21/4/16

El charnego es una población exógena, puesto que es portadora de una lengua exógena, distorsionadora de la cohesión social... o sea, que los trabajadores murcianos impusieron el castellano a sus patronos, a sus contratistas, a sus encargados... a sus curas. Ni más ni menos...

"Vayan de entrada algunas consideraciones de la lectura general del documento. La editorial de La Vanguardia del lunes le acusa de “tufillo etnicista” y no es injustificado. (...)

El trato que se da a la inmigración es sonrojante en muchos sentidos, pero sobre todo en uno: se le trata de población exógena, puesto que es portadora de una lengua exógena, distorsionadora de la cohesión social, instrumento “involuntario”, etc. etc. 

(...) el planteamiento del conflicto lingüístico planteado por determinadas políticas como una guerra de lenguas. 

Los firmantes del manifiesto no son cuatro “radicales”, sino la crema de la academia filológica catalana, el Institut d’Estudis Catalans, una importante representación de la intelectualidad montserratina…(...)

Ejemplo del tratamiento en términos de guerra de lengua, ¿es el castellano el que disputa coercitivamente? ¿Son los inmigrantes lo que ejercen la coerción? Ese párrafo podría haber tenido una redacción que hubiese evitado la guerra de lenguas, y se hubiera mantenido en los términos de la dominación política, de la política de estado… pero no ha sido así, y no lo ha sido de manera deliberada, insisto, por una comunidad redactora y firmante de primer nivel académico
el mecanisme per a aconseguir la implantació del castellà a Catalunya va ser i continua essent la bilingüització forçosa de la població.
¿Bilinguización forzosa de la población? Es decir que los inmigrantes aragoneses, murcianos, gallegos, extremeños y andaluces, al pasar el Ebro tenían que renunciar a su lengua para trabajar en las fábricas, los tajos... ¿O esos trabajador impusieron el castellano a sus patronos, sus contratistas, sus encargados... sus curas? 

Se elude el análisis de la realidad, del proceso histórico real y se introduce un concepto con gran carga dramática que hace recaer, de forma implícita, la culpa –el término “forzoso” remite a la coerción, es una adjudicación de culpa- el retroceso del uso del catalán a la población inmigrada. (...)
la utilització d’una immigració arribada de territoris castellanoparlants com a instrument involuntari de colonització lingüística
Es una reformulación vergonzante de la vieja acusación hacia la inmigración como agente de la castellanización. Se ha incluido lo de “involuntario” supuestamente para no ofender; ofende más, convierte al inmigrante en una elemento inferior, débil, apto para la manipulación. Una vez más la idea se podía haber formulado de otra manera, pero no se ha hecho. 

Se habría podido decir que la política franquista de castellanización forzosa –esta sí– se vio beneficiada por la nueva oleada immigratoria y punto; pero no es eso lo que se sostiene, sino que esa inmigración actuó como instrumento. 

 Nos hemos olvidado de Candel, los otros catalanes y la aportación de la inmigración a la lucha por lo que entonces llamábamos libertades catalanas, por la reivindicación del uso del catalán. Pero ese acción, instrumental si se quiere también, no conviene recordarla, porque distorsiona la linealidad del relato histórico pétreo sobre el que se sustenta el manifiesto.(...)

 De todas maneras, esa obsesión por controlar el uso privado de la lengua es extraordinariamente preocupante y no resulta, precisamente, una muestra de criterio democrático; por el contrario es una puerta abierta al totalitarismo comunitario. 

 (Acotaciones a 'Koiné, José Luis Martín Ramos , en Rebelión, 05/04/16)

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