24/1/16

Todos los Estados modernos son plurinacionales, siempre que esas naciones sean entendidas como realidades culturales. “Igualdad significa que todos pueden ser diferentes sin temor”

"(...) De hecho, todos los Estados modernos son plurinacionales, siempre —claro está— que esas naciones sean entendidas como realidades culturales.

 Los ciudadanos se reconocen en una de ellas o se adscriben a la que prefieren según sus avatares biográficos, aunque lo más corriente es que bajo su opción preferente incluyan elementos significativos de las otras que forman el puzle del país.

 Esas “naciones” se modifican constantemente, en buena medida por la irrigación de gente de otras latitudes que se instalan a vivir en su ámbito tradicional, pese a los esfuerzos de los guardianes de las esencias por redefinir una y otra vez “lo de aquí” frente a “lo de fuera”. Los nacionalistas locales quieren convertir la diversidad cultural en fundamento de separación política. 

Es decir, convierten las culturas —optativas, cambiantes, mestizas— en estereotipos estatalizables de nuevo cuño, que definen ciudadanías distintas a la del Estado de derecho común. Aquí comienza lo inadmisible.

Porque precisamente esa fragmentación no aumenta, sino que restringe la libertad de cada cual. Al repartir la ciudadanía por módulos culturales transformados en políticos, se priva a los individuos de su disponibilidad de administrar sus identidades personales como deseen dentro de un marco común que las trasciende y a la vez las acoge democráticamente. 

La ley estatal compartida, constitucional o similar, permite una igualdad que también Odo Marquard definió inmejorablemente: “Igualdad significa que todos pueden ser diferentes sin temor”. Y sin que esa capacidad libre de autodefinición cultural coarte la capacidad de otros conciudadanos de decidir políticamente sobre lo que atañe a todos.

Tal es la concepción democrática contemporánea, cada vez más alejada de las determinaciones del terruño propias de siervos de la gleba, abierta a la inclusión de los inmigrantes en busca de derechos que puedan llegar de cualquier parte.

 Y por eso las consultas políticas parciales determinadas por territorios —como si los ciudadanos nativos de una localidad o empadronados en ella se transmutasen en miembros de un estado virtual oprimido por la realidad democrática vigente— son, cualquiera que fuese su resultado, mutiladoras de la integridad del resto de la ciudadanía. 

En España no hay ningún problema territorial, aunque cualquier división administrativa del Estado admite mejoras o reformas, sino un atentado separatista contra el derecho a decidir de todos y cada uno de los ciudadanos miembros del país.  (...)"             (   , El País 7 ENE 2016)

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