"(...) “La estrategia nacionalista catalana se remonta a muy atrás.
Es un proyecto, en principio nada censurable, de reconstrucción de una
cultura no necesariamente vinculada a una etnia (aunque en los años
treinta, el inefable Dencàs y su peña de Estat Català, los inventores de
la "estelada" cuatricolor, en abierto compadreo con los fascistas
italianos y los nazis alemanes, se esforzaban por determinar los rasgos
propios de la "raza catalana").
Ahora bien, a partir de la transición se
puso en marcha una estrategia perfectamente calculada, en parte
abierta, en parte solapada, para obtener rentas de la innegable
represión de la cultura catalana durante el franquismo (con paradojas,
no obstante, como la que hizo que el primer libro de Marx publicado
legalmente en la posguerra -Escrits sobre la revolució, o algo
así, no recuerdo la editorial- lo fuera en la lengua de Verdaguer;
parece que la Autoridad consideraba que, total, como el catalán lo leía
poca gente...).
Con esas rentas, convenientemente invertidas, y
aprovechando la "amplitud de miras" de una izquierda que consideraba que
todo lo antifranquista era progresista sin más, se fue construyendo el
"relato" nacionalista bajo el lema "fer país" (que consistía, en gran
medida, en "fer patrimoni", como ha quedado demostrado).
Pasito a paso:
con una TV3 y una Catalunya Radio monolingües, con una política de
subvenciones a todo lo publicado en catalán por estar en catalán, con la
inmersión lingüística... en catalán, con una información meteorológica
que dedica muchísimo más tiempo a enseñarnos bucólicas estampas de la
"Dolça Catalunya" que a anunciarnos el tiempo que vamos a tener, etc.,
etc..., hemos llegado a donde estamos”.
En cambio, prosigue el
autor, “recuerdo perfectamente el ambiente que se vivía en mi infancia,
en que el 90% de mis compañeros de clase eran de lengua materna
catalana. Pues bien, entonces existía la típica rivalidad ancestral
entre pueblos más o menos hermanos que rivalizan (como hacen casi todos
los hermanos) pero sin llegar al extremo de considerarse miembros de
distintas familias: que si Barcelona era en realidad más grande que
Madrid (ya en nuestra tierna edad nos sentíamos agraviados porque el
Madrid metropolitano llegara casi hasta Alcalá y, en cambio,
l'Hospitalet no formara parte de Barcelona), que si el Barça era el
mejor equipo de España (repito: "de España"), que si la sardana era "la
dança més bella de totes les dances que es fan i es desfan", sobre todo
comparada con la rústica jota (cuando en realidad, la danza popular más
antigua y arraigada en Cataluña, como en el resto de España, incluidas
Valencia y Mallorca, es precisamente la jota: hasta el siglo XIX la
sardana era un baile absolutamente minoritario y de ámbito muy
restringido geográficamente, básicamente al Ampurdán; luego se la
promocionó como elemento identitario diferenciador).
En resumen,
que tiene mucha razón […]: la fábrica de secesionistas la fundaron los
primeros secesionistas, y el negocio les ha ido viento en popa. La
construyeron bastante antes de que Franco montara la factoría de
españolismo rancio y casposo.
Esta última sirvió, eso sí, como suele
ocurrir en todo mercado competitivo, de acicate para mejorar el proceso
productivo y perfeccionar las técnicas de "márketing". Y en eso
seguimos”.
¿Adivinan la autoría? Es un gramsciano, tradujo el
undécimo cuaderno del revolucionario sardo, es un gran helenista, es un
rojo de toda la vida y y fue un gran amigo y compañero de Manuel
Sacristán y Francisco Fernández Buey. Profesor y maestro del que
suscribe, por supuesto (...)" (Salvador López Arnal , Rebelión, 07/11/15)
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