"El nacionalismo identitario independentista es eficaz en vender un
relato falseado que, objetivamente, cumple una función doble: empuja y
refuerza a la derecha, tanto a la catalana como a la española, esconde o
liquida los verdaderos problemas colectivos, y degrada y desactiva a la
izquierda. (...)
Una disgregación del pensamiento de la “izquierda” actual en
un asunto tan importante como es construir, fortalecer y desarrollar
una conciencia colectiva política, lleva inexorablemente a contribuir,
por acción u omisión, a la dispersión en nuevos taifatos. Algo que
coincide con el auge politico y electoral del pensamiento más
reaccionario y de extrema derecha en Europa.
Cada día encuentro más estrambótico que personas mayores, se entiende
con uso de razón, se crean un solo instante a Puigdemont y a su corte
de derrochadores, no sólo porque representan el pasado, la división
racista que no de clase y la inseguridad, sino porque su inconmensurable
cretinidad es para formar parte de un espectáculo de carnaval de feria
barata, no de la excelencia de los carnavales de Cádiz, por supuesto.
Ya sé que las emisoras del “régimen”, TV3, Catalunya Radio, o
RAC1, hacen un gran trabajo de narcotización sectaria del personal
distraído, del creyente de milongas, o del no fiable éticamente; y que
Marta Rovira les encandila, al decir sus bufonadas cada vez más gordas
para esconder su mendicidad dialéctica. Pero, a pesar de todo ello y de
más cosas, las personas mayores no deberían tragarse trolas cada vez más
gordas e increíbles.
Es también cierto que la inexistencia de una izquierda real que
contribuya a despejar el panorama frente a un relato fraudulento y sitúe
la realidad de las cosas para que la gente sea crítica y opine, ayuda a
mantener la ficción y la mentira.
Para hacer frente a la situación y que no nos arrollen un poco más
los hechos, es imprescindible lo que podríamos llamar un profundo “regeneracionismo republicano” en
la línea del que hubo en la Segunda República Española. Un
regeneracionismo que situó a ésta como una República de trabajadores,
potenciando las rentas del trabajo frente a las rentas del dinero, con
impulso a la democracia, a la educación y a la cultura, que empezara a
situar el inicio de la igualdad de derechos entre la mujer y el hombre,
defensora de la paz, descentralizada política y administrativamente para
un mejor funcionamiento en lo necesario, pero integral como República
de todos y todas; por tanto, con igualdad y justicia colectiva,
independientemente del lugar o región en que se habitara.
Y es en esa perspectiva que la izquierda que no abdica de serlo debe construir su verdadero “sentimiento“ democrático y de clase, no excluyente, ni supremacista y puramente “emocional” en
el sentido más burdo, sino construido desde la educación, la política, y
la mejor y más amplia comunicación para conocer como se hacen las cosas
y compartir experiencias. (...)" (Francisco Frutos, ex Secretario general del PCE, Crónica Popular, 01/12/17)
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