17/11/17

"Nos merecemos una disculpa"... "Puigdemont y Mas nos han llevado al desastre"

 "La periodista Andrea Mármol ha reprochado al soberanismo que muchos de los argumentos que están utilizando para hacer autocrítica eran despreciados hace sólo unos meses. 

Andrea Mármol ha asegurado que "muchas de las cosas que se están reconociendo o admitiendo creo que son verdades", pero "la reacción que tenían por parte del independentismo y sobre todo del Govern de la Generalitat y de la CUP era silenciarlo o decir que estas personas venían a ser súbditos o traidores".

Así lo ha asegurado este miércoles en la tertulia de 'El Món a Rac1', junto a Toni Soler, Pere Mas y Francesc Marc Álvaro, donde ha expresado que "aparte de autocrítica, nos merecemos una disculpa, porque hay personas que lo pusieron sobre la mesa y en aquellos momentos se les negaba prácticamente el derecho a opinar sobre lo que estaba sucediendo".

La periodista ha defendido que "lo que yo hago es decir que se sabía desde el principio, y como es la advertencia que yo he hecho es la que creo que se debe repetir y muchas personas han visto que sus opiniones las menospreciaban", y ha reiterado que "no exijo autoflagelación, sino disculpas".

La tertuliana también ha señalado que algunos partidos habían prometido una independencia dentro de la Unión Europea: "tampoco neguemos que aquí, quien había prometido una independencia dentro de la Unión Europea era el independentismo, el resto de partidos no lo había hecho"."         (e-notícies, 16/11/17)

"(...) Jordi Canal (Olot, 1964) es profesor en la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) de París.

Visto como está la universidad española -y la catalana en particular- es una garantía. En 2015 publicó "Historia mínima de Catalunya" (2015). Tiene también otros libros sobre el carlismo, París o el exilio.

 - ¿Esto cómo se arregla?

Si arreglarlo significa volver a una etapa precedente o volver a vivir de la manera que vivíamos hace veinte años, la cosa no se arreglará. No tiene solución. Algunos han hecho muchos esfuerzos para romper puentes, o mejor dicho para dinamitar conscientemente, tanto los de Catalunya con el exterior -España o Europa- como en el interior de la sociedad catalana. 

Catalunya está hoy fracturada. Y estas cosas sólo se pueden normalizar parcialmente con tiempo y paciencia. Ahora, si para arreglar entendemos nada más salir del momento surrealista que vivimos ahora, hay seguramente maneras de arreglarlo o como mínimo de encontrar soluciones en el corto plazo. El 155 ha sido una buena solución -su aplicación moderada ha cogido por sorpresa a los independentistas- y también las elecciones de diciembre.

 También lo ha sido señalar a los responsables de tanta insensatez, desde los mencionados Jordis a Forcadell, Junqueras y Puigdemont. Era imprescindible salir de la flagrante ilegalidad y de la inseguridad jurídica en la que Catalunya se había instalado gracias a nuestras élites políticas y aquellos que las rodean. 

Una vez restablecida la democracia en Catalunya, y también la ley, se podrá empezar a dialogar. Antes era inútil hacerlo. Sin embargo, aún quedará mucho por hacer. Y, por encima de todo, será necesario encontrar una manera adecuada para vivir juntos en el futuro. 

Hay que repensar el Estado de las autonomías -tan exitoso hasta hace poco tiempo-, desde el reparto del dinero hasta todos los excesos que han derivado del alegre traspaso de competencias a las autonomías. Soy partidario de poner todo encima de la mesa.

- El proceso parece que ha tenido un final abrupto. No sólo por la intervención del Estado

La actuación del Estado era previsible. Un Estado tiene el deber de actuar ante las ilegalidades y ante los atentados a la convivencia. Y debe proteger a sus ciudadanos, incluso a aquellos catalanes que tienen miedo, que callan y que no salen un día tras otro a la calle a manifestarse. Son ciudadanos como los otros. 

Y seguramente son más en número. Sin embargo, no hay que olvidar otras dos intervenciones: la Unión Europea, que ha dicho -esta vez bien alto y fuerte, no como otras veces- que una Catalunya independiente se quedaría fuera. Y el independentismo y sus "intelectuales" y profetas, como Sala Martín, Rahola y tantos otros, ya no han podido seguir contándonos mentiras desde TV3, la televisión del régimen, sobre la supuesta Dinamarca del sur que todo el mundo mira y admira.

 Y, segunda intervención: las empresas huyen de Catalunya. Algo pasa y el futuro no parece tan rico y lleno como nos vendía hace cuatro días Junqueras. De todos modos, una vez dichas todas estas cosas, hay que añadir que el final abrupto del llamado proceso -un gran homenaje al gran Kafka, por cierto- es sobre todo la consecuencia de las incapacidades y la mediocridad de nuestra clase política, con muy pocas excepciones. 

Han mentido, han incumplido las leyes catalanas y españolas, han jugado con las ilusiones y sentimientos de mucha gente, han utilizado el dicho proceso para ocultar corrupciones e incapacitados. Se han cargado, en definitiva, Catalunya, aquella Catalunya que dicen querer más que los demás y que no se quitan nunca de la boca.

 Y, mientras tanto, ¿quién gobierna? Este es un país sin gobernación efectiva desde hace muchos años. Y así nos va.

- Clara Ponsatí o Esquerra dicen ahora que no estábamos preparados. ¿Habérselo pensado antes?

Sin duda. Esta cuestión tiene mucho que ver con la anterior. Han dirigido el proceso unos políticos y líderes sociales y culturales muy mediocres. Y la mediocridad provoca casi siempre el recurso a la mentira, a la insensatez y la irresponsabilidad. Nuestras instituciones han perdido credibilidad. Y no será fácil recuperarla. 

Decía Tarradellas que en política se puede hacer de todo menos el ridículo. Hasta ahora parecía que el ridículo máximo de un presidente de la Generalitat había sido el 6 de octubre de Companys. Ahora ya sabemos que no. Ha sido superado con creces por la fuga de Puigdemont y las declaraciones que hace diariamente desde Bruselas. 

No todo es negativo, claro. Puigdemont pasará a la posteridad como la persona que inventó diferentes palabras en lengua francesa, aunque sospechosamente parecidas a algunas palabras catalanas. Los catalanes no hemos tenido nunca mucha suerte con nuestros presidentes de la Generalitat, con las excepciones de Tarradellas y, a pesar de todo lo que hemos sabido posteriormente, quizás de Pujol. Artur Mas y Carles Puigdemont, en concreto, nos han llevado al desastre actual. 

Y son los principales responsables, aunque no hay que olvidar los Homs, Turull, Rovira, Forcadell y tantos otros. Sobre la imprevisión hay que decir que es la consecuencia de vivir en una realidad paralela, que acaba topando al fin con el mundo real. Todo lo que ha pasado este año 2017 -los hechos de septiembre en el Parlament, muy especialmente- es patético. Y, no lo olvidemos, carísimo. (...)

- Parece que los catalanes tropezamos siempre con la misma piedra: 1640, 1714, 1934, 2017

Las situaciones son muy diferentes. La Catalunya de 1640 y 1714 no era ni una nación, en el sentido actual del término, ni menos aún un Estado. Era un territorio que formaba parte de la Corona de Aragón, que a su vez estaba integrada en la Monarquía hispánica desde finales del siglo XV. Una monarquía compuesta, como muchas otras de aquella época. 

Las élites catalanas de 1640 acabaron por dejar integrar Catalunya a la Monarquía francesa, con lo cual todavía se encontraron en peor situación. Sin hablar del tratado de los Pirineos… En 1714 Felipe V castigó a unos grupos de Catalunya -no a Catalunya como entidad- por haber roto el juramento que habían hecho. Para él era un delito de lesa majestad, de traición. De aquí que personalizara el conflicto.

 La guerra de Sucesión no fue una guerra contra Catalunya, sino un conflicto internacional, dinástico y, si se quiere, una especie de guerra civil. De catalanes había austracistas y filipistas. De hecho, en el famoso cementerio de las Moreras, donde decía Pitarra que no se enterraba ningún traidor, descansan juntos austracistas y filipistas, sin distinción. 1934 es otra cosa. El marco es el de la Catalunya del Estatuto de 1932. 

Los hechos de Octubre son el resultado del arrebato y la incompetencia de Companys, que quiere demostrar a todos que es muy nacionalista y que la República es de las izquierdas y que los otros no tienen cabida. Casi nadie lo sigue.

 En cambio, a Puigdemont lo sigue mucha gente en 2017. Es un proceso construido a partir de mentiras y de exclusiones, dirigido por hombres y mujeres mediocres, que se acaba hundiendo tras el anunciado choque de trenes. Detrás de los discursos y las proclamas no había nada de solidez. Ha sido una gran estafa.

- En el fondo, siempre que hemos desafiado el Estado hemos perdido

Desafiar cualquier Estado es siempre complicado.

- En su libro "Historia mínima de Catalunya" (2015) ya hablaba de "la debilidad catalana". Si quiere le recuerdo la página: 69

Creo recordar que quería decir que muchas veces en el pasado de Catalunya los historiadores han buscado razones exteriores, casi siempre vinculadas con la enemistad de Castilla-España, con el fin de explicar las supuestas "derrotas catalanas", desde el Compromiso de Caspe en adelante.

 Y muchos casos son fáciles de explicar a partir de las debilidades de la economía, la sociedad o la política catalanas. A veces a los catalanes nos traiciona nuestro complejo de superioridad. Y no lo digo sólo de cara al pasado ...

- ¿En esta debilidad influye el peso demográfico de Catalunya?

Sí, ayer y hoy. No es, sin embargo, el único factor. (...)

- ¿Qué ha hecho mal el Estado? Si usted cree que ha hecho algo mal.

Algunas cosas. Sobre todo dos: haber dejado correr el tiempo y no haber actuado antes, y, en segundo lugar, confiar sólo en la vía judicial. Me explico. El control de los tiempos dará seguramente al final el triunfo a Rajoy. 

A corto plazo conseguirá vencer la partida. El precio: haber dejado pudrir y enrarecer el conflicto desde 2012, no haber frenado la fractura catalana, dejar terreno arrasado. Atención: él no es el responsable final; lo son los independentistas, pero el gobierno de Rajoy ha cedido excesivamente con sus silencios. 

Los nacionalistas e independentistas interpretan siempre el silencio como aceptación o renuncia por parte del otro. En cuanto a la vía judicial, lo tenía que hacer. Era su responsabilidad. Y no lo ha hecho del todo mal.

 Se ha olvidado, en cambio, en este tema y en otros, de hacer política: buscar vías de solución alternativa o generar un discurso positivo sobre las ventajas de vivir juntos y no separados. En este último tema la oposición, en especial el PSOE y Podemos, no ha ayudado mucho, ni, la verdad, tampoco los intelectuales. (...)"            (Entrevistaa a Jordi Canal, e-notícies, 16/11/17)

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