13/5/16

El derecho a decidir esconde una firme lucha por el poder de las élites catalanas, que tiene muy poco que ver con derechos y procedimientos democráticos

"(...) El uso generalizado, aunque no único, del dret a decidir es una reformulación lingüística, en absoluto espontánea o azarosa, del derecho de autodeterminación. Surgió, según cuentan (no tengo seguridad en este punto), de uno de los laboratorios político-culturales del ámbito secesionista catalán. Uno de sus tanques de pensamiento.

 Se inspiraron, según dicen también, en formulaciones nacionalistas previas. Del PNV de años anteriores. Se da a veces la referencia concreta de un departamento de Políticas de la Universidad Pompeu Fabra. Lo ignoro, aunque no es imposible. (...)

¿Por qué dret a decidir y no derecho de autodeterminación? Tal vez porque este último esté marcado por haber sido defendido en su día -¡y en otras circunstancias y asociado siempre a la solución federal!- por fuerzas y organizaciones comunistas [1] o –uso no excluyente- porque, por supuestísimo, no hay nada en la Cataluña de 2016 (o en la de 2011 pongamos por caso) que recuerde una situación colonial, semicolonial o de opresión política, lingüística [2].

 Digan lo que digan los agitadores nacionalistas. Nada que tenga que ver con la Cataluña esclava de una España esclavista de la que ha hablado una y cien veces más nada menos que la presidenta del Parlament de Catalunya, la molt honorable Carme Forcadell, una de las principales autoridades del país, una de las “intelectuales orgánicas” secesionistas más fanatizadas (por mucho que ahora cuide a veces las formas). 

Que ese supuesto derecho a decidir esconde (sin esconder) una posición secesionista (y cultural y políticamente antiespañola, digan también lo que digan) o, más claramente, una firme lucha por el poder (todo el poder que sea posible) de las élites catalanas que tiene muy poco que ver con derechos y procedimientos democráticos, es fácil inferirlo si pensamos en la actitud tomada por CiU –entonces una coalición de intereses unidos- cuando Izquierda Plural (IU) propuso en el parlamento el ejercicio del “derecho a decidir” del pueblo español en su conjunto sobre un tema tan trascendental para todos, especialmente para las clases populares, para todas las clases populares del país, como el TTIP.

 El voto contrario de CiU, amparándose en gastados lemas como la modernidad o el progreso imparable en beneficio de todos, demuestra bien a las claras su real apuesta, es decir, su no apuesta por las potenciales decisiones populares cuando éstas son o pueden ser contrarias a sus posiciones e intereses políticos enmarcados todos ellos en el neoliberalismo más liberal-conservador que podamos imaginarnos. Somos conscientes de ello, todos deberíamos tomar nota de ello.

Pero no es este el punto propiamente. Es otro y afecta a otras fuerzas políticas. A todas aquellas que dicen ser no independentistas, incluso no nacionalistas, pero que defienden ese supuesto derecho al mismo tiempo que nunca aclaran, nunca manifiestan con suficiente claridad qué posición tomarían en caso de consulta o referéndum.

 De hecho cabe preguntar, ¿para qué reclaman un derecho si no aclaran cuál es el objetivo de su vindicación? ¿Por mor al propio derecho que se reclama? ¿Sin más prolongaciones? ¿Un fin en sí mismo para “aclarar la situación”? Veamos.

Supongamos que habláramos del derecho a la salud. ¿Alguien se conformaría o estaría de acuerdo con una fuerza política que manifestara que el asunto de si la sanidad debe estar en manos públicas o privadas es una decisión de los ciudadanos, que tienen derecho a decidir qué tipo de sanidad quieren, y que ellos no van a decir nada y se van a esperar a que el “pueblo hable”?

¿Y si pensamos en asuntos educativos? ¿Nos bastaría con que alguien vindicara el derecho a la educación de la ciudadanía y no nos dijera si apuesta por la escuela pública, la privada concertada o la privada a secas? 

¿Y si hablamos de guarderías o de Universidades? ¿Qué pensaríamos si alguien nos dijera que ellos están porque la Universidad esté al alcance de todos pero que la decisión sobre si las Universidades deben ser públicas o privadas es asunto que debe decidir la ciudadanía y que ellos no dicen ni pío sobre el tema aunque antes hayan hablado de universidad sin marca de clase?

¿Y si hablamos de otros derechos como el derecho de huelga o el de manifestación? ¿También sobre esos derechos debe practicarse el supuesto derecho a decidir de la ciudadanía? ¿No estamos por los derechos de los trabajadores y apostamos, sin consulta, por el derecho de huelga, por el derecho de manifestación, por el derecho a un salario digno, por la protección laboral, por la seguridad en el trabajo? ¿No manifestamos abiertamente nuestra posición? ¿No es eso lo que debe ser?

Entonces, ¿por qué en el caso de ese supuesto derecho hablamos de su ejercicio sin indicar al mismo tiempo qué pensamos sobre esa decisión? ¿Somos federalistas, autonomistas, confederalistas, independentistas? 

¿Qué somos? Y si somos fe, au, co o in, ¿por qué no decimos con claridad que posición mantenemos? ¿Es un juego de sombras y cálculos? ¿Las nuevas formas de hacer política consisten en cultivar el lado oscuro y ocultado de nuestras posiciones para “atraer a más votantes”?

¿Tenemos diferentes posiciones? ¿Y por qué no decidimos en torno a ellas como hacemos en cualquier otro asunto importante objeto de debate? ¿Qué sentido tiene vindicar el derecho a decidir y no decidir internamente? ¿Para no rompernos? ¿Pero no se trata de abonar los procedimientos informados y abiertamente democráticos?

¿Escondemos algo entonces? Si es así, ¿qué es lo que escondemos? 

No escondamos nada. ¿Somos entonces federalistas, como siempre ha sido la tradición, o somos ya otra cosa y no queremos decirlo abiertamente? ¿Por qué hemos cambiado y hemos aceptado ser otra cosa? (...)"      (Salvador López Arnal, rebelión, 16/04/16)

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