"Desde los desafortunados sucesos del
pasado 1 de octubre, la cuestión de la independencia de Cataluña se ha
vuelto un tema habitual en el debate público europeo. En este debate es
curioso ver cómo la historia, las tradiciones políticas e
institucionales condicionan la manera en que es percibida la cuestión.
Así, desde Alemania se tiende a hacer hincapié en la ruptura
constitucional, en Inglaterra se reclama el derecho a decidir, mientras
que en Italia se suele mencionar las disputas en torno a las cuestiones
redistributivas.
El debate en Francia es particularmente interesante no
solo porque, por razones evidentes, es un debate muy bien informado,
sino porque el modelo político y territorial francés es diametralmente
opuesto al español. En él trasciende una particular visión
político-filosófica y en él resuenan también las tensiones que afectan
al país.
La República francesa surgida de la
revolución se erige sobre dos principios fundamentales: el de la
igualdad, segundo elemento de su divisa nacional y el de la
indivisibilidad. El principio de indivisibilidad más allá de sus
dimensiones políticas y territoriales implica el reconocimiento del
pueblo en su conjunto como único sujeto soberano, o lo que es lo
mismo, “ninguna sección del pueblo ni ningún individuo” pueden
atribuirse el ejercicio de la soberanía.
Por su parte, el principio de
igualdad, tan importante en el contexto de la lucha contra el antiguo
régimen, tiene una dimensión positiva (todos los ciudadanos son iguales
ante la ley), pero también negativa: un grupo de ciudadanos ya sea por
razones religiosas, culturales o por pertenecer a una comunidad de
origen, no puede arrogarse unos derechos particulares.
Como bien señala Eric Hobsbawm, “desde el
punto de vista democrático revolucionario, el concepto central era el
pueblo soberano de los ciudadanos, identificado al Estado”. Siendo así,
entre el ciudadano y el Estado no puede haber ningún intermediario (ya
sea religioso, filosófico, étnico o cultural).
Sobre esta noción casi
“orgánica” de la nación y la importancia otorgada a la igualdad, la
República se dedicará a “fabricar” la nación, es decir, al conjunto de
ciudadanos, a través de la escuela encargada de la educación nacional.
En palabras del propio Manuel Valls se “construye un Estado jacobino,
centralizado, donde la escuela y la lengua francesas son la columna
vertebral”. Sobre estas nociones se erige el ideal republicano
universalista como la aspiración de trascender lo particular.
(...) la incomprensión del secesionismo en la opinión
pública francesa se explicaría de dos maneras. Primero, por la
dificultad de empatizar, desde un modelo jacobino e igualitarista, con
las reivindicaciones secesionistas. En segundo lugar, porque el
secesionismo es asimilado a los retos que plantea la globalización y a
las amenazas que se ciernen sobre Europa.
Dada la composición de las
sociedades europeas, incluida la francesa, el triunfo del secesionismo
en un país europeo pondría en cuestión al Estado y con él la manera en
que las sociedades europeas se han organizado desde aquel famoso 1789." (Raquel Montes Torralba, Agenda Pública, 26/11/17)
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