"(...) En 1976, en Barcelona, la burguesía autóctona no estaba interesada en el
rock, sino en el jazz. El rock y el punk nos gustaba en los barrios de
periferia donde vivían los resultados de la mezcla de la emigración.
Yo
era hijo de catalana y asturiano, Loquillo hijo de catalana y aragonés.
Nos entendimos bien enseguida. La burguesía catalanista nos miraba por
encima del hombro, nunca entendimos por qué, puesto que su nivel tampoco
era muy allá. Era un panorama muy tóxico y asfixiante.
Ahora entiendo
que todo se debía a ese sentimiento supremacista que contiene de fondo
todo nacionalismo y regionalismo: nuestro rock lo encontraban
lógicamente grosero y zafio, porque pensaban que lo que pudiera venir
del suburbio mestizo tenía que ser inferior y menos refinado.
No es algo
que no suceda también en otros lugares pero, en Cataluña, al triturador
eje social hay que añadirle el no menos triturador eje patriótico y, la
verdad, ya son demasiados ejes opresivos, sobre todo si naces pobre.
Por eso fue una agradable sorpresa ser tan bien recibidos en Madrid
cuando vinimos a tocar. En Madrid, descubrimos que, siendo una ciudad
más grande, barajaban unos códigos para esas cosas totalmente
diferentes, más amplios. (...)" (Entrevista a Sabino Méndez, Cuarto Poder, 21/03/17)
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