"Despacharse de fascista o de hijoputa se ha convertido
en algo común alrededor del procés en esta fase ya muy degradada. La
espiral del silencio se ha transformado en una espiral de ruido. Hasta
ahora el nacionalismo catalán mantenía el oasis porque los demás
callaban.
Pero la mitad muda ha roto el espejismo de un sol poble tras
aquella manifestación del 8-O. Desde entonces se ha derivado al proceso
inverso: una espiral de ruido, para imponerse por exceso. El minuto de
gloria se ha encarecido en Cataluña: ya es necesario decir barrabasadas
para lograr un titular.
Esta espiral, de doble dirección pero en la que sin
duda se imponen los indepes, se ha realimentado en tres niveles, hasta
salir del ámbito catalán con inquina cada vez más áspera. Es clave la
política, con la demonización de España. El candidato de la CUP ya no
logra titulares calificando a España de “franquista y fascista”, porque
ahí llega hasta el más ortodoxo burgués convergente. Torrent, el hombre
para ocultar a Rovira: España no es una democracia.
Puigdemont habla un día de totalitarismo y otro de
torturas… Usan la retórica del exilio y la cárcel para vender
“persecución” y “presos políticos”. Marta Rovira mencionó incluso los
muertos. Es un mecanismo de autolegitimación que les da patente de corso
para casi todo. Siembran el viento para el tornado del odio.
En el segundo nivel, ese discurso se traslada a la
sociedad civil: el trincherismo feroz desde medios y redes. Esta semana
dos episodios definen el clima. Jordi Borrell —se elimina el Hernández
paterno para no ser sospechoso de falta de pureza— se refería a los
“esfínteres dilatados” de Iceta. En el haber de este director del
Instituto de Nanociencia hay de todo en insultos, hasta celebrar la
muerte del fiscal Maza.
En TV3, la factoría del odio, Toni Albà, una de
las estrellas bien subvencionadas de Polonia, vendedor de bullshit
ideológico contra España, ha llegado a calificar de “mala puta” a
Arrimadas. Todo eran risas entre su clientela, como al llamar
“francocainómano” a Rajoy. En la sociedad civil hay múltiples antenas
para difundir la señal del odio.
Hay incluso un tercer nivel, más allá de Cataluña.
Caso de Suso de Toro. Ante la decisión judicial de Sijena: “El 155 no
solo era para humillar, aterrorizar y tomar rehenes, presos y exiliados,
también era para saquear. El estado realiza en Catalunya una estrategia
de guerra de ocupación literal, de libro”.
Lenguaje guerracivilista en
estado puro. Otro, Ramón Cotarelo: “Los franquistas (PP, PSOE, C’s)
hablan sin límite en la campaña mientras los indepes están silenciados
en el exilio o la cárcel. Hay que acabar con esta dictadura”. Aunque no
figuren entre los 15.000 intelectuales favoritos de casi nadie sensato,
tienen fans y suman miles de retuits. Combustible.
La deshumanización del otro para reducirlo a una
categoría, fascista o españolista o cualquier otra —y el caso extremo
está en el crimen de Zaragoza— es la premisa para desatar el odio. Y esa
factura, más allá de la frustración política y la recesión económica,
va a ser duradera y peligrosamente alta." (Teodoro León Gros, El País, 16/12/17)
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