2/2/18

La frase: "Volvemos a vivir los últimos días de la Cataluña republicana"... revela el grado de alienación y la textura ofensivamente vanidosa de la mirada que Puigdemont se dirige a sí mismo y a su fracasado proyecto

"(...) De las fases del duelo, Puigdemont vendría a estar en la de la ira a tenor de su cascada de mensajes, que reproducimos a continuación por su indudable trascendencia y valor documental:

1) "Volvemos a vivir los últimos días de la Cataluña republicana..."


2) "El plan de Moncloa triunfa. Solo espero que sea verdad y que gracias a esto puedan salir todos de la cárcel porque si no, el ridículo histórico, es histórico..."


3) "Supongo que tienes claro que esto ha terminado. Los nuestros nos han sacrificado. Al menos a mí. Vosotros seréis consellers (espero y deseo), pero yo ya estoy sacrificado tal y como sugería Tardà".


4) "No sé lo que me queda de vida (¡espero que mucha!), pero la dedicaré a poner en orden estos dos años y a proteger mi reputación. Me han hecho mucho daño con calumnias, rumores, mentiras que he aguantado por un objetivo común. Esto ahora ha caducado y me tocará dedicar mi vida a la defensa propia".


El museo de historia que guarda la pluma con la que Artur Mas firmó el decreto de convocatoria del referéndum del 9N de 2014 debe gestionar ya la adquisición para sus fondos de los teléfonos celulares de Puigdemont y Comín


El director de Crónica Global, Xavier Salvador, retrata al exconsejero de Salud, el inimitable, inigualable e inevitable Toni Comín: "Por ese conocimiento estrecho de Comín, que nos ha mencionado en más de una ocasión en el Parlament, nadie se extrañó ayer de que el enterrador de la sanidad del país haya sido, también, el sepulturero del procés

Dirán que no tiene ninguna culpa, que le fue hurtada una información privada o cualquier otra justificación para su figura. Pero, a la postre, Comín es el hombre que ha cavado la tumba del ilusorio republicanismo".


Ay, Comín, Comín, genio y figura, saltarín de la política, intrigante rasputino. Lo de Cagancho en Almagro es poco. Le puede pasar a cualquiera, pero te ha tocado a ti, Comín, que ya es casualidad que todo lo que tocas se rompa. Lo más seguro es que caiga de pie. ¿Pero... y si estaba todo preparado, falso robado acaso?


Beatriz Navarro firma un texto en La Vanguardia en torno a la captura de la exclusiva del programa de Ana Rosa Quintana en los matinales de Telecinco: "¿Descuido o montaje? ¿Bajó la guardia Comín, o hay gato encerrado? No hay unanimidad entre los presentes pero a algunos reporteros en primera fila les llamó la atención la falta de discreción del diputado con el móvil –de hecho un colaborador le avisó al final de ello–.

 De lo que no hay duda es de que las imágenes y las explicaciones del reportero del Programa de Ana Rosa (Telecinco), Luis Navarro, contrastadas con el repaso a los momentos clave del acto en el que fueron filmadas dan una idea clara del momento en que se enviaron los melancólicos mensajes.

 Y por mucho que el entorno de Puigdemont diga que lo que vale es lo que dijo en el video distribuido después, a las 20.36, lo cierto es que el mensaje estaba pregrabado y que a esa misma hora Puigdemont se confesaba con Comín con un análisis muy distinto de la situación: “Supongo que tienes claro que esto ha terminado. Los nuestros nos han sacrificado”".

 (...)  La prensa soberanista cierra filas, aunque nadie da un duro por Puigdemont. Manda la consigna en Twitter de Gabriel Rufián: "Y cuando despertaron, los 70 diputados seguían ahí". Cierto. Son setenta pero no son los mismos, convertido el 130 presidente, como Mas, en más madera para la locomotora del proceso. 

La columna de Iu Forn en El Nacional refleja el espíritu de que lo que no mata engorda: "Y mientras Ana Rosa concluye que el procés se ha acabado, la realidad dice que esta exclusiva mundial servirá para coser el independentismo. 

El de la gente y, sobre todo, el de los políticos. Como antes lo ha hecho la reacción al 9N, las cargas del 1-O, el piolinismo, el encarcelamiento y exilio de los líderes y tantos y tantos movimientos que habían acabado definitivamente con una situación que, a pesar de la guerra sucia y el dinero invertido en su contra, volvió a ganar las elecciones .               (Pedro Planas, Crónica Global, 01/02/18)


" Carles Puigdemont es un hombre propenso a la ciclotimia. Y su circunstancia aún le habrá hecho más propenso.

 No es la primera vez que desde Bruselas se mostraba desmoralizado y presto a dejarlo todo. Sus mensajes, aparentemente destinados a su compañero de fuga Antoni Comín, estaban redactados sin los errores ortográficos o de puntuación que son propios en el uso de la mensajería digital. Puede deducirse que se escribieron con cierta meditación y que no respondían a un arrebato coloquial entre compañeros. 

Él mismo pareció confirmar todo esto cuando reconoció luego en un tuit la veracidad de los mensajes y los atribuyó a las dudas naturalísimas que a veces asaltan a los hombres. La desmoralización y las dudas son legítimas. Cualquier independentista las habrá padecido y las habrá expresado a sus próximos. 

El problema mayor de Puigdemont es que a la misma hora que se daba por muerto llamaba a la resistencia a sus compañeros en Cataluña. Algunos de ellos acababan de forzar peligrosamente un precario dispositivo policial y se concentraban a la puerta del parlamento de Cataluña para gritar sus consignas habituales e insultar con amenazante gravedad a los diputados constitucionalistas. 

Una buena parte de los concentrados llevaban caretas con el rostro de Puigdemont, mientras el auténtico se la estaba quitando a miles de kilómetros de distancia en una conversación con el diputado Comín.  (...)

Lo peor, y lo que no puedo olvidar, es la frase: "Volvemos a vivir los últimos días de la Cataluña republicana". La frase, que ni siquiera fue dicha en el calor emocional de cualquier algarada, sino en la más escueta intimidad, revela el grado de alienación y la textura ofensivamente vanidosa de la mirada que este hombre se dirige a sí mismo y a su fracasado proyecto desleal. 

Teniendo en cuenta los centenares de miles de muertos y exiliados y la enorme destrucción provocada, la analogía es de una perturbadora inmoralidad. Pero también de una gran imprecisión técnica. Porque cualquier intento que Puigdemont haga por trasladarse al paisaje de infamia y muerte de la guerra civil le obligará a ocupar siempre el mismo lado moral. El del gobernante que se alzó contra la democracia. El del nacionalista. El del fascista."             (Arcadi Espada, El Mundo, 01/02/18)

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