"Al fin, el mundo nos mira. La secesión catalana ha tardado mucho en emerger. (...)
Pero la triste y brutal realidad es que la historia hecha por los
catalanes no ha conseguido levantar cabeza y ocupar el primer plano
internacional hasta el 17-A, cuando han sido unos atentados yihadistas
los que han colocado el conflicto secesionista en el mapa de una forma
que no habían podido imaginar quienes se dedican profesionalmente a ello
desde la Generalitat. (...)
La imagen impactante de esta irrupción de la historia universal en la
pequeña historia catalana nos la ofreció la manifestación del 26 de
agosto, en la que los organizadores independentistas aparecieron como
los alquimistas perversos que convierten una protesta contra el
terrorismo y en apoyo a las víctimas en una apología de la secesión y
una impugnación del gobierno español y de la monarquía.
No son extraños
los lamentos del día siguiente ante el flagrante error cometido ante el
mundo por parte de las mentes sensatas que todavía quedan en el mundo
secesionista. (...)
La similitud con Hungría —y también con la Polonia populista de
Jaroslav kaczynski— se extiende al modelo de democracia que dibujan las
dos leyes, la del referéndum y la de la transitoriedad, y sobre todo al
método expeditivo utilizado para su aprobación en el parlamento catalán
esta pasada semana, con flagrante menosprecio de la legalidad, los
reglamentos y los derechos de los diputados y de sus representados.
Se
trata de democracias plebiscitarias, basadas en la dictadura de la
mayoría y el desprecio a la minoría. Con abstracción de todo control
judicial, incluso de los organismos soberanos propios. Sin división de
poderes propiamente dicha. Y con una vocación intervencionista en la
sociedad civil y en los medios de comunicación que se expresa tanto en
la legislación como en las prácticas utilizadas por el Gobierno.
La mirada del mundo no puede ser piadosa hacia esa Cataluña de tan dudosa calidad democrática.(...)" (Lluís Bassets , El País, 11/09/17)
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