa paciencia de seguirme saben que el tema de la decadencia de Catalunya -en formato de artículos- es una de mis obsesiones personales.

En resumidas cuentas: nos estamos hundiendo. El proceso ha sido sólo una huida hacia adelante y una manera de evitar la toma de decisiones en un momento clave de nuestra historia. Porque, en plena revolución digital, el resto de países no esperaran a que los catalanes seamos independientes o sencillamente nos pongamos las pilas.

Desde la última legislatura de Pujol -aquella que sólo sirvió para el aterrizaje de Mas- hay temas que se repiten cíclicamente: el cambio de modelo económico, el aligeramiento de la Administración, la Catalunya trilingüe, el Sincrotrón y el canal Segarra-Garrigues.

Todas ellas continúan siendo asignaturas pendientes. Especialmente la introducción efectiva del inglés en las escuelas atenazados por el modelo de inmersión lingüística que, por lo visto, es sagrado e intocable.

Por eso esta semana hemos asistido a dos episodios más de la progresiva pérdida de peso económico de Catalunya: una es el troceamiento de Abertis entre la ACS de Florentino Pérez -en teoría el archirival, hasta es presidente del Real Madrid- y la italiana Atlantia. La otra es la toma de control de Freixenet por la multinacional alemana Henkell.

La primera ha sido la crónica de una muerte anunciada. De hecho, el funeral hasta se ha celebrado en silencio. No ha habido ninguna autoridad política, económica o social que haya alzado su voz. Probablemente porque no tenemos Govern. Pero si lo tuviéramos tampoco habría pasado nada.

Todavía recuerdo los aspavientos por la frustrada opa de Gas Natural sobre Endesa que, por cierto, acabó siendo ni catalana ni española sino italiana. Claro está que, ante un horizonte complicado por la renovación de la concesión de las autopistas, la Caixa ha preferido soltar lastre y hacer caja.

El principio del fin de Abertis empezó cuando Solidaritat inició aquella campaña del "No vull pagar" (“No quiero pagar”) a la que gustosamente se sumó Esquerra. Desde luego, yo también me siento discriminado por los peajes pero con dos consideraciones.

En primer lugar, los peajes de la Generalitat son más caros que los de las autopistas del Estado. Y en segundo lugar, como dijo una vez el presidente Montilla, las cosas gratis no se valoran. Si no lo pagamos de una manera lo pagamos de otra.

El presidentede Abertis, Salvador Alemany, actuó de apagafuegos y desactivó sutilmente la protesta: hizo desaparecer los peajes troncales -ahora son laterales- y eliminó las casetas de pago manual. Así nadie podía saltarse la barrera. En beneficio de la empresa, supongo que ello también supuso una reducción de plantilla.

La otra muestra de adelgazamiento económico es la venta de de una empresa tan emblemática como Freixenet en un sector tan catalán como el cava. Hace tiempo, cuando empezaron los rumores, le pregunté un día en rueda de prensa de Consell Executiu al entonces conseller de Empresa, Jordi Baiget, si el Govern tenía alguna opinión al respecto. Me fulminó con la mirada y escurrió el bulto como pudo.

Desde luego, en la época de la libre circulación de personas y capitales, no se puede hacer gran cosa pero la pujanza de un país se mide ahora no por la dimensión de sus ejércitos sino por el número de multinacionales. Y es cierto que Catalunya tiene más de 400.000 autónomos, pero éstos y las pimes no tienen tiempo ni dinero para dedicarlos a investigación. Suficiente trabajo tienen con sobrevivir.

Por eso, sorprende como dos grandes empresas catalanas han dejado de serlo sin la menor resistencia. Mientras aquel que está en Bruselas juega a que todavía es president y los suyos se pelean por hacer Govern, es decir, por repartirse los cargos. Parafraseando a Joan Fuster, la economía es como la política. Si no la haces te la hacen."             (Xavier Rius, director de e-notícies, 16/03/18)

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