"(...) De las fases del duelo, Puigdemont vendría a estar en la de la ira a
tenor de su cascada de mensajes, que reproducimos a continuación por su
indudable trascendencia y valor documental:
1) "Volvemos a vivir los últimos días de la Cataluña republicana..."
2) "El plan de Moncloa triunfa. Solo espero que sea verdad y
que gracias a esto puedan salir todos de la cárcel porque si no, el
ridículo histórico, es histórico..."
3) "Supongo que tienes claro que esto ha terminado. Los
nuestros nos han sacrificado. Al menos a mí. Vosotros seréis consellers
(espero y deseo), pero yo ya estoy sacrificado tal y como sugería
Tardà".
4) "No sé lo que me queda de vida (¡espero que mucha!), pero
la dedicaré a poner en orden estos dos años y a proteger mi reputación.
Me han hecho mucho daño con calumnias, rumores, mentiras que he
aguantado por un objetivo común. Esto ahora ha caducado y me tocará
dedicar mi vida a la defensa propia".
El museo de historia que guarda la pluma con la que Artur Mas
firmó el decreto de convocatoria del referéndum del 9N de 2014 debe
gestionar ya la adquisición para sus fondos de los teléfonos celulares
de Puigdemont y Comín.
El director de Crónica Global, Xavier Salvador, retrata al exconsejero de Salud,
el inimitable, inigualable e inevitable Toni Comín: "Por ese
conocimiento estrecho de Comín, que nos ha mencionado en más de una
ocasión en el Parlament, nadie se extrañó ayer de que el enterrador de
la sanidad del país haya sido, también, el sepulturero del procés.
Dirán que no tiene ninguna culpa, que le fue hurtada una información
privada o cualquier otra justificación para su figura. Pero, a la
postre, Comín es el hombre que ha cavado la tumba del ilusorio
republicanismo".
Ay, Comín, Comín, genio y figura, saltarín de la política, intrigante rasputino.
Lo de Cagancho en Almagro es poco. Le puede pasar a cualquiera, pero te
ha tocado a ti, Comín, que ya es casualidad que todo lo que tocas se
rompa. Lo más seguro es que caiga de pie. ¿Pero... y si estaba todo
preparado, falso robado acaso?
Beatriz Navarro firma un texto en La Vanguardia
en torno a la captura de la exclusiva del programa de Ana Rosa Quintana
en los matinales de Telecinco: "¿Descuido o montaje? ¿Bajó la guardia
Comín, o hay gato encerrado? No hay unanimidad entre los presentes pero a
algunos reporteros en primera fila les llamó la atención la falta de
discreción del diputado con el móvil –de hecho un colaborador le avisó
al final de ello–.
De lo que no hay duda es de que las imágenes y las
explicaciones del reportero del Programa de Ana Rosa (Telecinco), Luis
Navarro, contrastadas con el repaso a los momentos clave del acto en el
que fueron filmadas dan una idea clara del momento en que se enviaron
los melancólicos mensajes.
Y por mucho que el entorno de Puigdemont diga
que lo que vale es lo que dijo en el video distribuido después, a las
20.36, lo cierto es que el mensaje estaba pregrabado y que a esa misma
hora Puigdemont se confesaba con Comín con un análisis muy distinto de
la situación: “Supongo que tienes claro que esto ha terminado. Los
nuestros nos han sacrificado”".
(...) La prensa soberanista cierra filas, aunque nadie da un duro por Puigdemont. Manda la consigna en Twitter de Gabriel Rufián:
"Y cuando despertaron, los 70 diputados seguían ahí". Cierto. Son
setenta pero no son los mismos, convertido el 130 presidente, como Mas,
en más madera para la locomotora del proceso.
La columna de Iu Forn en El Nacional refleja el espíritu de que lo que no mata engorda: "Y mientras Ana Rosa concluye que el procés
se ha acabado, la realidad dice que esta exclusiva mundial servirá para
coser el independentismo.
El de la gente y, sobre todo, el de los
políticos. Como antes lo ha hecho la reacción al 9N, las cargas del 1-O,
el piolinismo, el encarcelamiento y exilio de los líderes y
tantos y tantos movimientos que habían acabado definitivamente con una
situación que, a pesar de la guerra sucia y el dinero invertido en su
contra, volvió a ganar las elecciones . (Pedro Planas, Crónica Global, 01/02/18)
" Carles Puigdemont es un hombre propenso a la
ciclotimia. Y su circunstancia aún le habrá hecho más propenso.
No es la
primera vez que desde Bruselas se mostraba desmoralizado y presto a
dejarlo todo. Sus mensajes, aparentemente destinados a su compañero de
fuga Antoni Comín, estaban redactados sin los errores
ortográficos o de puntuación que son propios en el uso de la mensajería
digital. Puede deducirse que se escribieron con cierta meditación y que
no respondían a un arrebato coloquial entre compañeros.
Él mismo pareció
confirmar todo esto cuando reconoció luego en un tuit la veracidad de
los mensajes y los atribuyó a las dudas naturalísimas que a veces asaltan a los hombres.
La desmoralización y las dudas son legítimas. Cualquier independentista
las habrá padecido y las habrá expresado a sus próximos.
El problema
mayor de Puigdemont es que a la misma hora que se daba por muerto llamaba a la resistencia a sus compañeros en Cataluña.
Algunos de ellos acababan de forzar peligrosamente un precario
dispositivo policial y se concentraban a la puerta del parlamento de
Cataluña para gritar sus consignas habituales e insultar con amenazante
gravedad a los diputados constitucionalistas.
Una buena parte de los
concentrados llevaban caretas con el rostro de Puigdemont, mientras el
auténtico se la estaba quitando a miles de kilómetros de distancia en
una conversación con el diputado Comín. (...)
Lo peor, y lo que no puedo olvidar, es la frase: "Volvemos a vivir los
últimos días de la Cataluña republicana". La frase, que ni siquiera fue
dicha en el calor emocional de cualquier algarada, sino en la más
escueta intimidad, revela el grado de alienación y la textura
ofensivamente vanidosa de la mirada que este hombre se dirige a sí mismo
y a su fracasado proyecto desleal.
Teniendo en cuenta los centenares de
miles de muertos y exiliados y la enorme destrucción provocada, la
analogía es de una perturbadora inmoralidad. Pero también de una gran
imprecisión técnica. Porque cualquier intento que Puigdemont haga por
trasladarse al paisaje de infamia y muerte de la guerra civil le
obligará a ocupar siempre el mismo lado moral. El del gobernante que se
alzó contra la democracia. El del nacionalista. El del fascista." (Arcadi Espada, El Mundo, 01/02/18)
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