"El mundo independentista anda revolucionado y algunos sectores comienzan a desarrollar acciones específicas contra el 'enemigo exterior', que no es otro que España. Una de las últimas iniciativas es el llamamiento a realizar boicot a productos españoles,
instando a los ciudadanos a consumir productos exclusivamente
fabricados y elaborados en Cataluña. También arrecia el boicot a las empresas que trasladaron su sede fuera de Cataluña después del verano pasado.
El último mensaje sobre esta cuestión propone no
comprar fresas de Lepe, cuya primera campaña de recogida comienza ahora,
y esperar unas semanas para poder consumir las que se cultivan en la comarca del Maresme, que se producen algo más tarde. "Hay que hacer una campaña de no comprar el fresón de Huelva, así les devolvemos su 'a por ellos oé, oé' [se refiere a los cánticos que despedían a los policías desplazados a Cataluña con motivo del referéndum]. El fresón no es como otros productos, en cinco días está en la basura.
Si 2,5 millones de catalanes no compran ni uno, en una tarde se los van
a comer con patatas", dice uno de los mensajes difundidos. (...)
Las campañas de boicot se ponen en marcha en círculos pequeños, aunque en contadas ocasiones se articulan a través de webs de perfil netamente independentista.
Normalmente, sin embargo, las consignas son lanzadas en pequeños grupos
por militantes concienciados y como iniciativa personal.
En otro de los foros se ha puesto en marcha una 'Guía del consumidor activo catalán'. Según su promotor, "yo ejerzo mi derecho a votar en cada proceso electoral
y cada día 'voto' a favor o en contra de algo cuando compro, o no,
cualquier producto o servicio".
La guía "contempla muchos aspectos del
empoderamiento ('empowerment') del consumidor y el consumo holístico y
'mindful'. No es un llamamiento a exclusivo, sino a inclusivo. Inclusivo
para potenciar nuestro tejido productivo. Es un llamamiento a
'potenciar' el consumo de 'ciertos' productos de 'ciertas' empresas catalanas y 'ciertos' comercios catalanes".
En este foro se dan instrucciones para 'leer' las etiquetas
de los productos con el objetivo de conocer dónde han sido fabricados.
"¿No es preferible comprar un cava de una pequeña bodega con sede en
Cataluña que el de una bodega que haya trasladado su sede fuera de Cataluña? (…) Sugiero que prioricemos aquel producto fabricado y producido en Cataluña (…)
Sugiero que prioricemos comparar al pequeño productor o proveedor por encima de la gran multinacional (…) Sugiero no premiar a las entidades que han cambiado recientemente su sede social fuera de Cataluña.
Una forma inmediata y fácil de actuar es cerrar cuentas bancarias
tradicionales en las que se pagan comisiones para abrir cuentas en
bancos online que no cobran comisiones (hay varios) (…) Sugiero no
comprar cierta prensa, la que Unamuno llamaba
hace 110 años 'esa cochina prensa madrileña' (…)
Sugiero evitar visitar,
mencionar o remitir a la web de esa cochina prensa madrileña (…)
Sugiero que no veas la televisión que comulga con esa cochina prensa
madrileña (…) Sugiero que primemos el uso del catalán en los productos o
servicios. ¿No es preferible escoger el producto etiquetado en catalán? ¿No es preferible que te atiendan en catalán? (…)
Sugiero evitar comprar lotería nacional
(o participaciones de empresa, es el impuesto que pagan los que no
saben casi nada de matemáticas y estadística (…) Escojamos de forma
consciente dónde compramos: en qué colmado, en qué supermercado, en qué
híper, en qué farmacia, en qué tienda de ropa, en qué ferretería, en qué
gasolinera…", dice el impulsor. Y zanja luego: "Esta es una guía de
'resistencia', pacífica, democrática, de impacto real e inmediato".
Disimular, disimular
Aun así, algunos alertan de los peligros de iniciar un boicot contra el mercado español, ya que el mercado catalán está muy interconectado con él y ello supondría consecuencias negativas para todos. Otros, en cambio, sustituyen la llamada al boicot por la llamada a "consumir productos de proximidad", con lo que se puede camuflar el fin último.
Así, algunos advierten que "se ha de dejar claro que se hace por ecologismo, para ahorrar en transporte y para revertir el beneficio en el entorno más próximo porque, de lo contrario, parecería un boicot".
Por las redes, circulan listas
de pastas de dientes, anteponiendo una fabricada en Cataluña a otra muy
conocida fabricada en Madrid, por ejemplo.
Lo mismo cabe decir para
lavavajillas, jabones, espumas de afeitar y geles, colutorios, cafés,
leches (de las que se recomiendas 3 marcas en detrimento del resto que
hay en el mercado o de las marcas blancas), cervezas, vinos (hay una
docena de denominaciones de origen en Cataluña) y pizzas. Evidentemente,
en las comunicaciones detallan exactamente las marcas que no se han de
comprar. (...)
Asimismo, se recomiendan determinadas cadenas de alimentación
para que los ciudadanos compren en ellas, en detrimento de otras
consideradas "españolistas". Incluso se citan a empresarios que acuden a
las manifestaciones independentistas para animar a que se compren sus
productos.
Una de las campañas trata de la "lista para no olvidar".
En esa lista constan las empresas que trasladaron su sede fuera de
Cataluña. Justifican, por ejemplo, el cerrar o dejar en mínimos las
cuentas o libretas en entidades bancarias catalanas que se fueron
después del verano pasado y dejarlo en BBVA. "La reflexión de mi madre
fue que, aunque el BBVA sea español, al menos no había sido traidor", justifican. Paralelamente, reniegan de los seguros con Catalana de Occidente y Adeslas para estudiar ir a otra compañía. "Ya ven, la venganza puede ser un plato caliente o frío", aseguran.
El razonamiento para el daño que hace el boicot no puede ser más contundente: "El auténtico boicot es el de las cosas caras.
Esas facturas de luz, gas, Internet, seguros… el cobro de la pensión,
la nómina… un solo ciudadano puede pagar entre 500 a 1000 euros al año a
una mutua. Lo mismo por el gas o la electricidad. Mil clientes menos
pueden suponer un millón menos de facturación. Si lo hacen 50.000, pues
50 millones… Y siempre, siempre, siempre, cuando pregunten el motivo de
por qué rescinden el contrato o el servicio, hay que decir 'por el cambio de sede'".
Las 'listas negras'
A estos mensajes, suman un listado de 38 empresas a las que hay que boicotear,
entre las que hay bancos, aseguradoras, empresas de alimentación, de
electrodomésticos, de ropa, cerveceras, de servicios, restaurantes o
automovilísticas.
Para rizar el rizo, en algunos círculos, recomiendan no boicotear productos españoles, de momento, pero sí comenzar por el boicot a los 'botiflers' (traidores). Uno de los mensajes que circulan reza: "Hace tiempo que dejé de comprar Freixenet
y ahora tampoco compro ningún producto de Codorníu (…)
No hago boicot a
los productos españoles (de momento), pero sí lo hago a los traidores
que han cambiado la sede de las empresas. Traidores no, gracias". Hace
referencia al anuncio de las dos grandes compañías de cambiar la sede
social de las mismas. En el grupo, se dan recomendaciones sobre
productos alternativos y uno destaca que Víctor Grífols (el
empresario independentista por excelencia) acaba de comprar el 27 de
octubre pasado el cava Juvé & Camps, el tercero de Cataluña,
animando a comprarlo.
Tensión empresarial
La nueva oleada
de intentos de boicot llega en un momento en el que dos caras conocidas
han vuelto a inundar las redes sociales con sus ataques al
'españolismo'. La primera es la cocinera Ada Parellada, que denunció un boicot a su restaurante barcelonés
tras haber organizado una cena solidaria en apoyo de los 'presos
políticos' a principios de enero.
En webs como TripAdvisor, Facebook o
Google aparecieron comentarios críticos con la iniciativa y llamadas a
no acudir al restaurante de Parellada. Según la propia restauradora, el
boicot, al final, es un 'boomerang' contra sus impulsores, ya que comenzaron a lloverle reservas.
El otro famoso envuelto en polémica es Toni Albà, el cómico
que da vida a Juan Carlos I en los programas de TV3. A primeros de
enero, denunció ante los Mossos d’Esquadra una campaña para boicotear el
restaurante Cuina de Mar, que regenta en Vilanova i la Geltrú.
Recientemente, estuvo en el centro de la polémica por haber llamado "mala puta" a la líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas. El próximo martes deberá declarar ante el juzgado al estar imputado por injurias a la jueza Carmen Lamela, la que encarceló a medio Gobierno catalán.
La
pasada semana, hubo otro episodio de enfrentamiento que tiene como
protagonista a la multinacional Zara, propiedad del gallego Amancio Ortega
y nada sospechosa de ser 'españolista'. Pero al independentismo le ha
sentado mal que cambiase los letreros de su céntrica tienda en el Portal
de l’Àngel. Allí, las indicaciones estaban solamente en catalán e
inglés, por lo que hubo quejas de clientes y se le añadió también la
rotulación en castellano.
Ante ello, la Plataforma per la Llengua, uno de los organismos mimados del Govern, denunció ante la Agencia Catalana de Consumo a la marca porque las etiquetas de sus productos "solo están en castellano, al lado de muchas otras lenguas que no son el catalán".
Hace dos años, la entidad ya había denunciado a El Corte Inglés porque
sus catálogos estaban en castellano. Esta plataforma afirma que este mes
de enero superó los 15.000 socios y que "se ha consolidado como
la entidad de referencia de la sociedad civil en temas de lengua".
Este
curso, la Plataforma repartió 4.000 agendas en catalán a alumnos aragoneses para fomentar el catalán
en la franja que divide Aragón de Cataluña y que los independentistas
reclaman como suya. Claro que eso lo hace una entidad que no contempla
el castellano en su web, que solo se puede leer en catalán, occitano e
inglés. (...)" (A. Fernández, El Confidencial, 27/01/18)
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