"(...) De hecho, todos los Estados modernos son plurinacionales, siempre —claro
está— que esas naciones sean entendidas como realidades culturales.
Los ciudadanos se reconocen en una de ellas o se adscriben a la que
prefieren según sus avatares biográficos, aunque lo más corriente es que
bajo su opción preferente incluyan elementos significativos de las
otras que forman el puzle del país.
Esas “naciones” se modifican
constantemente, en buena medida por la irrigación de gente de otras
latitudes que se instalan a vivir en su ámbito tradicional, pese a los
esfuerzos de los guardianes de las esencias por redefinir una y otra vez
“lo de aquí” frente a “lo de fuera”. Los nacionalistas locales quieren
convertir la diversidad cultural en fundamento de separación política.
Es decir, convierten las culturas —optativas, cambiantes, mestizas— en
estereotipos estatalizables de nuevo cuño, que definen ciudadanías
distintas a la del Estado de derecho común. Aquí comienza lo
inadmisible.
Porque precisamente esa fragmentación no aumenta, sino que restringe
la libertad de cada cual. Al repartir la ciudadanía por módulos
culturales transformados en políticos, se priva a los individuos de su
disponibilidad de administrar sus identidades personales como deseen
dentro de un marco común que las trasciende y a la vez las acoge
democráticamente.
La ley estatal compartida, constitucional o similar,
permite una igualdad que también Odo Marquard definió inmejorablemente:
“Igualdad significa que todos pueden ser diferentes sin temor”. Y sin
que esa capacidad libre de autodefinición cultural coarte la capacidad
de otros conciudadanos de decidir políticamente sobre lo que atañe a
todos.
Tal es la concepción democrática contemporánea, cada vez más alejada
de las determinaciones del terruño propias de siervos de la gleba,
abierta a la inclusión de los inmigrantes en busca de derechos que
puedan llegar de cualquier parte.
Y por eso las consultas políticas
parciales determinadas por territorios —como si los ciudadanos nativos
de una localidad o empadronados en ella se transmutasen en miembros de
un estado virtual oprimido por la realidad democrática vigente— son,
cualquiera que fuese su resultado, mutiladoras de la integridad del
resto de la ciudadanía.
En España no hay ningún problema territorial,
aunque cualquier división administrativa del Estado admite mejoras o
reformas, sino un atentado separatista contra el derecho a decidir de
todos y cada uno de los ciudadanos miembros del país. (...)" (
Fernando Savater
, El País, 7 ENE 2016)
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