El Limbo...
"La negativa de la CUP a apoyar a Artur Mas en el segundo debate de investidura
deja a la Generalitat en una situación de inquietante interinidad,
tanto para las aspiraciones independentistas como para la gobernabilidad
de Cataluña. (...)
La pregunta que inexorablemente surge es: ¿Y ahora qué? Ahora se pone
en marcha la cuenta atrás para alcanzar algún tipo de acuerdo antes del
10 de enero. Será la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, la que
decida cuándo convocar un nuevo debate y votación de investidura --o
todos los que crea convenientes--. Si no hay pacto para elegir a un
nuevo presidente autonómico --para lo que basta con una mayoría simple--
habrá nuevas elecciones en marzo.
Mientras tanto, la Generalitat y el Parlament tienen poco margen de
maniobra. El Govern en funciones no puede presentar proyectos de ley
--tampoco el de presupuestos-- ni dictar decretos legislativos, y solo
puede dedicarse a la gestión ordinaria de los asuntos públicos.
Todo esto ocurre en un momento de grandes tensiones políticas y de
gran inestabilidad --sustancialmente mayor que la que se vivió en
Andalucía en la pasada primavera--. Falta poco más de un mes para las
elecciones generales; no hay presupuesto de la Generalitat para 2016; la
crisis económica y social no se ha superado; y el desafío
independentista se encuentra en su punto álgido. (...)
En las próximas semanas se sabrá si el desencuentro es real o solo
responde a una estrategia mediática. Mientras tanto, Cataluña seguirá en
el limbo institucional." (Crónica Global, 12/11/15)
La humillación... en La Vanguardia:
"Los dos intentos de investidura de Artur Mas han fracasado, pues, esta semana. No puede asegurarse ahora que un tercero, si llegara a producirse, fracasaría también. Pero sí puede afirmarse, y así lo hacemos, que las concesiones que Junts pel Sí ha puesto en bandeja a la CUP nos han parecido disparatadas y, también, lesivas para la dignidad de las instituciones catalanas". (Editorial La Vanguardia, 13/11/15)
"Se puede perder todo menos la dignidad. No se pueden permitir las instituciones, ni tampoco sus representantes, extraviarla. La dignidad es tan noble que compensa las pérdidas que causa, según un aforismo argentino. A veces, el afán por conseguir lo inalcanzable conduce a ceder lo imposible. Pero este es el camino equivocado, la ruta a ninguna parte. (...)
Estos días preocupa que Artur Mas, en su afán por alcanzar un acuerdo con la CUP, haya forzado tanto la negociación como para rebajar la entidad del cargo e incluso para ponerle fecha de caducidad. (...)
"Los dos intentos de investidura de Artur Mas han fracasado, pues, esta semana. No puede asegurarse ahora que un tercero, si llegara a producirse, fracasaría también. Pero sí puede afirmarse, y así lo hacemos, que las concesiones que Junts pel Sí ha puesto en bandeja a la CUP nos han parecido disparatadas y, también, lesivas para la dignidad de las instituciones catalanas". (Editorial La Vanguardia, 13/11/15)
"Se puede perder todo menos la dignidad. No se pueden permitir las instituciones, ni tampoco sus representantes, extraviarla. La dignidad es tan noble que compensa las pérdidas que causa, según un aforismo argentino. A veces, el afán por conseguir lo inalcanzable conduce a ceder lo imposible. Pero este es el camino equivocado, la ruta a ninguna parte. (...)
Estos días preocupa que Artur Mas, en su afán por alcanzar un acuerdo con la CUP, haya forzado tanto la negociación como para rebajar la entidad del cargo e incluso para ponerle fecha de caducidad. (...)
Dignidad, divino tesoro -sobre todo de la política- que no puede subastarse ni ser puesto en almoneda. Ayer, el prestigioso Financial Times,
que se ha mostrado favorable a una negociación en el contencioso
catalán, se refería al camino emprendido como "el alocado sprint a la
independencia" y pedía un paso atrás de Mas. Y recuperar la dignidad
para este momento de la historia." (Màrius Carol , Director de La Vanguardia, 13/11/15)
Y en El País:
"(...) En vez de honores, Mas obtuvo una sangrante humillación para sí mismo
y para la institución que encarna —tan decisiva para el autogobierno de
los ciudadanos catalanes como simbólica para su sentimentalidad
histórica— cada día que pasa con entereza decreciente.
En su empeño por
congraciarse con la formación antisistema CUP, el presidente saliente
apuntó una oferta de trocear su futura presidencia en tres
compartimentos estancos que supondrían sendos minigobiernos
incomunicados entre sí, esa “presidencia coral” tan contraria a
cualquier Gobierno que merezca ese nombre. Y la redondeó con la promesa
de que encajaría, encantado, un contrato a tiempo parcial, a renovar a
los 10 meses mediante la presentación de una moción de confianza
voluntaria.
O sea: una Generalitat capitidisminuida y de carácter provisional,
auténtica herejía para todo catalanista, algo impensable en dignatarios
como Josep Tarradellas. Y pésimo desde el punto de vista de la
responsabilidad de la gestión diaria ante los ciudadanos afectados por
tales desatinos.
Así se comporta Mas, arrastrando la ley, la dignidad
del puesto y la institución de autogobierno con tal de repetir en el
cargo: tan es así que de mantener los principios institucionales ya
habría —para mejor o peor— otra persona ejerciendo la presidencia.
En este desquiciado viaje, el discípulo predilecto de Jordi Pujol no
logró ayer convencer a nadie de que no seguiría rebajando el precio a la
patética subasta de sí mismo; que la filosofía moderada que un día le
inspiró era arqueología; que no tenía otro horizonte a ofrecer a los
catalanes que la peligrosa ilegalidad, la ineficaz pérdida de tiempo y
los esfuerzos inútiles. Todo eso mientras sus problemas reales siguen
sin obtener un mínimo tratamiento.
Preguntado insistentemente sobre si acataría la resolución del
Tribunal Constitucional que suspendió la resolución de insurgencia
política, desobediencia legal y desacato institucional, Mas hizo de Mas.
Mientras su vicepresidenta, Neus Munté, había prometido la víspera
incurrir en conductas ilegales, el presidente saliente aseguró que
actuaría como en el falso referéndum del 9-N, con la despreciable
astucia de tirar la piedra y esconder la mano: asegurar su liderazgo
político e imputar los actos presuntamente delictivos a los
funcionarios. Un gran ejemplo ético.
Mas es políticamente un muerto viviente. (...)" (Editorial de El País, 13/11/15)
No hay comentarios:
Publicar un comentario