"Poner los sentimientos sobre la mesa de la discusión política es una
fórmula segura para enredarlo todo. Cuando los sentimientos entran por
la puerta, la razón salta por la ventana o se encarama al alféizar por
si acaso.
Y pocas cosas apelan tanto a los sentimientos como el concepto
de nación.
Frente al frío y poco atractivo Estado —entidad jurídica que organiza
el mundo en que vivimos y cuya suma forma la comunidad internacional—,
la seductora y emocional nación es algo complicadísimo de definir.
Cuando Patxi López se puso como Cristo a orillas del mar de Tiberíades y
preguntó aquello de “Pedro ¿tú sabes lo que es una nación?”, el actual
secretario general del PSOE —en vez de soltarle un “dínoslo tú, que has
sido lehendakari de los vascos y las vascas”— salió como pudo con un
“pues es un sentimiento que tiene muchísima ciudadanía, por ejemplo en
Cataluña, por ejemplo en País Vasco, por razones culturales, históricas o
lingüísticas”. Eso, un sentimiento. (...)
A la baraja ibérica se acaba de incorporar una nueva carta ganadora: la
plurinacionalidad. ¿Significa que en el Estado hay varias naciones? ¿O
que un individuo puede pertenecer a varias naciones? ¿Y a dos Estados y
una nación? ¿Todo lo anterior? ¿Nada? Ni idea. Ya lo iremos viendo sobre
la marcha (...)
La plurinacionalidad está produciendo conceptos fantásticos. Adriana
Lastra, vicesecretaria general del PSOE, ha afirmado: “”.
No. Un servidor no lo sabe. Ni perfectamente ni medio bien,
salvo en el caso de que cuando la señora Lastra hable de Principado se
refiera a Tronos, Principados y Potestades, en cuyo caso merece una
ovación. (...)
Seamos sinceros y no sentimentales. Esto no va de naciones, sino de Estados." (Jorge Marirrodriga , El País, 22/06/17)
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