"La periodista Andrea Mármol ha
reprochado al soberanismo que muchos de los argumentos que están
utilizando para hacer autocrítica eran despreciados hace sólo unos
meses.
Andrea Mármol ha asegurado que "muchas de las cosas que se están
reconociendo o admitiendo creo que son verdades", pero "la reacción que
tenían por parte del independentismo y sobre todo del Govern de la
Generalitat y de la CUP era silenciarlo o decir que estas personas
venían a ser súbditos o traidores".
Así lo ha asegurado este miércoles en la tertulia de 'El Món a Rac1',
junto a Toni Soler, Pere Mas y Francesc Marc Álvaro, donde ha expresado
que "aparte de autocrítica, nos merecemos una disculpa, porque hay
personas que lo pusieron sobre la mesa y en aquellos momentos se les
negaba prácticamente el derecho a opinar sobre lo que estaba
sucediendo".
La periodista ha defendido que "lo que yo hago es decir que se sabía desde el principio, y como es la advertencia que yo he hecho es la que creo que se debe repetir y muchas personas han visto que sus opiniones las menospreciaban", y ha reiterado que "no exijo autoflagelación, sino disculpas".
La tertuliana también ha señalado que algunos partidos habían prometido una independencia dentro de la Unión Europea: "tampoco neguemos que aquí, quien había prometido una independencia dentro de la Unión Europea era el independentismo, el resto de partidos no lo había hecho"." (e-notícies, 16/11/17)
La periodista ha defendido que "lo que yo hago es decir que se sabía desde el principio, y como es la advertencia que yo he hecho es la que creo que se debe repetir y muchas personas han visto que sus opiniones las menospreciaban", y ha reiterado que "no exijo autoflagelación, sino disculpas".
La tertuliana también ha señalado que algunos partidos habían prometido una independencia dentro de la Unión Europea: "tampoco neguemos que aquí, quien había prometido una independencia dentro de la Unión Europea era el independentismo, el resto de partidos no lo había hecho"." (e-notícies, 16/11/17)
"(...) Jordi Canal (Olot, 1964) es profesor en la École des Hautes Études en
Sciences Sociales (EHESS) de París.
Visto como está la universidad
española -y la catalana en particular- es una garantía. En 2015 publicó
"Historia mínima de Catalunya" (2015). Tiene también otros libros sobre
el carlismo, París o el exilio.
- ¿Esto cómo se arregla?
Si arreglarlo significa volver a una etapa precedente o
volver a vivir de la manera que vivíamos hace veinte años, la cosa no se
arreglará. No tiene solución. Algunos han hecho muchos esfuerzos para
romper puentes, o mejor dicho para dinamitar conscientemente, tanto los
de Catalunya con el exterior -España o Europa- como en el interior de la
sociedad catalana.
Catalunya está hoy fracturada. Y estas cosas sólo se
pueden normalizar parcialmente con tiempo y paciencia. Ahora, si para
arreglar entendemos nada más salir del momento surrealista que vivimos
ahora, hay seguramente maneras de arreglarlo o como mínimo de encontrar
soluciones en el corto plazo. El 155 ha sido una buena solución -su
aplicación moderada ha cogido por sorpresa a los independentistas- y
también las elecciones de diciembre.
También lo ha sido señalar a los
responsables de tanta insensatez, desde los mencionados Jordis
a Forcadell, Junqueras y Puigdemont. Era imprescindible salir de la
flagrante ilegalidad y de la inseguridad jurídica en la que Catalunya se
había instalado gracias a nuestras élites políticas y aquellos que las
rodean.
Una vez restablecida la democracia en Catalunya, y también la
ley, se podrá empezar a dialogar. Antes era inútil hacerlo. Sin embargo,
aún quedará mucho por hacer. Y, por encima de todo, será necesario
encontrar una manera adecuada para vivir juntos en el futuro.
Hay que
repensar el Estado de las autonomías -tan exitoso hasta hace poco
tiempo-, desde el reparto del dinero hasta todos los excesos que han
derivado del alegre traspaso de competencias a las autonomías. Soy
partidario de poner todo encima de la mesa.
- El proceso parece que ha tenido un final abrupto. No sólo por la intervención del Estado
La actuación del Estado era previsible. Un Estado tiene el
deber de actuar ante las ilegalidades y ante los atentados a la
convivencia. Y debe proteger a sus ciudadanos, incluso a aquellos
catalanes que tienen miedo, que callan y que no salen un día tras otro a
la calle a manifestarse. Son ciudadanos como los otros.
Y seguramente
son más en número. Sin embargo, no hay que olvidar otras dos
intervenciones: la Unión Europea, que ha dicho -esta vez bien alto y
fuerte, no como otras veces- que una Catalunya independiente se quedaría
fuera. Y el independentismo y sus "intelectuales" y profetas, como Sala
Martín, Rahola y tantos otros, ya no han podido seguir contándonos
mentiras desde TV3, la televisión del régimen, sobre la supuesta
Dinamarca del sur que todo el mundo mira y admira.
Y, segunda
intervención: las empresas huyen de Catalunya. Algo pasa y el futuro no
parece tan rico y lleno como nos vendía hace cuatro días Junqueras. De
todos modos, una vez dichas todas estas cosas, hay que añadir que el
final abrupto del llamado proceso -un gran homenaje al gran Kafka, por
cierto- es sobre todo la consecuencia de las incapacidades y la
mediocridad de nuestra clase política, con muy pocas excepciones.
Han
mentido, han incumplido las leyes catalanas y españolas, han jugado con
las ilusiones y sentimientos de mucha gente, han utilizado el dicho
proceso para ocultar corrupciones e incapacitados. Se han cargado, en
definitiva, Catalunya, aquella Catalunya que dicen querer más que los
demás y que no se quitan nunca de la boca.
Y, mientras tanto, ¿quién
gobierna? Este es un país sin gobernación efectiva desde hace muchos
años. Y así nos va.
- Clara Ponsatí o Esquerra dicen ahora que no estábamos preparados. ¿Habérselo pensado antes?
Sin duda. Esta cuestión tiene mucho que ver con la
anterior. Han dirigido el proceso unos políticos y líderes sociales y
culturales muy mediocres. Y la mediocridad provoca casi siempre el
recurso a la mentira, a la insensatez y la irresponsabilidad. Nuestras
instituciones han perdido credibilidad. Y no será fácil recuperarla.
Decía Tarradellas que en política se puede hacer de todo menos el
ridículo. Hasta ahora parecía que el ridículo máximo de un presidente de
la Generalitat había sido el 6 de octubre de Companys. Ahora ya sabemos
que no. Ha sido superado con creces por la fuga de Puigdemont y las
declaraciones que hace diariamente desde Bruselas.
No todo es negativo,
claro. Puigdemont pasará a la posteridad como la persona que inventó
diferentes palabras en lengua francesa, aunque sospechosamente parecidas
a algunas palabras catalanas. Los catalanes no hemos tenido nunca mucha
suerte con nuestros presidentes de la Generalitat, con las excepciones
de Tarradellas y, a pesar de todo lo que hemos sabido posteriormente,
quizás de Pujol. Artur Mas y Carles Puigdemont, en concreto, nos han
llevado al desastre actual.
Y son los principales responsables, aunque
no hay que olvidar los Homs, Turull, Rovira, Forcadell y tantos otros.
Sobre la imprevisión hay que decir que es la consecuencia de vivir en
una realidad paralela, que acaba topando al fin con el mundo real. Todo
lo que ha pasado este año 2017 -los hechos de septiembre en el
Parlament, muy especialmente- es patético. Y, no lo olvidemos, carísimo. (...)
- Parece que los catalanes tropezamos siempre con la misma piedra: 1640, 1714, 1934, 2017
Las situaciones son muy diferentes. La Catalunya de 1640 y
1714 no era ni una nación, en el sentido actual del término, ni menos
aún un Estado. Era un territorio que formaba parte de la Corona de
Aragón, que a su vez estaba integrada en la Monarquía hispánica desde
finales del siglo XV. Una monarquía compuesta, como muchas otras de
aquella época.
Las élites catalanas de 1640 acabaron por dejar integrar
Catalunya a la Monarquía francesa, con lo cual todavía se encontraron en
peor situación. Sin hablar del tratado de los Pirineos… En 1714 Felipe V
castigó a unos grupos de Catalunya -no a Catalunya como entidad- por
haber roto el juramento que habían hecho. Para él era un delito de lesa
majestad, de traición. De aquí que personalizara el conflicto.
La guerra
de Sucesión no fue una guerra contra Catalunya, sino un conflicto
internacional, dinástico y, si se quiere, una especie de guerra civil.
De catalanes había austracistas y filipistas. De hecho, en el famoso
cementerio de las Moreras, donde decía Pitarra que no se enterraba
ningún traidor, descansan juntos austracistas y filipistas, sin
distinción. 1934 es otra cosa. El marco es el de la Catalunya del
Estatuto de 1932.
Los hechos de Octubre son el resultado del arrebato y
la incompetencia de Companys, que quiere demostrar a todos que es muy
nacionalista y que la República es de las izquierdas y que los otros no
tienen cabida. Casi nadie lo sigue.
En cambio, a Puigdemont lo sigue
mucha gente en 2017. Es un proceso construido a partir de mentiras y de
exclusiones, dirigido por hombres y mujeres mediocres, que se acaba
hundiendo tras el anunciado choque de trenes. Detrás de los discursos y
las proclamas no había nada de solidez. Ha sido una gran estafa.
- En el fondo, siempre que hemos desafiado el Estado hemos perdido
Desafiar cualquier Estado es siempre complicado.
- En su libro "Historia mínima de Catalunya" (2015) ya hablaba de "la debilidad catalana". Si quiere le recuerdo la página: 69
Creo recordar que quería decir que muchas veces en el
pasado de Catalunya los historiadores han buscado razones exteriores,
casi siempre vinculadas con la enemistad de Castilla-España, con el fin
de explicar las supuestas "derrotas catalanas", desde el Compromiso de
Caspe en adelante.
Y muchos casos son fáciles de explicar a partir de
las debilidades de la economía, la sociedad o la política catalanas. A
veces a los catalanes nos traiciona nuestro complejo de superioridad. Y
no lo digo sólo de cara al pasado ...
- ¿En esta debilidad influye el peso demográfico de Catalunya?
Sí, ayer y hoy. No es, sin embargo, el único factor. (...)
- ¿Qué ha hecho mal el Estado? Si usted cree que ha hecho algo mal.
Algunas cosas. Sobre todo dos: haber dejado correr el
tiempo y no haber actuado antes, y, en segundo lugar, confiar sólo en la
vía judicial. Me explico. El control de los tiempos dará seguramente al
final el triunfo a Rajoy.
A corto plazo conseguirá vencer la partida.
El precio: haber dejado pudrir y enrarecer el conflicto desde 2012, no
haber frenado la fractura catalana, dejar terreno arrasado. Atención: él
no es el responsable final; lo son los independentistas, pero el
gobierno de Rajoy ha cedido excesivamente con sus silencios.
Los
nacionalistas e independentistas interpretan siempre el silencio como
aceptación o renuncia por parte del otro. En cuanto a la vía judicial,
lo tenía que hacer. Era su responsabilidad. Y no lo ha hecho del todo
mal.
Se ha olvidado, en cambio, en este tema y en otros, de hacer
política: buscar vías de solución alternativa o generar un discurso
positivo sobre las ventajas de vivir juntos y no separados. En este
último tema la oposición, en especial el PSOE y Podemos, no ha ayudado
mucho, ni, la verdad, tampoco los intelectuales. (...)" (Entrevistaa a Jordi Canal, e-notícies, 16/11/17)
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