"Cornellà de Llobregat está tan solo a dos paradas en tren de la
estación de Sants. En menos de 10 minutos se deja atrás Barcelona para
adentrarse en lo más profundo del cinturón rojo. Y a pesar de la corta distancia, aquí las banderas españolas ganan la batalla en las ventanas a las esteladas.
La ciudad más grande del Bajo Llobregat es uno de los pocos municipios donde Convergència no tiene ni un concejal. O donde la participación el 1-O no llegó al 22%. De toda la vida ha gobernado el PSC, aunque en los últimos años con Ciudadanos en los talones.
De aquí es, por ejemplo, José Montilla,
que fue alcalde durante 20 años. Pero también Jordi Évole, los Estopa o
Joan Tardà se criaron en los bloques que conforman un paisaje similar
al de cualquier ciudad obrera de la periferia.
Decía hace unos días
Inés Arrimadas que “Cataluña, como Cornellà, es una tierra plural y
diversa”. Y lo decía porque lo de separarse del resto de España, no
arraiga. “Para que te hagas una idea, aquí no se oyó nada cuando en
Barcelona hicieron caceroladas, pero sí se oyeron cuando salió Puigdemont a dar su discurso”, cuenta María desde la barra del bar que regenta, donde ya no pone periódicos —de unos ni otros— para que nadie discuta.
“Aquí unos gritan 'Viva España' y otros 'Independencia”,
afirma Carmen, una carnicera que tampoco quiere oír hablar de
secesionismo. “En Cornellà nos sentimos españoles, la gente más
adinerada se sentirá más independentista, pero los más sencillos no”,
asegura desde su puesto de jamones y embutidos.
En el puesto de al lado, de hecho, la pescadera Isabel es de otra
opinión: “Nací en Jaén pero yo me siento catalana, y me gustaría que
saliese la independencia. Aunque me vaya mal un tiempo,
pero creo que es lo mejor”. Otros prefieren no mojarse: "Nosotros
preferimos no decirlo porque tenemos un negocio y nunca sabes si te
puede afectar, pero lo que es cierto es que se da una imagen de que en
Cataluña estamos en una guerra civil y no es así",
asegura Ariadna.
"Hay gente que nació aquí y no se siente
independentista, y gente de fuera que sí, hay de todo", agrega su
pareja, Hamza.
Los carteles del mercado municipal alternan el español y el catalán
con la misma naturalidad con que los paisanos cambian de idioma entre
ellos. Por eso, en el pueblo ha caído como un jarro de agua fría un artículo de opinión publicado en 'El Nacional'
donde los acusaban de “señalar con el dedo” al que hablaba catalán.
“El
colectivo castellanohablante es el único colectivo inmigrante que tiene
la arrogancia de vivir en Cataluña como vivía Chiquito de la Calzada en Tokio, como si no se hubiera movido de casa”, aseguraba su autor, Jordi Galves.
Pero
ni ciudadanos de a pie ni políticos de todo el espectro político
aseguran haber visto nunca una situación semejante. “En Cornellà nunca
se ha perseguido a nadie por hablar catalán, de hecho los inmigrantes en
los años cincuenta o sesenta, después de trabajar, se iban a clases para aprenderlo e integrarse,
no como dice el artículo”, afirma Arnau Funes, concejal de Iniciativa
per Catalunya Verds.
“Lo que les molesta es que aquí el independentismo
no cuela”, comparte Daniel Serrano, concejal del Partido Popular. “Se
parece más Cornellà a Cataluña que Berga o Vic”, aseguran.
El alcalde socialista, Antonio Balmón, fue uno de los primeros ediles
en anunciar que no pondría los colegios a disposición del referéndum. Y
los propios vecinos impidieron que aun así un grupo intentase abrir el
centro educativo del barrio de Fontsant. Solo 15.000 de los 86.000 vecinos fueron a votar.
En Cornellà, TV3
se ve menos que Televisión Española, Antena 3 y La Sexta, en ese orden.
Tampoco han salido nunca tan en masa a la calle como en la
manifestación a favor del diálogo. Y aunque en la primera huelga el
seguimiento fue masivo, en la segunda todos los comercios mantuvieron subido el cierre. “Yo soy andaluz, pero mis hijos son catalanes. No soy independentista, lo que soy es currelas”, afirma Francisco.
El unionismo de la localidad está en sus genes. Y
aunque todavía en la zona centro pueden encontrarse más partidarios de
la independencia, prácticamente desparecen en el barrio de San Ildefons,
separado por la vía del tren que comunica con la capital.
En los años
cincuenta y sesenta, mucha población emigrante de otras partes de España
se asentó precisamente en esta zona por su cercanía a la capital y a
fábricas como la de la Seat. Pero primero la burbuja —que aumentó
notablemente el precio de la vivienda por su cercanía a la ciudad
condal— y después la crisis hicieron que la mayoría de la gente que
ronda la treintena se haya ido a otras ciudades.
Quedan, por tanto, los
más mayores, aún con fuertes lazos con su tierra natal y muy poco seducidos a separarse de ella, al igual que la importante población extranjera.
“Por
eso es inaceptable que ahora venga alguien y nos diga que somos
'colonos' [refiriéndose al articulo], porque aquí en los sesenta no
había ni alcantarillado. Las calles eran de barro, era un barrio de mierda y lo levantó la gente”, se queja Arnau. “Es un insulto”.
En el Ayuntamiento de Cornellà, Esquerra y Convergència suelen
disputarse dos concejales. La CUP tuvo que ir 'camuflada' en una
coalición con Podemos para ganar representatividad. Mientras, el partido
de Albert Rivera viene con fuerza, sobre todo entre los jóvenes como
Albert: “En mi clase casi todos somos de Ciudadanos,
hay mucho españolista de mi edad”, asegura. Algunos de ellos han
empezado a movilizarse y han montado una asociación "porque parece que
solo los independentistas se movilizan".
Entre los más mayores, el PSC sigue siendo la referencia, y muchos confiesan que elegirán a Miquel Iceta
el 21-D. “En este tipo de municipios, como Santa Coloma de Gramanet,
Terrassa o Sabadell, siempre hay más participación en las generales que
en las autonómicas porque se tiene la sensación de que las segundas no van con ellos.
Pero ahora es diferente, esta vez la gente está saliendo más a decir lo
que piensa y todo apunta a que se van a movilizar más el 21-D y que
sobre todo el voto unionista subirá. Al menos, aquí” augura Funes." (María Zuil, El Confidencial, 23/11/17)
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