14/2/18

La primera vez que fui consciente de que había una parte importante de la sociedad catalana que no respiraba realidad fue con ocasión del entierro-manifestación de Ernest Lluch.

"La primera vez que fui consciente de que había una parte importante de la sociedad catalana que, por decirlo de buenos modos, no respiraba realidad fue con ocasión del entierro-manifestación de Ernest Lluch

Ante muchos miles de ciudadanos que cubrían el paseo de Gràcia barcelonés, la periodista radiofónica Gemma Nierga lanzó una proclama de actualidad aún rabiosa: exigió a los políticos que negociaran. Grandes aplausos.


Tengo viva en mi memoria la indignación que me causó entonces y la que se fue acumulando a lo largo del tiempo. Una periodista, ejerciendo de poder político teñido de civilismo "buenista" --cuando aún no se usaba esta palabra-- les pedía a los presentes que "dialogaran" con ETA. 

Luego vino lo que vino, y de haber seguido la consigna aún estaríamos con los muertos y los atentados​, y las almas buenas seguirían con las mismas sugerencias, siempre y cuando no afectaran a su tribu. Porque si algo hemos aprendido es que hasta en las sociedades más desarrolladas la vinculación a la tribu sigue siendo algo intangible, de tan arraigado.

 ¿Acaso han olvidado que mientras Carod-Rovira, amén de líder de Esquerra Republicana, ejercía de vicepresidente de la Generalitat del Tripartito, pidió a ETA en vivo y en directo que no hubiera atentados en Cataluña? Como los de fuera no eran de la tribu, la cosa no debía entrar en sus inquietudes. Quizá sea esto a lo que se denomina "dialogar" en términos políticos.  (...)"                (Gregorio Morán, Cronica global, 10/02/18)

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