"(...) Hay dos antecedentes que resultan clave. El primero, entender de dónde viene
eso que podríamos llamar "régimen catalán".
Como capítulo catalán del
régimen español, el pujolismo fue también un sistema bipartidista, pero,
a diferencia de aquel, no turnista. Su mecanismo no era el recambio en
el Govern sino el reparto de poder entre CiU y PSC por instituciones.
Así, CiU manejó una parte del poder, pero lo compartió con el PSC y lo
hizo de una forma estamental, casi territorial.
Y aquí llega el segundo aspecto fundamental para entender lo que pasa
en Catalunya hoy: Convergència ha perdido el favor de los poderes
económicos, también el PSC, y el reparto estamental se ha roto.
Esto no quiere decir necesariamente que no lo puedan recuperar. Pero sí
que ante la grave cesión electoral de ambos, el poder fáctico se ha
visto huérfano de canalización institucional.
Apuesta del empresariado
En el epílogo catalán, el gran empresariado está apostando, en primer
lugar, por que el procés acabe en fracaso y se abran nuevos escenarios.
En segundo, por una sustitución tranquila de agentes.
Es cierto que ahora mismo, en un estado muy incipiente, está sin
decidir quiénes serán los ungidos, entre otras cosas porque el poder
nunca pone todos los huevos en una cesta. Así se explica que La Vanguardia tenga un director adjunto de la cuerda de los comunes y que El País
dé visibilidad a Ciutadans y a algunas plataformas de derecha
nacionalista no independentista que están apareciendo para ocupar el
hueco de la antigua CiU. (...)
No hace falta explicar cómo de fuertes son las tentaciones de las
fuerzas emergentes de dejarse arrastrar al sorteo que se anuncia para
elegir a los nuevos agentes de tensión estable, análoga a la CiU-PSC que
logró tres décadas de paz social y nacional.
Si los poderes logran imponer la antigua lógica con nuevas caras, la
operación será exitosa y no tardará en emularse para abortar el epílogo
español." (Arturo Puente, Diagonal, 03/11/16)
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