11/2/16

Los ocho apellidos vascos. El peso de los apellidos en las organizaciones nacionalistas es altísimo, y es la prueba de que el nacionalismo no ha integrado a la población sin apellidos vascos

"Un trabajo de investigación de Manuel Montero, exrector de la Universidad del País Vasco, pone de manifiesto que los apellidos de raíz eusquérica cuentan con una elevada sobrerrepresentación en la política vasca.

 El estudio de los apellidos de quienes conforman las Corporaciones municipales, las Juntas Generales (Parlamentos autónomos), las Diputaciones y el Gobierno vasco muestra que los de etimología eusquérica multiplican hasta por tres la representación que cabría atribuirles en razón de la estadística.


Según el censo correspondiente a 1998, los vascos con dos primeros apellidos eusquéricos suponen el 20,4% de la población; los que cuentan con un apellido eusquérico y uno castellano, el 25,4%, y los que tienen los dos primeros apellidos castellanos, el 54%. García, Fernández, González son los apellidos más corrientes en el País Vasco, según los datos del Registro Civil. El primer apellido de raíz eusquérica, Aguirre o Agirre, no aparece hasta el puesto 17.
 
En su estudio, Montero prueba que en todas y cada una de las instituciones las fuerzas nacionalistas priman de forma desmesurada la selección de políticos con apellidos eusquéricos y que esa práctica, ignorada en su alcance real, obviada o, en todo caso, nunca expuesta hasta ahora, persiste invariable desde hace décadas. De hecho, la preeminencia de los apellidos eusquéricos en el Parlamento vasco es similar a la de hace cinco lustros. 

De los 48 representantes nacionalistas existentes hoy en la Cámara vasca, 32 tienen sus dos primeros apellidos eusquéricos; 10, uno castellano y el otro eusquérico, y solo 6 poseen sus dos patronímicos castellanos. Por el contrario, entre los parlamentarios vascos no nacionalistas, los apellidos se ciñen bastante a la composición estadística de la sociedad vasca.

Son datos reveladores y desconcertantes en la medida en que vienen a demostrar que el apellido sigue pesando mucho en la política y la sociedad vascas, pese a que el nacionalismo, en su doble versión, PNV e izquierda abertzale, expresó hace ya tiempo su renuncia a definir el ser vasco con atributos etnicistas.

 Desde que el PNV abandonó la religión y la raza como elementos distintivos del ser vasco cabía pensar que los criterios etnicistas establecidos por el fundador Sabino Arana iban a contar cada vez menos en la política. 

Como cabía pensar que la izquierda abertzale, que pone el acento identitario en la práctica del euskara y se ha mostrado más expresamente abierta a incorporar en sus filas a vascos de procedencia foránea, no tendría tanto apego ni servidumbre a la vieja pasión-obsesión nacionalista por los apellidos. 

Sin embargo, el informe muestra de forma palmaria que en esa materia de la selección de sus representantes la izquierda abertzale surgida en torno a ETA no le va a la zaga al PNV.
“No se aprecian diferencias significativas en la composición de las candidaturas del nacionalismo moderado y el radical”, constata Montero.

 En las candidaturas nacionalistas, la presencia de candidatos con sus dos primeros apellidos castellanos es inferior al 10%, de media, pero hay poblaciones, como Mondragón (22.000 habitantes), en las que no existe ningún candidato nacionalista con apellidos castellanos, pese a que representan la mitad del censo local. 

En Vitoria, con un censo que muestra que el 7% tiene los dos apellidos eusquéricos, el 26% uno de ellos y el 66% con ambos apellidos castellanos, las candidaturas nacionalistas exponen porcentajes respectivos del 31%, 43% y 26%.

Igual de significativa resulta la prevalencia que se da a los apellidos de raíz eusquérica en la selección de los cargos, no forzosamente militantes o simpatizantes del partido, a los que se encomienda la gestión de la Administración autonómica.

 De los 170 cargos de confianza con que contó el Gobierno monocolor del PNV en junio de 2013, prácticamente la mitad tenían sus dos primeros apellidos eusquéricos y únicamente el 15% los tenían castellanos.

 “La sólida implantación del PNV le permite elegir personal político con distintos perfiles, sin menoscabo de su eficacia. Ha habido una selección de apellidos. No cabe la posibilidad de que sea fruto del azar”, apunta Montero.

El exrector de la Universidad del País Vasco descarta que las enormes desviaciones cotejadas en su trabajo puedan ser aleatorias. Tiene que deberse a una de estas dos razones, o a ambas: “O el nacionalismo se implanta sobre todo en un ámbito social que se reconoce en el apellido vasco, o bien lo tiene en cuenta al seleccionar a sus candidatos”, indica.

 Parece cierto que el nacionalismo vasco se ha nutrido en buena medida con militancia procedente de ámbitos euskaldunes (de habla del euskara), particularmente del área rural, donde los patronímicos eusquéricos están mucho más presentes, pero ese dato tampoco puede explicar por sí solo los abrumadores resultados del estudio.

“No ha habido cambios sustanciales en las últimas décadas. En las instituciones públicas, el nacionalismo mantiene similar evocación étnica. No han hecho mella las concepciones que sitúan la identidad en elementos culturales, no vinculados a la procedencia familiar”, sostiene el autor del estudio. 

Que el apellido de raíz eusquérica sigue teniendo mayor predicamento político y social en la Euskadi de nuestros días es una evidencia que ni los interesados acomodos discursivos de lo políticamente correcto pueden negar. 

Dentro de Euskadi, pero también fuera, se da por hecho que los apellidos eusquéricos, generalmente topográficos y polisintéticos, tienen un marchamo superior de autenticidad —representan lo vasco-vasco—, en la medida en que remitirían a un origen remoto que, como el euskara mismo, aparece envuelto en la bruma del misterio.  (...)

“El peso de los apellidos en sus organizaciones es altísimo, mucho mayor que el que tienen en la sociedad vasca. Esta peculiar dimensión ética, más visible que cualquier otro factor mensurable, contrasta con el silencio público sobre este criterio definitivo del nacionalismo. El discurso público lo oculta, niega o difumina. Los grupos nacionalistas hablan de identidad cultural, no de etnicidad y, sin embargo, esta resulta fundamental en la concepción del nacionalismo”, sostiene Montero.

A su juicio, el “peculiar etnicismo de los apellidos” sobrevalora una parte de la sociedad y relega a otra y es la prueba de que el nacionalismo no ha integrado a la población sin apellidos vascos de forma estadísticamente normalizada.

 “Reclamar una identidad étnica como base para la organización política conlleva la negación del principio político de ciudadanía por igual para todos los habitantes del territorio”, sostiene Montero. “En el nacionalismo hay un debate implícito —y silenciado— entre etnicidad e identidad. Lo han resuelto a favor del primero”, concluye."               ( , El País, San Sebastián 8 FEB 2016 )

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