"Imagine el lector o la lectora de este artículo que ha nacido en
Yugoslavia, un estado que dejó de existir en 1991. Imagine también que
nació en Belgrado o en Banja Luka pero que por motivos diversos se debió
trasladar a Ljubljana o a Kranj, hoy día Eslovenia, para poder
desarrollar su vida.
Continuando con el ejercicio de imaginación,
suponga que lleva trabajando en su nuevo lugar de residencia ya varios
años y aunque usted no tenga la nacionalidad eslovena, usted reside
legalmente en ese área con todos los documentos en orden y al día
porque, después de todo, Eslovenia forma parte de Yugoslavia.
En un
momento dado, Yugoslavia comienza a fragmentarse
precisamente por el flanco en donde el lector o la lectora vive y
finalmente, tras una breve guerra, el país alpino obtiene su
independencia y funda la primera experiencia estatal de su historia. El
lector experimenta incertidumbre, pero al observar que tras la tempestad
todo ha vuelto a la normalidad y se puede continuar haciendo una vida
en términos normales, considera que no existe ningún peligro y puede
seguir residiendo en Eslovenia sin mayores dificultades.
No obstante, seis meses después de la fecha de declaración de
independencia, se lleva una desagradable sorpresa al enterarse de que
sus documentos de residencia, seguridad social, permiso de trabajo, etc.
ya no son válidos por pertenecer a un estado que ya no existe. Se pasa
entonces a formar parte de un limbo legal.
Oficialmente, no son
residentes ilegales en Eslovenia y tampoco son refugiados de las Guerras
de Yugoslavia, pero al mismo tiempo no están legalmente viviendo en
Eslovenia, con todo lo que ello supone en términos de seguridad social,
derechos sociales, laborales, económicos y políticos.
En otras palabras,
ni pueden abandonar Eslovenia porque sus pasaportes y otros documentos
fueron emitidos por un estado que ya no existe, y por la misma razón
tampoco pueden continuar sus vidas en términos normales en Eslovenia. No
obstante, el lector no está solo en esta limpieza étnica
administrativa, sino que se suma a otras 18.350 personas –según datos
oficiales– que se han convertido en borrados o, como se dice en
esloveno, en Izbrisani.
La cuestión de los borrados y la limpieza étnica administrativa llevada a
cabo por el aparato estatal esloveno comienza a inicios de 1992, sin
que nadie, ni tan siquiera los propios afectados, se dieran cuenta
inmediatamente de lo que estaba sucediendo.
Así, a diferencia de lo que
sucedió en Croacia en 1991 o lo que comenzaría a suceder en Bosnia y
Herzegovina a partir de 1992, no se observaron grandes y largas filas de
personas errando sin rumbo tras haber sido expulsadas de las
principales ciudades del país como Ljubljana, Maribor, Kranj o Koper.
Incluso en un acto tan reprobable y despreciable como es el de la
limpieza étnica, los eslovenos siempre supieron estar un paso por
delante a sus antiguos compatriotas yugoslavos –serbios, croatas,
musulmanes de nacionalidad y albaneses– y llevar a cabo la operación con
gran sigilo y pulcritud administrativa, algo que el resto tan solo
pudieron acometer a través del monopolio de las armas.
La historia de los borrados comienza justo el día después de la
declaración de independencia de las autoridades eslovenas. Eslovenia
pasaba a ser un estado independiente y como tal, todos aquellos que no
tenían el permiso de residencia en regla por no ser nacionales eslovenos
debían solicitar la nueva nacionalidad eslovena, siendo la fecha límite
el 26 de diciembre de 1991, esto es, justo seis meses después la
independencia. Según números oficiales, la medida afectó a 18.305
personas, aunque existen otras cifras que sitúan el número de afectados
entre 25.000 y 40.000.
Más allá de las cifras, es relevante comprender que las personas que
se vieron afectadas por esta limpieza administrativa procedían de alguna
zona de la antigua Yugoslavia. La importancia de la nacionalidad radica
en que para las minorías italianas y húngaras, las autoridades
eslovenas bien se cuidaron de garantizarles derechos, especialmente en
el terreno cultural, con el objetivo de poder recorrer el camino de
ingreso a la Unión Europea sin sobresaltos o problemas añadidos.(...)
Sin embargo, en lo referente a las minorías serbias, croatas o
musulmanas de nacionalidad (bosniacos), que eran superiores
numéricamente en 1991 a las minorías italianas y húngaras,
las autoridades ejecutivas y legislativas de Eslovenia hicieron todo lo
posible para borrar su presencia de suelo esloveno, aunque tuviese que
ser a nivel administrativo.
En otras palabras, Eslovenia llevó a cabo el
proceso de limpieza étnica administrativa con el objetivo de fortalecer
su recién obtenida soberanía nacional a costa de erosionar los derechos
de ciertas minorías étnicas y así eliminar todo recuerdo de que
Eslovenia había formado parte de la Federación de los Eslavos del sur.
Si bien es cierto que el límite de los nuevos permisos y concesiones
de la nacionalidad eslovena era a finales de diciembre, no fue hasta
febrero de 1992 cuando la normativa comenzó a tener efecto. Un
movimiento que tiene sentido porque en aquellos dos meses entre el fin
del tiempo otorgado y el comienzo de la aplicación de la nueva
normativa, Eslovenia se jugaba su integración en la comunidad internacional.
Una vez que el objetivo de ser reconocido como un Estado de pleno
derecho fue obtenido, las autoridades eslovenas no tuvieron ya ningún
impedimento para poder llevar a cabo sus planes. Más aún, teniendo en
consideración todo lo que estaba sucediendo al sur de sus fronteras,
parecía improbable que los media o gobiernos occidentales reparasen en
lo que ocurría con los borrados.
Y en efecto así ocurrió. Eslovenia fue olvidada rápidamente ante el
devenir de los sucesos en Croacia y especialmente en Bosnia-Herzegovina,
permitiendo así a las autoridades eslovenas manejar el asunto tal y
como lo deseasen.
Se calcula que de los 200.000 residentes de otras repúblicas
yugoslavas que vivían en Eslovenia en 1991, 170.000 fueron capaces de
registrarse como nuevos ciudadanos en Eslovenia antes del fin del plazo
de finalización, mientras que 18.305 personas fueron eliminadas de los
registros a finales de febrero de 1992.
Las razones que explican por qué
las 18.305 personas eliminadas del registro no solicitaron la
ciudadanía eslovena fueron las siguientes. Un porcentaje importantes de
los afectados no se enteraron de la necesidad de solicitar la nueva
ciudadanía eslovena, o bien simplemente consideraron que no era
necesario solicitarla debido a que estaban viviendo en Eslovenia desde
tiempo antes de la consecución de la independencia del país.
A lo
anterior, se debe añadir que hubo un cierto porcentaje de personas que
solicitaron la ciudadanía y se les fue denegada, no pudiendo presentar
las pertinentes alegaciones en el plazo indicado por las autoridades
eslovenas y convirtiéndose así en apátridas debido a que las autoridades
eslovenas requisaron también sus documentos nacionales que habían sido
emitidos durante la época yugoslava.
Además, también se debe considerar
que la Ley de Ciudadanía eslovena demandaba a los extranjeros de las
antiguas repúblicas yugoslavas a convertirse en ciudadanos eslovenos
para así poder adquirir el permiso de residencia. No obstante, algunas
personas no querían renunciar a su nacionalidad o a su pasaporte
yugoslavo por diversas razones y por ello simplemente intentaron
gestionar una petición de residencia y no de nacionalidad, cuestión que
la ley no preveía.
En conclusión, las autoridades eslovenas reforzaron la soberanía
nacional obligando a la mayoría de los antiguos ciudadanos yugoslavos a
tomar la ciudadanía eslovena si querían vivir en el país alpino y
borrando a aquellos que por diversas razones no pudieron completar los
trámites en el plazo fijado. Para estos últimos, para los borrados,
comenzaba un camino de sufrimiento que aún a día de hoy existe.
Todos aquellos que fueron eliminados del registro de residentes de
Eslovenia se convirtieron en ciudadanos ilegales con todo lo que ello
suponía. Sus derechos económicos, sociales, culturales y políticos
fueron substraídos y tirados a la basura en un plan premeditado y bien
ejecutado por las autoridades eslovenas y ante la indiferencia de las
principales instituciones internacionales, especialmente la Unión
Europea, que en ningún momento formuló comentario alguno sobre la
situación de esas 18.350 personas.
Es cierto que desde bien temprano la situación sí llamo la atención de diversas ONG de Eslovenia, como por ejemplo Unione Forense per la Tutela dei Diritti Umani, que son dos de las principales organizaciones que han puesto en marcha el proyecto “The Erased. Information and Documents”,
una excelente plataforma de información y de defensa de aquellos que
fueron borrados. No obstante, esta pronta atención por parte de ciertos
colectivos sociales tardo tiempo en surtir efecto. (...)
Afortunadamente para los borrados y gracias a la presión ejercida por
parte de la sociedad civil eslovena y organismos de defensa de los
derechos humanos a nivel internacional, las autoridades eslovenas
comenzaron a realizar un esfuerzo, aunque bien tímido y modesto, para
poder reparar el daño que habían infligido a esas personas a comienzos
de la década de 1990. No obstante, y aunque es cierto que para el año
2009, 10.943 personas ya habían regularizado su situación en Eslovenia,
aún restaban 13.426 con una situación ilegal en el país. Por otro lado,
en términos de compensaciones económicas por esta cuestión, 6.888
peticiones fueron realizadas, siendo 5.045 aprobadas, mientras que 1.433
peticiones fueron rechazadas.
Queda claro que detrás de la limpieza étnica administrativa hubo una
intencionalidad política por parte de las élites y autoridades
eslovenas, como bien han demostrado declaraciones de Boris Pahor,
referencia intelectual para una parte de la sociedad eslovena, o Igor
Bavčar, quien fuera ministro de interior esloveno en la época en la que
el fenómeno de los borrados tuvo lugar.
Ambos argumentan que aquellos
que fueron borrados lo fueron, bien porque eran un peligro para la
independencia eslovena –caso de Pahor–, o bien debido a que simplemente
no quisieron ser ciudadanos eslovenos –caso de Bavčar.
Además, a lo anterior se le debe sumar el deseo de las nuevas élites
eslovenas por deshacerse rápidamente de todo lo que sugiriese una
conexión con la antigua Yugoslavia para así poder poner la marcha
directa hacia la Unión Europea.
Y es que, después de todo, Eslovenia
supo vender una imagen de democracia occidental que respetaba totalmente
los derechos humanos de sus ciudadanos, aunque claro está que las
18.350 personas afectadas por la limpieza étnica administrativa no
estarán de acuerdo con la afirmación anterior." (Marcos Ferreira · El orden mundial del siglo XXI, 28 ene, 2016)
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