"(...) El hecho, del que por petición de los interesados, omito lugar
específico, sucede en un pueblo del Pirineo catalán. Una persona,
castellano parlante, hace años que acude al mismo bar. De repente, no
hace mucho, la propietaria del mismo le dice que no quieren clientes que
hablen en castellano.
La persona en cuestión se siente agredida,
lógicamente, pero también traicionada por alguien a quien consideraba
como amiga. ¿Hecho infrecuente? Tanto como los comercios que, ante la llegada de policías nacionales a
su localidad, exhibían pegatinas diciendo que allí no compraran (...) algo feo, muy feo, está empezando a apoderarse de la
convivencia diaria.
Negar la entrada a tu negocio, amparándote en el
derecho de admisión, por discriminación de idioma tiene un nombre.
Negarse a vender tus productos a alguien, por el mero hecho de no ser
catalán, entendámonos, catalán de los suyos, también lo tiene.
Se empieza con eso y se acaba con el boicot a empresas que no rotulan en catalán, en denunciarlas, en aquello que Leonard
calificaba como fascismo elegante. Eso ni es festivo, ni democrático,
ni tan bonito como algunos nos quieren hacer creer. Pero está pasando en
la Catalunya de ahora (...)" (MIQUEL GIMÉNEZ, El Plural, 15/09/2015)
No hay comentarios:
Publicar un comentario