14/1/16

Ningún intelectual catalán ha opinado sobre el Procés algo distinto de lo que emite el Govern

"(...) En la tienda me encuentro con Jordi Amat, autor del fabuloso El llarg Procés: Cultura i política a la Catalunya contemporània (1937-2014), una historia intelectual del catalanismo hasta, posíblemente, su muerte. Mientras esperamos nuestro turno, hablamos de la que está cayendo. Literalmente, está cayendo todo. (...)

Con esta crisis se puede ir al garete también un invento fabuloso. El independentismo CDC. Un colosal movimiento independentista no-independentista, una invitación a la sociedad para presenciar una larga marcha sin movimiento hacia un punto final infinito, amenazado con dramatizaciones cotidianas. 

El tema de la conversación, empero, no es ése. Es la ausencia de información que ha habido al respecto. ¿Cómo es posible que, desde 2012, una sociedad haya tenido como único elemento informativo a su Gobierno? Bueno. Ése no es el tema. En todo el Estado, desde los 80, hasta 2011, los Gobiernos han sido la gran fuente y referente informativa.

La pregunta es ¿cómo se ha podido ejercer ese poder aún después de 2011, con tanta efectividad y sin resistencia profesional por parte del grueso del periodismo?

Hablamos sobre ello. Hablamos sobre el hecho de que eso hubiera sido imposible en los años 30. Especulo sobre la posibilidad de que, no obstante, eso era posible en los 50, cuando la sociedad literaria catalana en el interior –es decir, conservadora–, expulsó –literalmente, a Francia– a un poeta –Palau Fabré– por escribir un poema sobre una puta, un indicio de que, de alguna manera, había ya una cultura que tenía claro que había temas cerrados.

No obstante, me enrollo, eso no pasaba en los 70, cuando Gabriel Ferrater, un crack, se carga, con su obra y con sus mordaces comentarios orales, el canon cívico-patriótico-meapilas imperante en la cultura catalana, con éxito total.

 Amat puntualiza, con más razón que un santo –traduzco–: "Es posible, pero hoy no es posible esa disidencia. El intelectual cobra de ellos".

En efecto, el intelectual –el periodista es uno de sus accesos más pop– cobra de ellos. Eso explica que, hasta la fecha, ni uno –ni uno; eso debería de suponer una crisis cultural enorme; no se traducirá en nada, salvo en patriotismo– haya opinado algo diferente a las emisiones del Govern. 

El debate que ha habido en Catalunya ha sido entre partidarios de la independencia y opuestos a ella. Ha sido, vamos, una tertulia, ese espectáculo/catar­sis/válvula de escape de la cultura –que no de la información– española.  

No ha habido ni un segundo de verificación, comprobación o crítica a los posicionamientos gubernamentales. Puede parecer dramático. (...)"                (Guillem Martínez, Diagonal, 08/01/16)

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