"(...) No pertenezco ni a la parroquia de catalanistas ni a la de españolistas
y tampoco puedo abjurar de nada porque jamás he pertenecido a
religiones parecidas. Pero debo añadir algo más que me ha sobrevenido
con la edad, y es que, igual que entonces me parecían las religiones
merecedoras de un respeto, ahora siento hacia estas nuevas, sobrevenidas
socialmente, un desprecio teñido de aversión.
Me cuesta trabajo hacerme a la idea de que haya gente
capaz de creerse las mentiras de unos profetas cobardes y ruines,
auténticos capitanes arañas que después de haber despojado a una
sociedad que se jactaba, quizá con exceso, de su capacidad para vivir y
dejar vivir, y la han dejado abierta en canal,
metáfora muy plástica que me gusta repetir, porque cuando a los
animales, incluidos los humanos, se nos exhibe de ese modo quedan al
descubierto sus entrañas, esas partes donde los antiguos buscaban y al
parecer encontraban nuestras miserias más hondas.
Que un supuesto presidente de la Generalitat
elegido por cooptación y sin el voto ciudadano, justamente destituido
por saltarse la ley no para hacer una revolución, que sería motivo de
fuste, sino para garantizar la permanencia de una casta dirigente tan
corrupta como catalanista, tenga el tupé de preguntarse retóricamente si
Rajoy y el Estado respetarán las elecciones del próximo 21 de diciembre,
estamos ante una desvergüenza.
Bastaría decir que él no tuvo los
redaños suficientes para convocar las elecciones, cosa que hubo de hacer
el adversario. Esto descalifica a una persona por su indecencia, pero a
un político lo eleva un grado en el desprecio que se merece: por
cobarde, improvisador y cínico.
¿Alguien sería capaz de aceptar a un tipo así
dirigiendo no ya un Estado en ciernes sino una asociación de vecinos?
¿Hay creyentes de la religión Puigdemont?
Sí, los hay y suficientes como para cuestionar al género humano, al
derecho igualitario de las urnas y sobre todo a esa falacia para flojos
de espíritu que se da en llamar catalanismo.
Con tal de no pasar ni una noche en la cárcel y de garantizar sus patrimonios,
han sido capaces los supuestos gobernantes de esa Generalitat de
delincuentes a renegar de su fe y de sus fervores. Nunca una sociedad,
que salvo egregias minorías no se distinguió por sus cuotas de heroísmo,
ha caído tan bajo.
Nunca se han hipotecado las creencias por un
personal despreciable, que falto de recursos improvisa motivos con los
que tapar su frivolidad, apelando a hipotéticos muertos que evitaron con
su cobardía y su deshonra. No hay más daños ni heridos ni víctimas que aquellas que ellos provocaron.
¿De dónde salieron estos profetas de la inanidad y la
deshonra? Esta será una respuesta que no figura en el haber del Estado,
ni siquiera en el de Rajoy. Hubo un tiempo en que los califiqué de
payasos y hasta algunos se dieron por aludidos, cuando en pura lógica
hubieran debido reaccionar los Payasos Sin Fronteras, indignados porque
se les asimilara con personal tan despreciable.
Nunca gente tan simple provocó desperfectos tan complejos." (Gregorio Morán, Crónica global, 25/11/17)
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